CAPÍTULO 21 - ARSENI/MEDVEDEV

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AVISO: Con el curso actual de la trama, ya se han abarcado todos los puntos de vista/narradores que tendrá la historia. Al inicio de los capítulos estará apareciendo el o los involucrados en la narración.

 Al inicio de los capítulos estará apareciendo el o los involucrados en la narración

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CAPÍTULO 21: NO SABES LO QUE TIENES HASTA QUE...


REINO HIEN, AFUERAS PUEBLO NELTY.

29 ENERO AÑO 1312.


La mañana era en verdad fría, con una capa de neblina espesa y grisácea que subía hasta poco arriba de nuestros tobillos. Chasqueé mis dedos, eso avivó la fogata frente a nosotras, incluso sentadas a un palmo de ella, se sentía como una llama pequeña.

Encima de la fogata teníamos suspendida una tetera de hierro. Usé el agua caliente para prepararnos una segunda taza de café a cada una, al de ella le puse más azúcar.

-¿De verdad está bien allá, en lugar de acercarse al fuego? -pregunté.

En lugar de acercarse a dónde estábamos Medvedev y yo, para calentar sus manos en la fogata, Luky había puesto distancia, no era tanta —alrededor de tres metros, como mucho—, pero apartarse era apartarse.

La veía allá, recostada contra un tronco, mientras abrazaba sus rodillas con su cabeza recostada sobre ellas —algo se estrujaba en mi pecho cada vez que le veía en esa postura—, el viento hacía ondear su cabello, verla ahí, de alguna extraña manera, me recordaba a las estatuas de los Dioses repartidas por el bosque.

—Las viejas costumbres lo son por algo —contestó Medvedev con su vista fija en su libro, en tanto hacía anotaciones, una tras otra tras otra, movía su pluma muy rápido.

—Supongo. —Vi por sobre su hombro, escribía algo sobre Luky—. ¿Tú no quieres descansar? —No. No era algo. Era todo, cada una de esas frases estaba relacionada con Luky.

Negó con su cabeza.

—Estoy bien, me siento con energía. —Bebió la mitad de su café. Por su mirada supe que quería que calentara más agua—. Dormiré un poco, más tarde.

—Está bien. —Me recargué en su hombro derecho y entrelacé nuestros brazos.

A través de nuestro lazo, comprobé que en realidad, ella sí cargaba con un gran cansancio, lo suficientemente pesado como para aplastar sus hombros y hacerla mirar abajo —aunque no lo hacía ni lo haría—, esa fatiga intensa estaba ahí, por más que mantuviese su postura recta y una mirada vivaz, pero no dije nada.

—Hacer eso es trampa, querida. —Inclinó un poco su cabeza, me dio un beso en la frente, sus labios estaban tibios y tuve el impulso de besarlos, aguanté las ganas, en ese momento no me parecía prudente—. Pensé que yo era la de las artimañas.

—Lo siento... —susurré.

—No te disculpes. —Sus dedos se movieron de arriba a abajo en el aire, dándole puerta a su espacio dimensional, guardó su libro—. Es parte de nosotras, yo te di ese permiso. —Sonrió, su comisura izquierda más arriba, ese gesto suyo... Sentí un cosquilleo en mi estómago, la sensación descendió por mi cuerpo.

A la sombra del cuervoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora