Capítulo 14

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Hablando desde el corazón
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Me siento en aquella silla del aula 7, esperando a que lleguen a los de gastronomía para que la clase comience. Esperando a que mi chico llegue para no prestarle nada de atención a la clase y solo prestársela a él.

   – Últimamente estás muy pensativa –la voz de Angie me hace regresar a la realidad y la miro sonriendo–.

   – Nada importante –miento y vuelvo a bajar la mirada–.

   – ¿Es por lo de Emi? –pregunta y se adelanta antes de que yo responda–. Si es así, podemos hablar con la maestra Griselda y hacemos cambio de pareja...

   – No, no es eso –la interrumpo–. De hecho... regresamos –suelto con una pequeña sonrisa–. Bueno, nunca nos separamos como tal, pero ajá.

Sus labios forman una grande "o" para luego morderlos y asentir con la cabeza, tratando de disimular la emoción que le da la noticia.

   – Eso me alegra –comienza a decir y se sienta en la silla que se encuentra a mi lado vacía–. ¿Cómo te sientes con ello?

   – Bien, bien. Me siento... con vida. Sé que suena exagerado, pero...

   – Millos te da luz –completa la castaña–.

Sonrío inconscientemente y siento mis mejillas sonrojarse al reconocer que sus palabras son la completa realidad.

   – Así como tú le das luz a él.

Mi corazón de pronto empieza a latir con tanta rapidez con tan solo imaginar que Millos siente lo mismo que yo cuando estoy con él.

Me mantengo en silencio, pero sonriendo grandemente, estando rodeadas de un cálido ambiente hasta que noto como cambia su expresión; frunciendo de pronto el ceño y dudando entre si preguntar aquello que tiene en mente, la castaña se relame los labios antes de hablar.

   – Pero, si no es por Emilio que estás tan pensativa, ¿entonces qué es?

Miro al frente, confirmando que aún no llega el profesor Gabriel y, por ende, la clase aún no continúa; y regreso mi mirada a Angie. Dudo un poco en las palabras que diré, pero, sin más, las suelto con un suspiro:

   – Me cambiaré de carrera.

Noto como sus ojos verdes casi azules se agrandan por la sorpresa y la franqueza en la que lo he dicho. Incluso hasta yo misma me sorprendo al escucharme decir aquello tan segura.

   – Bueno, creo –añado para no sonar tan definitiva–. No lo sé, es solo que... siento que esto ya no es para mí.

Angie coloca una mano en mi rodilla y le da un leve apretón en señal que entiende mi sentir. Acompaña su acción con un continuo asentimiento de cabeza y aprieta tantito sus labios.

   – ¿Y cuál es la carrera que tienes en mente? –su pregunta hace revolverme el estómago y aparto la mirada–.

Desde siempre he tenido en mente estudiar esa carrera que Dan me ha ofertado, pero por alguna u otra razón —como lo es el dinero y las posibilidades a mi futuro—, siempre la descartaba de mis opciones.

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