Capítulo 6

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¿Por qué me has desamparado, señor mío? ¿Tanto deseas devorar mi alma impura? Sé que soy un hereje miserable y he cometido mis transgresiones, pero ¿quién no ha cometido sus agravios? Cada flagelación la he recibido con pleitesía, esperando que el dolor reprenda la carne y someta el espíritu. ¿Qué más debo hacer? ¿Cómo puedo complacerte y ganarme tu absolución? Estoy al borde de la demencia, ya no lo soporto más, por favor, señor mío, responde a mis plegarias. Protégeme de los adultos del pueblo y mantenme lejos del sacerdote Gustavo, otórgales tu misericordia para conmigo...

Capítulo 6

El resguardo de las sábanas viejas y ásperas me cubría del frío de la noche. Estaba tapada hasta la cabeza, la luz del exterior del motel se colaba por la ventana y me permitía vislumbrar siluetas y sombras. Llevaba una eternidad con los ojos cerrados y pensamientos apacibles que me ayudaran a dormir. El aroma de mi pijama a jabón blanco y suavizante era el único consuelo que tenía y que me salvaba del grotesco olor a encierro y madera vieja de la habitación.

A pesar del cansancio, el estrés me mantenía atenta a mi entorno, sentía que estaba siendo observada. Todo mi cuerpo se encontraba tenso e incómodo, la atmosfera del lugar me daba una palpable inquietud que me iba consumiendo. Era una sensación opresiva que no me dejaba descansar, y no me atrevía a mirar por fuera de mi desesperado escudo de telas con el que me protegía.

El silencio era sepulcral, solo podía escuchar a mi corazón golpeando contra mi pecho y mi respiración. Daba la impresión de que no había nadie más en el cuarto, aunque supuestamente Agustín se encontraba a unos metros.

Seguía sintiéndome prisionera, creía que, al salir del orfanato experimentaría la libertad, pero nada había cambiado. ¿Estaba condenada a ser sometida por la presencia de los adultos? ¿Acaso siempre iba a sufrir esta sensación de debilidad y vulnerabilidad?

Solo quería dormir y terminar con todo esto. Padre Santo, ¿me otorgarás Tu protección esta noche para poder conciliar el sueño? Al final, siempre termino recurriendo a Ti cuando me encontraba atrapada. Los rezos me brindaban un falso coraje y consuelo, me gustaría pensar que realmente me escuchabas.

"Ángel de la guarda,

dulce compañía,

no me desampares

Ni de noche ni de día..."

El sonido del cerrojo de la entrada interrumpió mi rezo, erizándome la piel. Inspiré con fuerza, el aire helado que pasaba a través de mis pulmones me estremeció todo el cuerpo. La puerta se abría lentamente, el ruido de la madera arrastrándose por el suelo me obligaba a comprimir mis manos.

Mi respiración se volvió entrecortada y cada exhalación me dejaba sin aliento. Las pisadas eran sutiles, como las de un asesino que no quería despertar a sus víctimas. No podía moverme, el pánico me paralizaba. Era atroz, un tipo de miedo que jamás había experimentado, muy diferente a los que viví con la madre Anna. Temía por mi vida.

"Agustín, despertá", supliqué en mi mente, esperando a que me rescatara.

Aquel intruso estaba cerca, se detuvo al lado de la cama. Podía sentir su mirada, parecía un filoso cuchillo con el cual atravesaba las sábanas con las que me cubría y llegaba hasta mi piel. Sin previo aviso, se sentó en el borde de la cama con delicadeza. Su presencia ya no era solo una horripilante impresión, estaba a mi lado. El peso de su cuerpo hundía el colchón y me acercaba hacia él.

Mi voz me había sido arrebatada, no podía gritar por más que lo intentara. Solo podía hacer ruidos con mi respiración, esperando que fuese lo suficientes para alertar a Agustín. Mis extremidades se sentían heladas, como si no me corriera la sangre. Estaba congelada, cerrando los parpados con fuerza. Los segundos de silencio me torturaban, no entendía qué ocurría, pero estaba espantada. ¿Qué quería? ¿Por qué estaba haciendo esto? ¿Iba a lastimarme? ¿Lo haría ahora? ¿En unos instantes?

No Todos Los Huérfanos Van Al Cielo #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora