❈•≪24. Memorias agridulces≫•❈

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Hongjoong no podía dormir, sin importar la posición que intentara: del lado izquierdo tenía una costilla fracturada; del lado derecho, tenía un esguince en la muñeca; de espaldas nunca logró conciliar el sueño, se le hacía incómodo y su cabeza quedaba en una mala posición. Por lo que desde un rato llevaba luchando con el cansancio y la inconformidad perpetua.

Hasta que en un punto, sólo exhaló con profundidad y aplastó su rostro con las manos. Una acción cargada de hastío y frustración.

No sabe si fue eso o su continuo movimiento, pero lo qué sea, terminó por hacer girar a Mingi sobre su eje y enfrentarlo. Ojos profundos como dos gemas, reflejando el brillo tenue de la luna y observándolo a detalle. Una mirada analítica, cargada de preocupaciones e interrogantes.

—¿Qué te molesta? —preguntó en un susurro acogedor, bajo y en una cadencia rasposa.

—Todo —respondió con exasperación, mirándolo de regreso, para a continuación empezar a enumerar con los dedos—. El ruido de la llovizna sobre la ventana, el agua que se desliza por el tejado, los insectos ocultos entre las hojas, los grillos que no paran de mover sus alas y producir esa vibración sin cesar, mi muñeca y mi costilla... Todo —remarcó con mayor énfasis.

—Lo siento, gatito —murmuró Mingi con una sinceridad aplastante—. ¿Quieres un somnífero?

Hongjoong sacudió la cabeza, anteriormente se había planteado la idea de tomar uno, quizás dos para un efecto más rápido, pero a sabiendas de que tenían un mecanismo de dependencia en el organismo, la desechó inmediatamente. Para evitarse posible adicciones.

Lo que menos necesitaba ahora, era ser adicto a una droga prototipo.

Funcionaba bastante bien para la tarea que fue diseñada, pero a veces, el tiempo en el que los tenía sedados era más prolongado e inexacto de lo esperado. Por lo que sus tendencias a la hora de dudar en consumir los somníferos, eran mayores. Aparte de comprensibles.

—Estoy bien así —aseguró con un asomo de sonrisa, intentando trasmitir confianza, sin embargo, flaqueó en sus intenciones.

—Dime, entonces, ¿qué puedo hacer por ti?

—No lo sé, ¿tienes alguna cura mágica de la que desconozca?

—Podemos intentar algo —musitó Mingi con una sonrisa alentadora, enderezándose—. Recuéstate en mi pecho —le pidió con gentileza, palmeando sutilmente su abdomen—. Vamos, confía en mí —le dijo al notar su resistencia—. No es nada pervertido.

Estrechando los ojos, Hongjoong se enderezó también—. Contigo nunca se sabe —murmuró, colocándose entremedio de las piernas abiertas del cazador y con cuidado, descansó la espalda en su pecho—, tus manos siempre tienen esa urgencia por tocar —agregó.

—Conozco mis límites —aseguró el moreno sin sentirse ofendido, riéndose inclusive—. Terminan donde los tuyos empiezan —continuó con toda certeza, deteniendo su corazón.

—Eres todo un caballero, ¿no es así?

—Hago lo que puedo —replicó el moreno en su lugar, rodeando sus hombros con los brazos. Un agarre débil y cómodo.

—¿Cuál es el plan ahora? ¿Conversar hasta el aburrimiento? —bromeó.

—Puedo tararear algo en cambio, ¿no suena mejor? —preguntó—. ¿Te ayudaría a dormir?

Sonriendo de forma vaga, el más bajo no pudo evitar comentar:—. Mi madre solía cantarme cuando tenía pesadillas —susurró de repente, una apariencia nostálgica en el rostro—. No era ninguna canción en particular, pero su tonada era linda y relajante, por lo que me hacía caer rendido con facilidad.

Belewe Moon - [MinJoong]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora