𝐒𝐄𝐂𝐑𝐄𝐓𝐎𝐒 𝐑𝐄𝐕𝐄𝐋𝐀𝐃𝐎𝐒

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El anuncio de Ragnar sobre la misión de la rebelión fue recibido con reacciones divididas. Algunos elfos se mostraron entusiasmados por la oportunidad de derrocar al Rey Percival, pero otros, desconfiados por naturaleza, comenzaron a expresar sus dudas. El hecho de que Joanne fuera la hija del rey no ayudaba a calmar los ánimos. Pronto, un grupo de elfos se acercó a Ragnar, alzando la voz y exigiendo explicaciones.

—¿Cómo sabemos que no es igual que su padre? —gritó un elfo, su voz resonando en el claro—. ¡Es su sangre la que corre por sus venas! ¿Por qué deberíamos confiar en ella?

—¡Nos está llevando a una trampa! —dijo otro, señalando a Joanne con desconfianza—. ¡No podemos seguir a una princesa que puede traicionarnos en cualquier momento!

Ragnar intentó calmar a los elfos, pero sus voces se alzaron más alto, algunos incluso amenazando con abandonar la misión. Joanne se quedó de pie, mirando la agitación con una mezcla de sorpresa y tristeza. No podía culparlos por desconfiar, pero sabía que tenía que hacer algo para ganarse su respeto y confianza.

En un movimiento valiente, Joanne subió a una roca grande en el centro del claro, llamando la atención de todos. Levantó una mano, y el bullicio comenzó a calmarse mientras todos la miraban, esperando escuchar sus palabras. Su expresión era firme y decidida, y sus ojos brillaban con una intensidad que pocos habían visto antes.

—Mi nombre es Joanne de Arvalor, Princesa de Aedar —comenzó, su voz clara y fuerte—. Y les juro que estoy dispuesta a morir para ver cómo la luz de los ojos de mi padre se apaga, solo por el bien de Aedar y de todos los pueblos que viven en él.

La multitud se quedó en silencio, sorprendida por la pasión en su voz. Joanne miró a cada elfo en el claro, asegurándose de que entendieran la seriedad de sus palabras.

—Sé que muchos de ustedes no confían en mí porque soy la hija de Percival, el hombre que ha causado tanto sufrimiento a su pueblo. Pero quiero que sepan que no soy mi padre. Quiero detener su crueldad y construir un futuro donde todos puedan vivir en paz, elfos y humanos por igual.

Los elfos comenzaron a murmurar entre ellos, pero la mayoría escuchaba con atención. Joanne continuó, su tono volviéndose aún más firme.

—Si quieren abandonar la misión, no los culparé —dijo—. Pero si me siguen, les prometo que lucharé con todo lo que tengo para detener a mi padre y poner fin a su tiranía. No puedo hacerlo sola, pero con ustedes a mi lado, sé que podemos lograrlo.

Los murmullos se convirtieron en aplausos, y pronto todo el claro estaba animando a Joanne. Había logrado ganarse su respeto y confianza con su discurso apasionado y su determinación. Incluso Ragnar, que había permanecido serio todo el tiempo, asintió con aprobación.

Joanne bajó de la roca, visiblemente aliviada por la reacción positiva de los elfos. Se acercó a nosotros, y todos la abrazamos, felices de verla ganarse el apoyo del refugio.

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