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La pequeña chica caminaba hacia el supermercado, el pequeño supermercado solo para comprar algo para comer durante la larga noche que venía. Estaba anunciado por todos lados, la noche que todos en los suburbios, al lado oscuro de la ciudad, estaban esperando. Algunos estaban aterrorizados, otros emocionados. A ella no le podría importar menos.

La purga estaba a la vuelta de la esquina.

¿Por qué una purga cuando la ciudad lucía... bien? Porque había sobrepoblación. Y un estúpido sugirió hacer una maldita purga. La mejor idea, ¿no?

Así que, esa noche sería la purga. Todos esperaban que la mitad de la población muriera esa noche, o eso querían. Muchos grupos mafiosos o depuradores planeaban crear caos, querían matar gente sin discreción.

Y ella solo quería dormir o terminar las series que estaba viendo recientemente.

Pero primero, comida.

Entró al supermercado sin importarle la conversación que tenían unas personas al frente. Ella buscó y tomó en sus manos cereal, leche, jugo, pan y otras cosas, no mucho. Tenía que caminar con las bolsas así que no podía darse el gusto de comprar mucho.

Caminó hacia la caja para pagar, para darse cuenta de que habían dos ladrones tratando de tomar dinero, pero el tímido cajero decía que no tenía efectivo. Las personas estos días pagaban más con tarjeta que con efectivo.

Puso las cosas enfrente del chico, y tomó su dinero para pagar. Los ladrones la miraron confundidos, como si fuera una loca. ¿Que no veía que eran ladrones con navajas en las manos?

— Pagaré con esto. ¿Bien? — preguntó enseñando el billete, tenían que darle cambio.

— N-no tengo cambio ahora mismo — trató de decir. Parecía que veía un ángel, la persona que lo salvaría de aquellos ladrones.

— Bueno... — miró dentro de la bolsa de uno de los ladrones, donde estaba el poco efectivo del mercado — Lo tomaré de aquí, supongo — procedió a meter su mano dentro de la bolsa, tomando la cantidad correcta de cambio. Contó el dinero cuando de pronto el ladrón con la navaja tomó su mano agresivamente.

— ¿Estás loca? ¿Acaso quieres problemas? — preguntó el que tomó su mano. Ella suspiró y lo miró, sus ojos tan pequeños y entrecerrados, se notaba que no le importaba una mierda.

— Solo déjame tomar lo que es mío y no tendrás problemas... — puso el dinero en su bolsillo — conmigo.

El ladrón rio y, agresivamente, tomó su mano para halarla. Enseñó su cuchillo para hacerla temblar de miedo, pero parecía muy tranquila. Intentó atacarla, pero se deslizó al lado. Él intentó de nuevo, pero ella se manejó para esquivarlo cada vez que intentó cortarla. Ella tomó una lata de sopa y lo puso donde él apuntó, el ladrón terminó acuchillando la lata. Con la misma lata, lo golpeó en la cara tan fuerte que pareció que su cabeza dio vueltas.

𝐃𝐉𝐀𝐍𝐆𝐎ㅣMINGI ATEEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora