Capítulo 12- El tatuaje

176 12 4
                                    

Amara Perseus

-Te propongo un juego- se alejó un paso de mí-. Tú correrás y yo te perseguiré, como el cazador a su presa- hizo una pausa-. Si consigues llegar a la cabaña antes de que yo te atrape, tendrás el derecho de pedirme algo. Pero, si sucede lo contrario, si yo te atrapo antes de que llegues a la cabaña, yo te pediré algo a ti. Lo que sea. Te daré diez segundos de ventaja y cerraré los ojos, ¿aceptas?

Me quedé estupefacta con la propuesta que acababa de hacer Lucían. No me lo esperaba, o tal vez sí. De alguna manera, me beneficiaba y perjudicaba a partes iguales. Quería adrenalina y superarlo en algo que él no dominaba. Si ganaba, podría sacar provecho. No quiero pensar en perder, pero la posibilidad existe y... eso me perjudica.

Con la cabeza en alto y con una sonrisa en mis labios dije:

-Acepto. Cierra los ojos.

Él cerró los ojos y comenzó a contar hacia atrás en voz alta. No perdí el tiempo, empecé a correr por el bosque, lleno de árboles. Busqué en mi mente algún indicio que me pudiera ayudar a encontrar la cabaña, pero mi cerebro no pensaba con normalidad. Esta vez todos los árboles me parecían iguales, no podía parar de correr para pensar.

Sentía la falta de oxígeno en mis pulmones, la adrenalina en mi cuerpo, la tensión en mis músculos, me gustaba esta sensación. Me sentía libre. Me sentía una presa, que es lo que era en estos momentos.

Una imagen de un árbol con hojas marrones, viejas y a punto de caerse, se formó en mi mente. Corrí en su búsqueda, observando cada árbol lo mejor que podía mientras corría. No había tiempo para detenerme. Trepe hasta una rama de un árbol, escalando lo más alto que pude, rama tras rama. Desde allí arriba, la vista de los árboles era mejor. Vi el árbol que buscaba, estaba a unos metros de distancia.

Cuando bajé del árbol con habilidad, apoyé mis manos en mis muslos. Respiré y exhalé varias veces. Los latidos de mi corazón retumbaban en mi cabeza, mis piernas temblaban y mi cuerpo pedía un descanso. No tenía mucho tiempo o tal vez sí. No quería correr el riesgo de ser atrapada. Corrí en dirección al árbol y seguí corriendo.

Recordé el árbol partido que había visto junto a Lucían. Más adelante, a unos metros de la cabaña, había un árbol cubierto de musgo. Sus hojas eran de un verde llamativo y el árbol era bastante antiguo. Continué mi camino, pero todo se complicó. El cielo se oscureció y, gracias a las hojas de los árboles, la débil luz de la luna apenas se veía. Casi todo el paisaje estaba en negro, me costaba ver. No podía ver mi sombra y mucho menos a unos metros de mí. Podía ver mi mano, pero en unos minutos no vería ni mi reflejo.

Mi pecho se oprimió con miedo, temiendo no poder volver y que Lucían no pudiera encontrarme. La impotencia de gritar su nombre se apoderó de mí, pero me contuve, expulsé todo el aire de mis pulmones, aparté mis sentimientos y pensé con la cabeza. No podía distinguir los árboles, no podía percibir cuál era diferente de los demás y tampoco podía determinar si me estaba alejando o acercando a la cabaña. Podía tocar los árboles, sentir su textura, pero todos me parecían iguales. Respiré y comencé a correr sin rumbo. Corría y corría, pero tenía la sensación de que estaba en el mismo punto de partida, de que no me movía, por mucho que corriera, seguía en el mismo lugar. Agudicé mi oído, esperando escuchar unos pasos, queriendo saber si Lucían estaba cerca o lejos de mí. No escuché nada. Levanté la mano y apenas la veía, había oscurecido más y no sabía cuánto tiempo llevaba en este bosque buscando la maldita cabaña.

La oscuridad nunca me gustó, ni lo que habitaba en ella. Temía que un lobo pudiera aparecer y atacarme, o que pudiera caerme de un precipicio sin darme cuenta hasta que mi cuerpo chocara con el suelo. Alejé todos los pensamientos y sentimientos negativos, no podía permitirme ser guiada por mis emociones. Corrí y entonces contemplé la luz de la luna. Los árboles estaban tan separados entre sí que el reflejo de la luna se filtraba a través del bosque. Sentí alivio al ver algo de luz, corrí hacia allí y me subí a la rama de un árbol. Respiré, las ramas de este árbol eran delicadas, no sabía cuánto tiempo podrían soportar mi peso. Cerré los ojos y apoyé la cabeza en el árbol, me sentí aliviada aquí arriba, con la luz de la luna, suficiente para ver lo necesario.

¿En Que Momento Me Enamore De Ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora