Demostración de omnipotencia

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Los días comenzaron a acumularse uno tras otro y una agradable rutina se fue formando entre el Gran rey de Cielo y yo. Cada día había algo nuevo por hacer, desde visitas formales a cada una de las otras tres familias gobernantes hasta quedarse todo el sagrado día en su despacho. Siempre estábamos en compañía de alguien, ya fuera Asellus, algún otro miembro del gabinete real o inclusive de mi hermano Aliso.

Sinceramente estaba en el punto en el que pensaba que mi hermano mayor no estaba aquí para cuidarme a mí. La manera que tenía de ver a Asellus y a su nuevo asistente, un joven llamado Deneb hizo que verlo celoso fuera mi nuevo hobby. Nunca había visto a mi hermano en su modo posesivo, solía abrazar y besar a Asellus cada vez que tenía oportunidad, como un maldito chicle pegajoso, Asellus se veía encantado con toda la situación y decidió ocultarle a su prometido el hecho de que su joven asistente tenía ya una novia bastante formal. Aparentemente yo no era la única malvada que gustaba de reírse de esas escenas, más de una vez atrapé a Corvus intentando mantener a raya sus sonrisas divertidas ante aquellas muestras de celos irracionales.

A mí me gustaba verlo sonreír, lo hacía ver más joven, despreocupado y cuando lo hacía me dejaba ver esos bonitos hoyuelos que se formaban en sus mejillas. También gustaba de verlo moverse, solía hacerlo con una gracia antinatural, no propia de alguien de su tamaño, lo que le confería un aire de sofisticada arrogancia por la que yo tenía que contener uno que otro suspiro. Aunque la culpa por sentirme así no duró mucho, no cuando ví que no era la única que se ponía nerviosa con su presencia. En algunas de nuestras visitas tuve la oportunidad de ver cómo se desenvolvían otras mujeres a su alrededor. El muy bastardo parecía hechizar a todo mundo y él ni siquiera daba señales de darse cuenta. No notaba cómo las mujeres, casaderas o no, solían arrimarle sus enormes senos cerca de sus brazos o cómo pestañeaban con coquetería en su dirección, claramente haciendo como que yo no existía pero ¿Por qué habrían de tenerme consideraciones como su esposa? Toda persona con un poquito de magia en sus venas notaría que mi aura no se había fusionado con la suya por lo que significaba que en mes y medio, yo seguía sin ser su verdadera esposa. Este era un compromiso que podría terminarse en cualquier momento, si él quisiera me podría dar una patada en el trasero y fingir que nada de esto había pasado, todo el reino lo sabía y por ello no se quedaban con las ganas de hacer su luchita para conseguir el corazón del rey. Ni siquiera tenía derecho a molestarme.

En otras noticias, no todo era malo o deprimente porque la casa de los Ópalo sería bendecida con una nueva generación. Mi hermano Abeto y su esposa Lili esperaban un bebé, ella tendría ya un mes por lo que en menos de cuatro meses el reino de Tierra tendría un nuevo príncipe, o princesa. Sin embargo lo que era una buena noticia para mí, a Aliso le causaba preocupación, él sabía que lo que padre más quería era tener asegurada la continuidad de su línea de sangre. Aliso no podía darle eso, no sin romperle el corazón a Asellus, por lo que para este punto era muy probable que su lugar como heredero estuviera tambaleándose.

Yo no consideraba que en mi familia hubiera sed de poder, cualquiera que quedara como sucesor de nuestro papá sería apoyado por los demás pero, al ser el primogénito, todos dábamos por hecho que ese lugar pasaría a ser de Aliso.

Ahora ya no estaban tan segura.

Mamá también comenzó a escribirme para preguntarme cosas básicas pero cuando yo preguntaba por lo que pensaba papá de toda la situación, ella prefería no responder y yo tampoco tocaba mucho el tema ¿Para qué? Eso solo terminaba con mi madre recordándome lo decepcionado que estaba mi padre por mi nulo acercamiento con Corvus. El simple hecho que papá estuviera jugando la carta del chantaje me hacía querer repudiar a Corvus para siempre, pero no me ayudaba cuando pasaban cosas como las de esa fresca noche de verano.

Estábamos terminando de cenar en el balcón de mi habitación, ahora parecía una vibrante jungla a la que se acercaban de vez en cuando diminutas pixies para admirar con curiosidad las plantas que nunca antes habían visto.

La Dimensión de DanuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora