III

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Ir de visita a su casa significaba empezar en cuartos separados y despertar en el piso de alguno de los dos, tal vez nuestros padres pensaban que explorariamos nuestra sexualidad si nos dejaban seguir durmiendo juntos, que probablemente algo pasaría, pero nunca estuvieron más equivocados de nosotros.

Yo diría que en realidad la presencia del otro nos calmaba, solíamos dormir mejor y por más tiempo en compañía del otro, probablemente haya sido porque desde que nació nos llegaban a acostar en la misma cuna, en el mismo sillón, en la misma cama; estábamos tan acostumbrados a tener el calor del otro que prácticamente nos terminamos buscando para dormir, incluso estando a tantos kilómetros de distancia, cuando uno no puede dormir, simplemente ponemos una película y videollamadas.

Crecimos de la mano, siempre fuimos codo a codo, hermanos de otra madre, pero siempre juntos. Y de esa misma manera despertamos al día siguiente, entre los brazos del otro, creo que nunca lograré verlo de otra manera que no sea el chico que siempre estará ahí. Claro que hubo un tiempo que fuimos más que amigos, aunque realmente no funcionamos, agarrarnos las manos estaba bien. toda la vida lo hicimos, pero los besos fueron otra cosa, nunca llegamos a sentir eso que se veían en las películas o describen con tanta intensidad en los libros, así que decidimos borrar esa parte de nuestras vidas.

Me levanto del piso y voy directamente a su armario, de ahí busco una sudadera y con ella salgo del cuarto, hace un poco de frío de este lado de la ciudad, estamos más pegados a los bosques que a la playa y aunque es abril aún se sienten las brisas frescas que dejó el invierno. Bajo por las escaleras dirigiéndome a la cocina, donde encuentro a la mamá de Noah preparando de desayunar, ella me ve mientras va al refrigerador a buscar algo.

—Sam, buenos días, espero que hayas descansado —me dice con una sonrisa y leche en las manos.

—Buenos días Rose —dije sentándome en una de las sillas altas de la isleta —. No había dormido tan bien en meses.

—Me imagino que lo mismo le pasó a Noah, es raro que no haya despertado aún —dijo prendiendo la estufa y poniendo un sartén.

—Si quiere puedo ir a despertarlo —hice ademán para bajarme de la silla pero ella me detuvo.

—No hace falta cariño, ya bajará en cuanto huela la comida —sonreí ante eso.

Rose siguió cocinando, la ayudó un poco pero antes de terminar Noah bajó y nos mandó a acomodar la mesa. El desayuno fue delicioso, cada que venía hacían hot cakes, pan francés, jugo de naranja, fruta fresca; Noah siempre decía que me querían más a mi que a él.

Ese día los padres de Noah irían a la cabaña de una de las amigas de su mamá, nosotros iríamos a ese estúpido evento y luego tal vez un día tranquilo solo él y yo.

...

—Y listo —dijo Rose, me mire al espejo y pude ver mi propio reflejo, pero peinada y con glitter en los ojos.

Al salir de la tienda de ropa con mi vestido, pasamos a comprar maquillaje, no era muy fan, sobre todo porque solo sabía ponerme delineador; pero Rose me convenció para llevar sombras y delineadores de colores, lo que contrastaba con el negro del vestido. Me veía diferente, los ojos estaban más entornados y con el pelo suelto hacían una mezcla donde me veía mayor.

—Wow —dijo Noah desde la puerta, lo podía ver por el reflejo del espejo.

—Una palabra de esto y te dejo sin brazos.

—Que violenta, yo solo quería decir que te ves genial y que ya llegó la camioneta —dijo sonriendo.

—Ya voy —respire hondo y me levanté del banco, Rose me veía con esa mira de mamá orgullosa y nos dijo que quería fotos para mandarle a mis padres, Noah replicó que no es un baile escolar.

Los caballos de marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora