Capítulo 3 "Cercanías"

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La vena del cuello de Wesker aumentaba de volumen a medida que avanzaba aquella reunión. Hacía casi una hora que habían llegado a Comisaria, y tras unos saludos formales, todos se habían dirigido a la sala de reuniones, y desde entonces estaban ahí.

Los ojos grises de Wesker viajaban analizando el lenguaje corporal de cada miembro de la sala, y no hacía falta ser un experto como para notar la tensión y el desagrado de ambas partes.
Era como un duelo de titanes, el SNI contra el CNP, ¿en qué momento se torcieron tanto las cosas?
Se suponía que debían trabajar mano a mano, ayudarse para construir una ciudad mejor... sin embargo, ahí estaban, por tercera vez en lo que iba de semana en aquella patética lucha de egos.

Un golpe certero sobre la mesa, hizo que su atención volviera a centrarse en el jefe de comisaría Gordon. Aquel rubio de mediana edad tenía el rostro tan rojo como los tomates que él cenaba cada noche.
Si la reunión duraba unos minutos más estaba seguro de que en cualquier momento Gordon explotaría de rabia.
Y frente a él... bueno, ella.

Si los miembros de la CNP estaba coléricos y escupiendo bilis llenos de rabia, ella era todo lo contrario. Dominique se encontraba sentada de forma pasiva y elegante sobre el sillón de cuero que reinaba en la punta del escritorio.
Sus ojos dorados ni siquiera estaban posados sobre el jefe de comisaría, a pesar de que este se empeñaba en llamar su atención a base de reclamos e insultos, ella miraba a la nada... al todo.

Wesker estaba seguro de que la mente de la pelinegra andaba viajando a miles de kilometros de ahí, a otro mundo. Uno que solo conocía ella.

Era increíble como en una situación así no perdía los estribos, ni una gota de sudor o nerviosismo. Para nada. Era como el mármol frío, tan recta, tan inalcanzable.

-!Y es así cómo deben trabajar sus hombres, DiPierro!! ¡Respetando mis órdenes!- gritó Gordon lleno de rabia, y tratando de cierto modo intimidar a la pelinegra.

Una respiración profunda salió de sus labios color sangre, para que luego sus ojos se posaran por primera vez en la mañana sobre los dos agentes que se encontraban detrás de Gordon.

-Sus placas sobre la mesa ahora- dijo pausadamente señalando a ambos con el dedo

-¿Cómo?- preguntó extrañada la chica de cabellos blancos, era la subinspectora, creía recordar Wesker.

-Tienen dos segundos para poner sus placas sobre este escritorio, sino quieren perder toda su carrera policial antes de salir por esa puerta- dijo sin perder el tono neutro de su voz

-Señora Dipierro, usted no tiene... - comenzó a hablar Gordon, pero el sonido de la voz de Dominique en una especie de tarareo lo hizo callar.

-¿Usted no tiene el qué? ¿Qué iba a decir, Gordon?- centrando el dorado de sus ojos en el comisario - ¿Qué no tengo derecho a mandar aquí?-

Una risa sarcástica salió de sus labios, haciendo eco en aquella habitación que había quedado en silencio.
Se puso de pie lentamente, para quedar cara a cara al rubio que moría de rabia en esos momentos.

-Yo tengo derecho a hacer y deshacer en lo que a mí me de la gana en esta comisaría, señor Gordon - la mirada de Gordon viajó buscando apoyo en su subcomisario, que hasta el momento parecía un muñeco de cera callado en una de las esquinas de la habitación.

-No mire a su subcomisario Toni, él sabe perfectamente que tengo razón- refutó Dominique incorporándose y acomodando las gafas sobre su cabellera.

-Pero...-

-Soy la Directora General del Servicio Nacional de Inteligencia del País. Estoy por encima de usted, y de cualquiera de sus jefes- lo señaló pausadamente - Hasta el momento lo he respetado, y dejado que usted se encargue de sus hombres. Pero veo que no es capaz de hacerlo-

Luego de tu Mirada... DomiskerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora