Capítulo 21 "Sanando heridas"

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Una sensación de incomodidad se negaba a salir de su cuerpo. Paul Wesker odiaba los hospitales, desde muy pequeño asociaba estos lugares con la muerte y el dolor.
Cuando tenía apenas 10 años su madre cayó enferma de leucemia, iniciando una lucha dolorosa que duró dos años hasta su fallecimiento. Escuchar el sonido de las máquinas le traían muy malos recuerdos.

Pero no se iría, a pesar de su pena, el motivo que lo hacía volver a estar entre esas cuatro paredes blancas era mayor. Por nada del mundo se alejaría más de unos dos metros de la mujer que tenía enfrente. No luego de casi perderla.

Sobre la cama se encontraba una incosciente Dominique Dipierro, tan plácidamente dormida que no parecía que no había estado al borde de morir hacía unas escasas horas. Lograron llegar al hospital a tiempo, y los médicos habían logrado contener la hemorragia. Ahora ya estaba fuera de peligro, pero con una dosis bastante alta de tranquilizantes.

Wesker se había negado a marcharse del hospital tras la operación de la pelinegra, y tras discutir en numerosas ocasiones con Vera había resultado ganador de cuidarla en la primera noche.

La respiración pausada de la pelinegra le transmitía un poco de calma. Su corazón lo agradecía. En las últimas 24 horas había latido como nunca antes por causa del miedo, del terror absoluto por perder a la mujer que tenía delante.
El pelinegro no quería ni pensar en lo difícil que tuvo que ser para Dominique tener que volver a revivir esos fantasmas del pasado, con los que su alma seguía estando atormentada.

Haría pagar a Toni por eso, juró apretando sus puños. Una bala en su cargador tenía grabado a fuego el nombre del italiano. Era la única forma de acabar con la pesadilla.

Las manos de Wesker envolvieron las de Dominique, arropándola en su calidez. Su piel permanecía fría, tal y como la había sacado de aquel maldito lago. Esa imagen, de ella bajo el agua lo atormentaría por toda su existencia.

-Casi me muero de miedo. Creí que iba a perderte- murmuró dejando una leve caricia sobre su mano.

Una suave respiración fue lo que obtuvo como respuesta de su parte.

- Pero al parecer hasta la muerte te pilló miedo- sonrió de forma tierna -No quiero ni pensar por lo que tuviste que pasar... Perdón-

Agachó la cabeza sintiéndose frustrado consigo mismo. Le había fallado. Si tan solo se hubiese despertado a tiempo los hombres de Miranda no la hubieran capturado y no estuviera en ese estado.

No sabía bien que había sucedido en aquel almancén, pero los golpes y hematomas que ahora habitaban en su cuerpo le daban una pista de ello. Aparte del disparo había recibido varias contusiones, y según los médicos tenía dos costillas rotas. Él reconocía esa especie de marcas en sus brazos y torso, eran las huellas de un puño americano.

La había torturado tanto física como psicológicamente, golpeado hasta casi dejarla sin conocimiento, y sin embargo, aún así había tenido la fuerza suficiente como para salir por sí misma del almacén. Esta mujer era de otro mundo.

-Perdón por no ser capaz de protegerte mejor- susurró.

Pudo sentir como la mano de Dominique se tensó bajo la suya, como si fuera capaz de escuchar sus palabras. La miró durante unos segundos en una especie de estado hipnótico, solo interrumpido por el sonido de la puerta al abrirse.

La melena rubia de Darlene hizo entrada a la habitación, deteniéndose en seco al ver sus manos entrelazadas. Como si la mirada de esos ojos color miel quemasen, Wesker alejó sus manos de las de Dominique, para ponerse de pie para recibirla.

-Ven siéntate tú- ofreciéndole su lugar.

-¿Qué dijeron los doctores?- preguntó Darlene mirando el rostro de su madre. Las ojeras resaltaban con su palidez debido a la pérdida de sangre.

Luego de tu Mirada... DomiskerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora