Capítulo XVII

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Lexie sintió náuseas cuando llegaron a la mansión, dónde los gritos disminuyeron notablemente ante un motivo desconocido para ellos.

Blake, frívolo y serio, la miró con atención.

—Quiero que vayas a tu habitación, y te encierres allí con llave.

—No, no me quiero separar de ti.

—Obedece, Lexie. Ahora no hay tiempo para discusiones estúpidas —espetó con dureza, empuñando su arma con las dos manos—. Vamos, yo te cubriré hasta que llegues al pasillo. Cuando entres en él, corre y enciérrate.

—Pero...

—¡Hazme caso, joder! —gritó nervioso, mirando a ambos lados mientras apuntaba con su pistola.

Lexie decidió no decir nada más. En aquellos casos, sabía que era él el experimentado, el que sabía lo que debía hacer y lo que no. De nada le serviría llevarle la contraria.

Hizo exactamente lo que le ordenó, llegando al pasillo con su secuestrador cubriéndole las espaldas tal y como dijo. Fue ella quien se volteó a mirarlo justo cuando llegaron al pasillo de su habitación.

—Vamos, corre —susurró inquieto, cargando su arma mientras se mordía el labio con nerviosismo.

—Prométeme que volverás —mascullo con miedo. El azul de sus ojos se clavó en el verde de los suyos, obligándolo a devolverle la mirada.

—No me gusta prometer.

—Entonces, solo vuelve —corrió.

Blake la observó mientras corría hacia su habitación, inmóvil y silencioso mientras repetía en su mente una y otra vez las tres últimas palabras que pronunció.

Ella quería que volviera. Por primera vez en toda su vida, alguien lo esperaba tras una puerta, preocupándose por que no le pasara nada y velando por su seguridad.
Era la primera vez que le importaba a alguien si volvía vivo, o si moriría en el intento.

Ladeó su cabeza varias veces, intentando dejar su mente en blanco para mantenerse atento, frívolo y calculador. Sin embargo, no consiguió borrar la estúpida sonrisa que se formuló en sus labios ante aquel pensamiento.

Atravesó el pasillo nuevamente, corriendo con cuidado hacia la parte central de la mansión, dónde se habían escuchado los gritos acompañando a aquel disparo.

Pudo jurar que lo habría matado ahí mismo cuando, al entrar, fue a Nico a quien vio. Empuñando una pistola, mientras Zack permanecía a su lado sonriendo.

—¡Harrison! —exclamó el rubio, exagerando felicidad. Blake se pellizcó la raíz de su nariz con dos de sus dedos, tratando de mantener la calma.

—Quiero una explicación —lo miró serio, bajando su arma—. Ahora mismo.

—Esto... —no supo qué decir—. Cómo te lo explico...

—Le estaba enseñando a Nico cómo empuñar un arma, y disparó sin querer —explicó Zack, con toda la tranquilidad del mundo.

Blake lo miró fijamente, incrédulo ante sus palabras.

—A veces te juro que no entiendo por qué sigo viviendo aquí —ironizó, controlando sus ganas de matar al rubio.

—Solo le estaba enseñando algo básico —se encogió de hombros.

—¡Son las cuatro de la mañana, Zack! ¡Son horas de dormir, no de enseñarle a un puto loco cómo funciona un arma! —gritó, sin poder entender la situación. Nico alzó las cejas con diversión.

—Tampoco es hora de pasearse por el bosque, ¿No? —comentó de lado, haciéndose el desinteresado.

—¿Perdón? —lo retó.

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