Los Ópalo

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Nota de autor: este capítulo usa lenguaje que puede ser sensible para algunas personas, se recomienda discreción, además es mi deseo aclarar que yo no comparto los pensamientos del rey Cedro, que aunque es un personaje de mi invención, sabemos que sí, aún hay gente así. Además todo es con un fin en la trama.

Me desperté con un escalofrío.

La cruda realidad me hizo desear nunca haber despertado. En mi sueño, yo yacía acurrucada entre los brazos de Corvus y él me susurraba cosas dulces en el oído. El Corvus de esa realidad alterna me tenía tan arropada con su propio cuerpo que ni siquiera sentía el cruel frío sobre la piel desnuda.

Claramente eso era producto de mi imaginación.

Ahora que era capaz de oír las melodías de la luna, éstas habían tenido la capacidad de adormecerme a pesar de mi mente confundida. Pero ahora estaba completamente despabilada y pensaba con total claridad.

En un inicio no había comprendido las aprensivas palabras de Corvus después de nuestra dicha post-coital. Pero ahora que lo hacía tuve que recordar todo mi aprendizaje sobre el autocontrol para no buscarle y romperle la cara.

Cuando estuve bajo el chorro de agua caliente de mi regadera, después de haber salido del estudio con rabia. La imperiosa necesidad de sacarme todo su semen de adentro me corroía. Me lavé con asco la sangre entre mis piernas y tallé con ahínco todos los lugares donde sus labios me habían rosado. Sentía una gran repugnancia ante su recuerdo. Aunque era consciente de lo que pasaría una vez que Corvus y yo hubiéramos tenido sexo y de las implicaciones permanentes de eso, justo en ese momento deseaba sacarme sus fluidos que habían dado la orden a mi cuerpo de convertirse en reina. Lo odiaba, odiaba a Corvus por la manera que tuvo de rebajarme a la altura de una simple arribista.

Me ví en el espejo cuando terminé mi baño. Mi aura había cambiado, un nuevo poder la cubría junto con el vínculo de mates que habíamos sellado. Ni con todos mis intentos por borrar nuestro encuentro íntimo éste se había ido del todo.

¡Ahhh!

La frustración hizo que mis dedos expulsaran una especie de bola de luz que al golpear contra mi espejo, lo redujo a añicos.

Respiré una, dos veces. Una nueva magia requería concentración de mi parte sino quería ser víctima del descontrol.

Tenía que alejarme de ahí, no podría dormir con él a metros de distancia, ni en su maldita casa ni en su maldito reino. Nada que fuera de su propiedad.

Mi reloj decía que eran las dos de la tarde, aún tenía tiempo.

Tomé de mi armario unos pantalones negros, una blusa de mangas anchas y me puse encima un corset también negro, acomodé mi cabello en una coleta y me maquillé sutilmente. Ahora sí lucía como la Den que yo conocía, antes de salir me colgué mi bolsita con semillas y coloqué unas gafas tintadas sobre la cabeza.

Volví al lugar donde nací con el afán de olvidar mi nuevo estatus, la simple princesa Den de Tierra volvía a casa.

**************
Asellus:

Te pido que no te preocupes, estaré en casa por unos días, aún no sé cuántos pero cuando sepa te lo hago saber. No quiero que vengas como guardián, estaré bien. Necesito distancia.

Te quiere mucho, tu adorada Den.

-¿Qué le hiciste? -me decía Asellus a la vez que me enseñaba la breve nota que Den le había hecho llegar.

No respondí, estaba en la sala del trono terminando de firmar algunos permisos de construcción para el orfanato. Con la excusa de mi trabajo, mantuve la mirada abajo, así al menos podría ocultar el hecho de cuánto me afectaba el que aún se refiriera al reino Tierra como "casa".

La Dimensión de DanuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora