3. Los dioses saben que un día serán destruidos

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Atravesamos las calles empedradas de Corazón de Mhyskard a toda prisa

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Atravesamos las calles empedradas de Corazón de Mhyskard a toda prisa. La gente que sale de los pequeños comercios camina precipitada de vuelta al hogar, a su familia, mientras los guerreros peinan las distintas zonas para asegurarse de que no se desate el caos ni que nadie se salte la nueva e inútil ley de protección. Las casas de la capital son de piedra, varían en tamaño y forma, pero todas tienen algo en común: sus ventanas están encendidas, abiertas para lanzar los faroles de plegarias al cielo cuando se acerque la medianoche, y las puertas cerradas a cal y canto por si hoy el sello del abismo fallase de nuevo. No saben que eso no ocurrirá, que el sello no falló. No saben nada porque nunca se dignaron a preguntar más allá de lo que les contaron. La muralla de cincuenta metros se eleva por encima de nuestras cabezas a pocos metros. El portón que conecta la capital con la frontera de Khorvheim aún está abierto.

Rawen se detiene sobre sus pasos acelerados y me abraza. Respira con fuerza enterrando su rostro en mi cuello. El miedo y la ilusión la sobrecogen desde hace días. Sé que ella ansía cumplir su sueño, y vivir, aunque cumplir su sueño de bajar al abismo ponga en riesgo su deseo de vivir.

—Dime que mañana estarás aquí para despedirme.

—Estaré aquí —le prometo.

—¿En el túnel del este que me enseñaste?

Asiento despacio y me trago el nudo de dolor que se forma en mi garganta al recordar que hace cinco años estaba subiendo las escaleras de ese túnel con mi hermana.

—¿Me traerás algún recuerdo del abismo? —bromeo con cierto hastío.

—Ya sabes lo que nos enseñan. Todo lo que pertenece...

—Todo lo que pertenece al abismo, en el abismo debe permanecer —termino el refrán por ella y sus labios se amplían orgullosa de todo lo que me ha enseñado estos años.

Lo cierto es que Rawen ha dedicado su vida entera a formarse como cartógrafa y a través de ella he aprendido más sobre Khorvheim y el abismo de lo que nunca se nos reveló a los mhyskardianos. Que se haya graduado como la mejor cartógrafa de cuarto curso es lo que le ha otorgado el billete de ida al infierno. La vuelta no es segura, pues el último cartógrafo que descendió fue devorado por un Sacránimo en el segundo nivel de los seis niveles que componen el abismo.

—Reza por mí —me pide al apartarse de mí.

—No te hará falta. Vivirás.

Rawen me dedica una breve sonrisa nerviosa mientras se descuelga la bolsa de cuero y hurga en el interior. Su melena rubia se enreda entre el asa de la bolsa y su brazo izquierdo. Ahora soy capaz de contemplar ese pequeño detalle como un detalle letal. Podría recomendarle que se corte el cabello o que se lo trence antes de emprender su aventura a ese infierno, pero no lo hago porque sé que, tal y como le he dicho, no le hará falta. He dejado de mentirle para creerme la verdad que llevo planeando desde hace años. La ilusión le cruza la mirada cuando saca el diminuto saco que las Seerhas le dieron un rato atrás. Se cuelga la bolsa y me lo tiende.

©Piel de Cuervo (PDC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora