POV.ANASTASIA.
—Dios por favor ayúdame. —susurro para mí.
Después de dejarle la crema a Christian regreso a la habitación me siento emocionalmente cansada. Me miro en el espejo, pero no reconozco a la mujer que me devuelve la mirada. Sus ojos, mis ojos, hinchados por las lágrimas derramadas. Su rostro, mi rostro, está pálido, marcado por la conmoción y la traición.
—Tenías una hermana, —las palabras de Francisco Lambert resuenan en mi cabeza como un eco interminable. —Sara era tu hermana mayor.
Un sollozo se escapa de mi garganta, mezcla de rabia y dolor.
¿Cómo pudieron mis padres ocultarme algo así? Toda mi vida creyendo ser hija única, sintiéndome sola en un hogar frío y distante. ¿Y ahora resulta que tenía una hermana?
Recuerdos de mi infancia desfilan por mi mente: cumpleaños solitarios, logros celebrados con una palmadita en la espalda, abrazos escasos y forzados. Creí que así era el amor en mi familia. Pero ahora... ahora todo cobra un nuevo y doloroso sentido.
—¿Por qué? — grito al espejo, mis puños golpeando el lavabo. —¿Por qué me mintieron? ¿Por qué me negaron una hermana?
Las lágrimas fluyen sin control, nublando mi visión. Me deslizo por la pared hasta quedar sentada en el suelo frío del baño, abrazando mis rodillas contra mi pecho. El dolor es tan intenso que siento que me ahogo. No sé cuánto tiempo paso así, perdida en mi miseria. Poco a poco, el torrente de emociones se calma, dejando tras de sí un entumecimiento que se siente casi como un alivio.
Con piernas temblorosas, me levanto y salgo del baño. La habitación está en penumbras, iluminada solo por la tenue luz de la luna que se filtra por las cortinas. Teddy duerme plácidamente en la cama, ajeno al caos que nos rodea.
Me deslizo bajo las sábanas junto a él, su pequeño cuerpo cálido un ancla en mi mundo tambaleante. Inhalo su aroma a galletas y a inocencia, y por un momento, todo parece un poco menos aterrador.
—Te protegeré, — susurro, acariciando su cabello suave. —Pase lo que pase, siempre estaré aquí para ti.
Con esa promesa silenciosa, cierro los ojos y me dejo llevar por los brazos de Morfeo.
La mañana llega demasiado pronto. El sonido del despertador me arranca de un sueño intranquilo. Abro los ojos, desorientada por un momento, hasta que los eventos de la noche anterior me golpean con fuerza renovada.
—¡Mamá, despierta! — la voz alegre de Teddy corta a través de mi melancolía. Está saltando en la cama, lleno de energía infantil.
—Buenos días, cariño, — logro decir, forzando una sonrisa que no siento.
Nos alistamos para el día, una rutina familiar que se siente extrañamente reconfortante en medio del caos.
Ayudo a Teddy a vestirse, cepillo sus dientes, peino su cabello rebelde. Por un momento, puedo fingir que todo es normal. Ahora que lo pienso debemos hablar con Teddy tenemos que saber qué fue lo que le hizo ese hombre. Esto no puede quedarse así.
Bajamos a desayunar, el aroma a café y tostadas llenando la cocina. Christian ya está ahí, su rostro una máscara de preocupación cuando nuestros ojos se encuentran.
Aun puedo ver rastros de las bofetadas que Lambert le dio.
Lentamente suspiro.
Hay tanto que necesitamos decir, tanto que necesitamos resolver, pero no ahora. No frente a Teddy.
—Buenos días, Teddy, Anastasia— nos saluda Oscar.
—Buenos días, Oscar, señor Grey. —saludo y también me devuelven el saludo cuando me acomodo en la silla.
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El amor en mis términos.
RomantizmEn la soledad de su duelo, Christian Grey se aferra a su único vínculo con la vida: su pequeño hijo Teddy. Desesperado por llenar el vacío, contrata a Anastasia, una estudiante de literatura, para ser la madre temporal de Teddy. Lo que comienza como...