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Narra ella.

El alcohol quemaba en mi garganta como cada fin de semana desde el accidente que acabó con la vida de John.

Recuerdo perfectamente cada detalle de ese instante.

Desde la música que la radio emanaba hasta los carteles que se encontraban en la autovía.

Recuerdo todo porque desde instante mi vida cambió.

Perdí mi apoyo, perdí a la persona por la que me mantenía fuerte, perdí a mi hermano.

A mí no me hubiera importado morir y las cicatrices que ocultan las pulseras que cubren mis muñecas son una prueba de ello.

John fue el que me encontró cuando decidí acabar con mi vida en aquel baño. Fue el que me tendió una mano para vivir y en él encontré esa razón para hacerlo. Nunca nos habíamos llevado bien. Nunca le había considerado mi hermano, tan solo el hijo del hombre con el que mi madre había decidido unir su vida pero, después de eso, fuimos uno.

John me tendió una mano para vivir y yo se la cogí para arrebatársela a él en ese coche.

Que estuviéramos los dos ahí metidos fue mi culpa. Yo le pedí que me llevara a aquel estúpido centro comercial.

Sé que Lucy, su mujer, me odia y sé con toda seguridad que cuando Ivy, su hija de dos años, crezca también lo hará y la verdad es que no las culpo. Les arrebaté la felicidad y yo también me odio por ello.

Por eso me encuentro sentada en esta silla, bebiendo sin parar el alcohol que Sean me ofrece. Ahora no tengo a nadie más que a él.

Lo conocí una noche que buscaba olvidar, estaba al fondo de aquel sucio pub, me ofreció refugio y lo que yo más necesitaba y sigo necesitando, me ofreció el alcohol, la única cosa que me hace olvidar por unos instantes la maldita verdad que no quiero recordar, la realidad que quiero negar. A cambio, yo tan solo tenía que satisfacer sus necesidades por lo que acepté sin pensármelo dos veces. Abandoné mi vida y me fui a la oscuridad con él.

-¿Otro más, nena?- preguntó Sean mientras se acercaba lentamente.

Asentí, Sean me rellenó el vaso y rápidamente vertí su contenido en mi garganta.

-Parece que tienes sed.

No dije nada, tan solo señalé el vaso y él me lo volvió a llenar.

-Creo que me debes algo- dijo él mientras intentaba meter sus manos por debajo de la falda negra que llevaba.

Sabía perfectamente lo que quería. Era nuestro pacto. Pero hoy no podía concederle aquello que me pedía.

-Hoy no, Sean- dije mientras intentaba zafarme de él.

-Hoy sí.

-No- me levanté- hoy no- conseguí dar unos cuantos pasos pero no podía sostenerme por mí misma, todo me daba vueltas. Me iba a caer de un momento a otro.

-Ven aquí pequeña puta.

- Te he dicho que no, déjame en paz.

-Repite eso si te atreves.

-Que me dejes en paz, Sean. Vete y déjame esta noche sola.

No sé en qué momento mi cerebro se otorgó el permiso para decir eso pero desde el mismo momento en el que esas palabras salieron de mi boca, supe que iba a acabar mal.

Y así fue.

-¿Quién te crees que eres para hablarme así?- dijo mientras su puño impactaba en mi cara. Mi cuerpo no aguantó más y finalmente, acabó en el suelo. No sentía nada pero mis manos llenas de sangre después de tocarme la cara indicaban que algo iba mal.

Stranger (Louis Tomlinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora