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Decir que Hera estaba extasiada era decir poco, incluso varias Ninfas y dioses podían asegurar que la soberana del Olimpo nunca había estado más feliz que cuando la diosa de los sueños decidió que viviría unos meses en el Olimpo

Desde el momento en que la menor anuncio tal evento la Diosa del Matrimonio pareció olvidar completamente la nueva infidelidad de su marido para sentarse en su hija menor. Organizo fiestas y caminatas por el Olimpo y el Jardín de las Esperides con el objetivo de pasar tiempo de madre he hija, visitaron otros panteones he hizo que las Ninfas le confeccionarán nuevos atuendos

Por primera vez en mucho tiempo se pudo ver una verdadera y entuciasta sonrisa en la Olímpica mayor la cual se volvía aún más deslumbrante al tener al Dios de la Guerra junto a la Diosa de los Sueños. Quienes obviamente eran sus hijos predilectos

Por su parte la pelirrosa no pudo evitar sentirse un poco culpable ante los murmullos de los Dioses menores o Ninfas. Nunca llegó a pensar que su ausencia pudiera llegar a afectar a Hera, es más, incluso había escuchado susurros sobre que el mismo Zeus se encontraba más sonriente desde su llegada

Sin duda el panteón Griego era demasiado problemático para su gusto

Ahora mismo ella se encontraba acostada en su habitación del castillo principal del Olimpo durmiendo una pequeña siesta cuando la puerta de su habitación fue abierta de golpe y por ella entraron dos adolecentes de unos 14 años

El primero de cabellos rubios y piel levemente bronceada, mientras que la otra de cabellos negros y piel extremadamente palida

—hermana Chia!– exclamó el rubio lanzándose sobre la mayor pero antes de poder estrellarse contra ella un pilar de arena dorada lo mando a volar contra una de las paredes de mármol

—Apolo, no molestes a la hermana Chia– le regaña la azabache tomando asiento al borde de la cama terminando por acostarse en el suave colchón de sábanas rosadas –que suave– murmura complacida mientras que toma una almohada

—qué los trae a molestarme pequeñas bestias?– pregunta la mayor adormilonada mientras aprieta una almohada blanca

—papá quiere que nos reunamos en el comedor. Al parecer ha organizado un almuerzo para todos– le responde el rubio tirándose en la cama junto a las dos féminas

—a qué hora es?– pregunta la pelirrosa

—a las 12 y son las 9– le responde la azabache al borde de la inconsciencia

—entonces déjenme dormir hasta entonces– habla la mayor regresando a su sueño siendo seguida rápidamente por la azabache, dejando despierto solamente al hiperactivo rubio que no tardó en aburrirse y salir del lugar. Ya las despertaría cuando fuera la hora

Los tres Olímpicos entraron al comedor observando como todos ya se encontraban presentes y ellos eran los únicos que faltaban

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Los tres Olímpicos entraron al comedor observando como todos ya se encontraban presentes y ellos eran los únicos que faltaban

—llegan tarde– regaña la Diosa de la Sabiduría

—nos distraimos por los pasillos– le responde aburrida y viendo que él único lugar apartado y disponible se encontraba frente a esta misma y junto a Zeus se dirigió hacia este tomando asiento mientras que los gemelos tomaban asiento justo en el medio

Por su parte la menor no pudo evitar notar a uno de los presentes. De cabello anaranjado y rizado, rostro osco y con una enorme cicatriz y un cuerpo robusto y no demasiado agradable a la vista. Sin duda alguna el Dios de la forja, Hefesto

Decidió ignorar todo mientras se sentaba. Podía sentir las tensiones entre los presentes y es que no era secreto para nadie que muchos de los presentes no se llevaban bien entre ellos

La comida fue servida y con ello todos comenzaron a degustar la cena en silencio, nadie se atrevía a decir ni una palabra. Ni siquiera el más hiperactivo de los Gemelos

—Y como te está tratando tu estadía en el Olimpo Chiara?– pregunta Zeus logrando que la pelirrosa q estaba a punto de dormirse abriera levemente los ojos observando en su dirección

—Cierto, después de todo nunca estás por aquí– comenta Ebe a lo que la menor la observa de reojo consiguiendo que está se enoja en su asiento y el Dios de la Forja la cubra levemente al estar a su lado

—Es maravilloso, había llegado a olvidar lo animado que era este lugar– comenta de forma tranquila ocultando el leve desagradó que sentía por las enormes cantidades de Luz por todo el lugar

Y es que no por nada ella era la diosa de los sueños. Eso hacia que se sintiera más cómoda cuando no había Sol, una de las razones por las que prefería el Inframundo

—Claro que lo llegarías a olvidar si siempre estás en el Inframundo– comenta la diosa de la sabiduría con calma antes de colocar una sonrisa levemente burlona –pero tranquila, entendemos que algunas personas siempre deberán estar entre las sombras– comenta divertida recibiendo una mirada indiferente de la pelirrosa

—Cierto, algunas personas están entre las sombras porque el deslumbrante y banal brillo de los portadores los asquea y por ello prefieren un verdadero misterio a un ostentoso y falso brillo– le responde de forma vaga mientras, la mayor le mira de forma desafiante dispuesta a imponer su divinidad

—Vasta!– declaró el Rey del Olimpo consiguiendo q el lugar se quede en un silencio sepulcral –no quiero más peleas en esta mesa. Les ha quedado claro?– pregunta molesto

—si padre– responde ambas al mismo tiempo ocultando su fastidio

—bien, entonces continúen con la cena– declara haciendo que todos regresen a comer en silencio

La pelirrosa siente un leve susurro en su oído y observa al Dios de la Forja de reojo. Quizás debería tomar algunas cartas en cierto asunto

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