Capítulo 31 VALFEX/LUKYAN

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CAPÍTULO 31: SOLO DEBÍAS DAR UN PASO ATRÁS CUÁNDO...

CAPÍTULO 31: SOLO DEBÍAS DAR UN PASO ATRÁS CUÁNDO

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REINO EQUUS. ALDEA UYALMY. CERCA DE LA CAPITAL.

03 JUNIO 1326

Me senté en la orilla derecha de la cama, de rostro a la puerta. Tomé un cigarro de la mesa a un lado, lo encendí con la punta de mi garra.

Detrás de mí, Phaz continuaba recostada sobre la cama, en su forma demoníaca, desnuda.

Cuando no iba por ahí disfrazada de humana, Phaz imponía un aura pesada con su sola presencia. Sus piernas —desde poco abajo de sus rodillas—, lucían como las de una cabra pero con un pelaje azul oscuro —que ni de joda se encontraría entre los colores naturales de los animales—, y finalizaban en un par de pezuñas más filosas que una espada. Su torso era similar al de un humano, eso sí, ya vista de cerca, era posible distinguir que en lugar de piel tenía una serie de escamas delgadas, que al tacto eran tersas, agradables de palpar; por los costados de sus costillas descendían tatuajes en tinta dorada, entre ellos había uno con letras avernales —que solo podía leer cuando contaba con mis ojos demoníacos—, cada vez que los veía...

Las dos puntas de su cola rozaron la mía, una caricia larga.

Di una profunda calada.

<<Sigue siendo como en antaño.>>

—Dame un momento —dije.

Mantuve una postura encorvada, con mis codos sobre mis rodillas, mi cigarro se iba consumiendo.

<<Sé que fui yo quien acudió a ella pero... ¿Cuántas van ya?, ¿Nueve, diez?>>

Con su usual falta de paciencia, Phaz hizo de las suyas. Se acomodó a mis espaldas, enroscó su cola alrededor de mi torso, lamió mi cuello... Su lengua... Era muy larga, un tanto áspera... Pero su saliva era... Yo...

Gemí por lo bajo. No iba a negar que se sentía bien. La cosa era que tampoco se lo iba a decir, de hacerlo, jamás iba a callarla respecto a eso. Phaz era el tipo de chica que gozaba de tener la razón a cualquier costa.

—Aguantaste mucho más que en otras ocasiones —murmuró cerca de mi oído. Sus colmillos rozaron mi oreja, eso sí o sí fue intencional—, ¿Pensabas en...

—Phazablu. —La interrumpí. El uso de su nombre completo la detuvo—. No necesito sal en la yaga.

—Ya, lo tengo... —Su lengua volvió a pasar por todo lo largo de mi cuello—. ¿Qué me dices de cambiar? —Había dos tonos de voz que le salían de maravilla, el primero era el que usaba para joder, una voz traviesa en el sentido de que te haría tropezar poniéndote el pie; el segundo era el que usaba cuando quería ponerte duro o mojarte, ese era el que estaba usando justo en ese momento.

—Phaz... —Ya, más que decir su nombre lo había gemido.

Cruzó sus brazos por sobre mis hombros.

A la sombra del cuervoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora