Sol de madrugada

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Unos rayos débiles de sol entraban por la ventana de la habitación de Chiara, que sin embargo no se percataba de su presencia ya que dormía con antifaz.
Violeta, en cambio, recibió aquel "buenos días" de la naturaleza con mucho placer.
Se había despertado de hace media hora aunque no se había movido de la cama, con sus piernas enredadas a la de su novia y el pelo de ésta a unos escasos centímetros de su cara. Ahí podía respirar todo su olor y nunca se había sentido tan en casa como cuando podía bañarse en aquel aroma tan suave que le sabía a hogar.
Chiara le estaba haciendo conocer la vida tal y como no se imaginaba poder vivirla, con una sencillez cotidiana que creía existiese solo en las películas románticas.
La medio inglesa, en cambio, parecía haberse decidido a hacer su vida una película de esas, con la diferencia que su vida no tenía una caducidad de noventa minutos.
La noche anterior había sido de lo más bonita, habían ido al cine, tal y como se habían prometido hacer, habían compartido palomitas y entre besos y piques por los mensajes un pelín calientes de la mañana habían pasado un buen rato viendo la nueva película de Zendaya.
Habían compartido cama, otra noche, y la verdad es que Violeta había pensado ir por una vez a su casa, pues a la mañana siguiente tenía que trabajar relativamente temprano, pero al ver los ojitos verdes de Chiara mirándola como un cachorrito y su labio inferior doblado en un puchero se le había antojado como imposible el simple hecho de siquiera pensar en rechazar su imperdible oferta de dormir acurrucadas una vez más.
Esta sensación era de lo más nuevo para la pelirroja, pues su pasada relación era de lo más alejado a la que estaba viviendo ahora con su Kiki.
Con Cris todo eran discusiones, siempre se sentía inferior por alguna u otra razón y terminaba por pedir perdón aunque no sabía el por qué, puede que para destensar el ambiente, para aparentar que todo iba bien o para intentar convencerse de que ese era el amor que se merecía.
Chiara había revolucionado totalmente aquel pensamiento y se sentía tan tonta de haber pensado poder conformarse con un sentimiento que no tenía nada que ver con el que la ojiverde le estaba enseñando.
Chiara le estaba enseñando la libertad de hacer lo que más le daba la gana, porque sabía que con tal de ser ella feliz lo sería la morena también. Chiara le estaba enseñando qué era la dulzura de tener un corazón siempre cerca tuyo, aunque cuando no esté físicamente a tu lado.
Chiara le estaba enseñando a priorizarse, a darse crédito, a sentirse bien, a sentir que su valor era de lo más grande, hasta más que ella misma creía que fuera antes de conocerla. Y es que la morena tenía ese poder inmenso de hacerle ver con tan solo una mirada lo importante que era para ella, lo tanto que la valoraba y lo mucho que confiaba en ella.
Siempre que tenía un nuevo pedido y le contaba a la morena qué tenía que pintar, Chiara la miraba con aquellos ojos limpios de cualquier duda y seguros de que ella iba a hacer un trabajo estupendo. Chiara apostaba por ella cada día y Violeta siempre ganaba.
Algo más que le estaba demostrando la medio inglesa era lo sexual que podía ser.
Ella siempre había tenido algunos complejos sobre su físico, sabía tener una cara preciosa, pero cuando se veía reflejada en el espejo siempre jugaba a encontrarse defectos y siempre acababa por encontrarlos.
Chiara le había mostrado como el reflejo que veía en el cristal no era más que el resultado de sus inseguridades y de su relación anterior que lejos de quitárselas, había añadido otras.
La medio inglesa lograba amarla con sus manos y desvestirla con la mirada, siempre teniendo el máximo respeto hacia ella y a su lado más inseguro. Chiara se sentaba en el suelo con ella y, como si estuviera jugando a los puzzle, buscaba las piezas correctas para que a su pelirroja pudiese hacerles más fácil la vida.
Justo cuando pensaba eso, las manos de Chiara empezaron a despertarse y a dibujar circulitos aleatorios sobre su piel. Y como si de un botón se tratara, en cuanto sintió que el cuerpo de su novia despertaba junto a ella, la sonrisa de Violeta se ensanchó gigante en su cara.
Chiara se dio la vuelta lentamente para encararla aunque sin dejar en ningún momento de tocarla, de alguna manera.
"Buenos días, amor" le dijo aún con los ojos cerrados.
"Buenos días dormilona" le devolvió la pelirroja acariciándole la cara con mimo.
Permanecieron un par de minutos envueltas en aquella burbuja de silencios y roces, hasta que Chiara acortó la ya poca distancia que las separaba para pegar aún más su cuerpo en el de la pelirroja.
"Tenemos algo pendiente nosotras, ¿no?" le dijo sugerente, quitándose por fin el antifaz y mirándola a los ojos.
Qué cara tiene, dios.
"Uy, es verdad, ayer no fuimos a hacer la compra" le contestó Violeta haciéndose la tonta.
Una sonrisa bobalicona se instaló en su cara y enseguida una muy parecida hizo lo mismo en la de Chiara.
Las manos de la morena se hicieron más valientes y empezaron a cubrir la piel de la pelirroja como si fueran una sábana gigante.
En un sin decir, la menorquina se deshizo de la camiseta que su novia se había llevado de su armario la noche anterior, haciendo con tan solo ese gesto erizar todo el vello de Violeta.
"En la oscuridad del cine, tu cara iluminada por la luz de la pantalla... Creo no haber visto jamás algo tan precioso" le dijo al oído mientras se apresuraba a sentarse encima suyo.
En los ojos de Violeta ya se había desatado una mezcla química de pasión y amor más puro, pues su novia tenía la capacidad de ser ambas cosas y al mismo tiempo, sabía encenderle el fuego en las entrañas y también calentarle el alma.
"Por favor, Kiki" dijo ésta cubriéndose levemente la cara con sus manos, avergonzada por los halagos de la menorquina.
Chiara no le contestó verbalmente pero sí lo hizo con sus gestos, acortó la distancia entre sus labios y capturó su boca en uno de los besos más profundos que habían compartido hasta la fecha.
Los labios de la morena intentaban decirle con sus movimientos desenfrenados todo lo que las palabras nunca serían capaces de expresar, porque un "eres preciosa" nunca sería lo suficientemente claro que un sus labios mordiendo, un "eres increíble" nunca sería tan expresivo que su lengua intentando conocerse de memoria cada rincón de su boca, para conocer el sitio y quedarse a vivir allí.
Aquel beso, para Violeta, había sido de lo más metafórico posible: Chiara le robaba el aliento y, aunque sin aire un ser humano cualquiera se moriría, ella cobraba vida y renacía.
"Te juro por mi vida que te voy a hacer el amor tan lento, pero tan fuerte..." decía entrecortando sus frases por los besos que dejaba por cada trocito de piel que descubría "Quiero escuchar mi nombre de tus labios y que te veas reflejada en mis ojos, porque nunca eres tan guapa que cuando te corres para mí y en cuanto veas lo que veo yo, nunca me dirás que no eres la más guapa del mundo".
Entonces se liberó de la última prenda que cubría el cuerpo de la pelirroja y una sonrisa pícara pero a la vez dulce se dibujó en el rostro de la más joven.
Sus ojos se levantaron otra vez en busca de los marrones de su novia y otra vez en aquel encuentro se desató la magia.
Chiara no podía creerse lo afortunada que era de estar en aquella posición y Violeta tenía el corazón yéndole a mil por hora, ni siquiera consciente de lo mucho que estaba sintiendo pues sus pensamientos estaban todos en la mirada de Chiara clavada en la suya y su sangre ya tenía un solo recorrido.
Se puso la morena a la altura de las piernas de la otras y como si fuera el mismísimo viento menorquino, sopló sobre la piel ya sensible de Violeta.
"Amor" salió de los labios de la pelirroja como un gemido ahogado.
"¿Qué?" le devolvió la morena como quien no sabe qué está pasando, mientras su boca por fin se acercaba a la piel más sensible de su novia.
Era como un pequeño baile lo que hacía la morena, en realidad, solo faltaba algo de música de fondo, pues allí estaba, acercándose, rozando sus labios a su piel y de nuevo retrocediendo.
Sabía perfectamente lo que estaba haciendo y ver el gesto en la cara de Violeta se le estaba antojando de lo más placentero, quería hacerle el amor y lo iba a hacer pero también quería que su chica se diese cuenta de lo mucho que disfrutaba de ella, de lo mucho que le encantaba, de lo increíblemente tanto que despertaba en ella, de lo perfecta que era, en cuerpo y en alma.
La pintora de profesión era Violeta pero Chiara estaba con sus manos pintando todo su cuerpo, buscando rincones por elevar, sombras por eliminar, lugares a los que priorizar.
"Kiki, por favor..." dijo entre gemidos ya incapaz de contenerse "Me estás matando".
"Tú me estás dando la vida" le dijo por fin ahogándose en su placer.
Se conocía de memoria todos los puntos nerviosos más sensibles y tal como le había prometido, le estaba haciendo el amor lento y fuerte. Los gemidos de Violeta llenaban todo el espacio y de fondo solo había los latidos descompensados de sus corazones.
Cuando la pelirroja estaba casi a punto, la morena se dio cuenta y se alejó del lugar en el que su novia más la quería en el mundo en aquel momento.
Chiara la escaló como si fuera una pequeña cima, mimando cada curva y cada sitio que se encontraba por el camino, y terminó por encararla.
"Hola, amor" le dijo como si nada, mientras que la otra solo se limitaba en intentar respirar sin desmayarse.
"Amor.." solo logró decirle.
Y Chiara decidió terminar su sufrimiento, le dio por fin lo que quería y con cada embestida le daba un beso cálido, por cada gemido ensanchaba una sonrisa.
"¿Ves? Las dos no tenemos que elegir, hacemos el amor y follamos al mismo tiempo" le dijo en el oído.
"Nunca así..." intentó decirle Violeta.
Nunca me he sentido así, quería gritarle si no estuviese concentrada en algo más inminente.
"Conmigo siempre así" le devolvió la morena leyéndole la mente "Eres tan... perfecta y te amo, no sabes cuánto".
Violeta logró abrir los ojos y lo que vio reflejado en los ojos verdes y limpios de cualquier mentira de su novia le creó un huequito en su ser, de los que no vacían sino llenan. Un hueco lleno de ellas dos, porque Chiara le había entregado a sí misma de vuelta.
"Córrete para mí, ahora" le susurró al oído mientras la sentía lista.
"Joder Kiki" gritó la pelirroja, entre sudores, el más puro placer y un amor que no le cabía en el pecho.
"Te amo yo también" le devolvió en cuanto se repuso del todo.
Sabían que de allí a poco sus vidas tenían que retomar el rumbo diario, la tonta rutina de bañarse, vestirse e ir a trabajar, pero en el entonces de aquella cama, donde no se sabía dónde empezase la una y terminase la otra, la vida era tan sencilla como un rayito de sol por la madrugada.
Y qué madrugada.

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⏰ Última actualización: Jun 06 ⏰

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