Cuando despiertas en medio de una tormenta no crees que vas a quedarte en ese lugar para siempre, crees que como todas, se calmara y saldrá un bonito arcoiris. Pero esta vez no había sido así, no dejaba de vivir una y otra y otra y otra tormenta desde aquella noche de abril. Hace ya más de cinco años.
En aquella ocasión el cielo de Los Ángeles estaba despejado, un sin fin de estrellas en el cielo se habían mezclado dando una de las mejores noches; aunque poco después se llenaría de nubes empezando una tormenta que nunca tendría fin. Pero esta noche hacía más frío que ninguna otra y amenazaba con llover, a pesar de todo, había sido una velada tranquila pero muy cansada y había decidido irme a mi hotel, por lo que solo esperaba por mi transporte cuando lo sentí.
Su calor, su olor, su respiración, su presencia se apodero de la mia provocando una vez más después de tantos años que mi piel se pusiera chinita.
—No sabía que estarías aquí —era él, mayor, pero era él.
—No sabía que vendría hasta esta mañana, he estado ocupada —respondí sin mirarlo.
—Por eso no sabía que vendrías —él también miraba al frente, pero su voz sonaba tan familiar que me tentaba a voltear —. Debo decir que el libro te quedo tan bien como lo vivimos.
—No quiero sonar grosera, pero no me interesa tu opinión —dije seria abrazándome por la brisa fría que había pegado, o eso me estaba tratando de decir, solo es la brisa fría, es la posible tormenta. ¿Pero es una tormenta real o solo lo que aún me hace sentir?
—Imaginaba que no, todo el mundo parece tener su propia opinión y no hablo del libro — solo se quedó callado un momento —. Tienes frío.
—No.
—Si.
—No.
—Sí.
—No.
—¿Sigues sin querer darme la razón? —eso hizo que lo volviera a ver, tenía esa sonrisa burlona de la que tiempo atrás me había enamorado.
—Nunca has tenido la razón —respondí sonriendo.
Él se rió, se quitó su chaqueta y me la puso alrededor de los hombros, la noche pasó a llenarse de nubes rápidamente y mi camioneta acababa de estacionarse, se paró enfrente de nosotros y uno de los asistentes de la fiesta me abrió la puerta.
—Tuve un deja vu —dijo en voz baja.
—Yo igual —dije antes de subir y él detuvo la puerta antes de que la cerrara.
—¿Te quedarás en la ciudad?
—Un par de días, tengo que viajar por la promoción del libro.
—¿Puedo invitarte un trago?
—Tal vez.
Terminé de cerrar la puerta y mi chofer puso en marcha el auto llevándome a mi hotel, haciendo lo que tuve que hacer tiempo atrás.
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Los caballos de mar
Novela JuvenilCuando te conocí yo tenía dieciocho y tú tenías veinticinco. Yo era la amiga de alguien y tú el futuro de Hollywood. Tu eras uno de mis más grandes ídolos y yo solo una fan más tuya. Cuando te conocí, estaba perdida en medio de la oscuridad y tú me...