Capítulo XIX

1.4K 79 47
                                    

Lexie movió su última ficha haciendo jaque mate, derrotando a Nico por enésima vez. El rubio aún persistía en que tan solo había sido suerte, obligándola a jugar una y otra vez hasta ganar él. Algo que, por supuesto, no pasó.

—He llegado a una conclusión —asumió el rubio.

—¿Que juego mejor que tú? —lo miró burlona.

—No. Que haces trampas.

No fue capaz de reprimir una fuerte carcajada, volviendo a mirarlo con sorna.

—Esa es la frase clásica de un perdedor que no sabe perder.

—¡No es posible que me hayas ganado nueve veces seguidas! Estoy seguro de que haces trampa. Seguro no, segurísimo.

—Si tu ego prefiere creer eso para no verse herido, adelante. Piénsalo. —vaciló.

—A veces me caes mal, Lexita —rodó los ojos.

—Es mutuo, rubio teñido —le guiñó un ojo.

—¿Qué hacéis? —Zack entró en la habitación.

Nico sonrió al verlo entrar. Besó sus labios cuando se acercó a él, sonriendo entre medio cuando Zack lo agarró por la cintura sin oponer fuerza de más.

Lexie retiró la mirada con incomodidad.

—¿Vienes a vernos jugar, amor?

—En realidad, venía a avisar a Lexie.

Esta vez, sí los miró.

—¿A mí?

—Sí —sonrió con amabilidad—. Mi hermano te está buscando. Está en su despacho, me ha enviado a buscarte.

—Está bien, gracias.

No se lo pensó dos veces antes de encaminarse hacia el despacho de su secuestrador. A paso firme y decidida, con sus manos echas puños y sus dientes mordiendo con fuerza su labio inferior. Estaba nerviosa e insegura.

Había pasado una semana desde que Blake le prometió cambiar. Una semana en la que, pese a sus esperanzas por mejorar la relación que tenía con él, no habían conseguido nada más que peleas y discusiones por parte de los dos.

Quizá Blake no ponía demasiado de su parte. O quizá Lexie exigía demasiado.

Un tira y afloja entre ambos que siempre acababa en una discusión, dónde en un mísero intento de amarse, acababan distanciándose un poquito más.

Sus nudillos temblaron cuando impactaron contra la puerta de su despacho, y se sintió flaquear cuando un ronco y áspero "pasa" se escuchó desde dentro.

Así hizo. Abrió la puerta con indecisión, cerrándola a sus espaldas una vez se encontró cara a cara con su secuestrador.

Él lo miró con frialdad.

—¿Dónde estabas? —preguntó.

—J-jugando con Nico.

—¿Jugando? —preguntó de nuevo—. ¿A qué?

—Ajedrez.

El rizado suspiró. Apoyó su espalda en el respaldo de su butaca, y juntó las yemas de los dedos de ambas manos mientras apoyaba sus codos uno en cada brazo del asiento.

—Te he estado buscando.

—L-lo sé. Perdón, pensé que aún estarías haciendo negocios y...

—No me gusta que me vacilen, Lexie —la interrumpió tajante—. Y mucho menos que me tomen por imbécil.

Rehén [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora