Capítulo XXVI

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Lexie lo miró con miedo.

—¿Por q...?

Ni siquiera pudo acabar la pregunta antes de caer inconsciente al suelo, haciendo suspirar a su secuestrador. Se había desmayado.

—Por eso —hizo una mueca.

—Hey, Harrison, escuché los gritos —apareció Liam, observando la escena con confusión—. ¿Qué ha pasado?

—Nada, solo otro capítulo más en Lexie desobedeciendo a Blake —bromeó sin gracia acercándose a su rehén.

—¿Ha abierto...? —calló.

—Sí, ya ha visto lo que hay dentro —murmuró cogiéndolo en brazos, con un brazo bajo sus rodillas y otro tras su espalda. Estaba cansado, y no tenía ninguna gana de aquel espectáculo—. La llevaré a su habitación, solo ha sido un desmayo. No está acostumbrada a ver estas cosas y se impresiona con nada. Cierra esa maldita puerta con llave y llama a mi médico, después cambiaré la cerradura.

—Está bien —suspiró.

[...]

Su ceño se frunció ligeramente antes de que sus ojos intentasen abrirse. Lo hizo lento, despacio, tomándose su tiempo para acostumbrarse a la luz artificial que se esparcía por la habitación.

Se alejó del hombre que la observaba con curiosidad, esperando con ansias su despertar, y frunció el ceño cuando se percató con rapidez de lo que estaba sucediendo.

—Tranquila, niña. Soy el médico.

—B-Blake —la sequedad de su garganta a penas le permitió hablar con claridad—. ¿Dónde está Blake? Q-quiero que venga.

—Estoy aquí.

Lexie lo observó. Estaba sentado en una esquina de la habitación, con los brazos cruzados y su tobillo izquierdo sobre su rodilla derecha. Sus dedos anillados se cerraban con fuerza blanqueando ligeramente sus nudillos, y un cigarro se consumía entre sus labios mientras lo sujetaba con sus dientes para poder hablar. Iba vestido de negro, con una camisa del mismo color que dejaba ver su pecho al tener desabotonados los tres primeros botones de ella. Su cabello estaba despeinado en un sinfín de rizos, y su mirada oscura se clavó en ella con intensidad.

Lexie no supo si tenerle miedo, o si provocarlo hasta que la dejara sin caminar durante una semana.

—Niña, mírame a mí —la voz dulce del doctor no le gustó en absoluto.

—Déjeme.

—Solo estoy chequeando tu estado de salud —se acercó a ella una vez más, tratando de agarrar su brazo para que no pudiera alejarse. Su respiración se aceleró.

—¡No me toque! —gritó asustada, haciéndose un ovillo en el extremo opuesto de la cama. El doctor la miró perdiendo la paciencia, oscureciendo su mirada mientras sacaba un tranquilizante. Había algo de él que no le fue de fiar.

—Creo que lo mejor será que te inyecte est...

—Inténtalo, pedazo de mierda, y te meto la puta jeringuilla por el culo —gruñó con fuerza, rasgando su voz oscura mientras fulminaba a su médico con la mirada.

—H-Harrison

—Largo de aquí —demandó.

Ni siquiera lo dudó antes de marcharse de aquella habitación casi tan rápido como había entrado. No tenía en mente contradecir al hombre responsable de tantas muertes a lo largo de su vida, y sin duda no iba a pretender encararlo.

Sin embargo, miró hacia la habitación antes de salir de aquel pasillo, frunciendo su ceño mientras guardaba la jeringuilla en su maletín.

Lexie se abrazó a sí misma cuando escuchó la puerta cerrarse por su secuestrador, negándose a mirarlo. Sentía una mezcla entre vergüenza y miedo, algo que a Blake no le costó notar.

Rehén [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora