Capítulo 42 - MEDVEDEV

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CAPÍTULO 42: LAS ALAS DEL CUERVO QUEDARON ATADAS A LAS ESTRELLAS.

CAPÍTULO 42: LAS ALAS DEL CUERVO QUEDARON ATADAS A LAS ESTRELLAS

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—Ar —dije en voz baja. Su nombre casi tembló en mis labios. Ella estaba parada detrás de mí, pese a su lugar, me hacía una imagen muy clara de su expresión, de sus ojos abiertos y humedecidos, de como mordía sus argollas—. Consigue vendas, por favor.

Fue como si le hubiese gritado una orden. Salió corriendo cual alma que llevaba el Averno. Por un segundo, una fracción de segundo, temí al temor de Ar.

<<Rayos, rayos, esto es muy malo.>>

Agité mi cabeza de un lado a otro.

<<¿Qué pudo hacer un contacto directo?>>

Había visto a Lukyan destrozada un sin fin de veces, pero... Me costó horrores mover mi mano esa vez.

Estaba sumamente consciente de que mi hechizo de contención en su gabardina estaba trabajando —mi magia manaba en un ciclo acelerado a su alrededor—, y de igual forma, tenía presente que, si retiraba mi magia, el problema amenazaría con desbordarnos a todas.

<<Si tu sangre desborda entre mis dedos, no será en vano, mi Pequeña Bestia.>>

Chasqueé mis dedos —sus orejas se movieron con ellos—, quedó desnuda de cintura para arriba.

La lluvia de su tormenta se aplanó en toda la tienda. El olor de la sangre, mezclado con un intenso olor a cenizas que seguían ardiendo, intentó prenderle fuego a mi nariz; el aire dentro de la tienda —en especial alrededor de Luky—, desprendía un humo espeso, invisible a los ojos de otros.

Un viento me golpeó de frente, justo en mi rostro y pecho, seguido de una ráfaga que revolvió mi cabello, no obstante, mis pies siguieron ahí, en el lugar exacto frente a ella.

<<Ohhh no, no, yo no voy a ninguna parte.>>

Gracias a su naturaleza, sangraba más lento que la mayoría de las razas, pero eso no quitaba que había mucha sangre, demasiada, de por medio.

<<Veamos que es lo que te tiene así.>>

Pasé mi dedo índice por debajo de mis ojos, desde mi sien derecha a la izquierda.

La verdad se abrió paso para mí a través de su manto de sangre.

<<Por los 9 Avernos.>>

Observé dos heridas principales.

La menor era una especie de zarpazo —con dos surcos que cruzaban horizontalmente por sus costillas—, dada la forma en que palpitaba su carne desgarrada, era un golpe de suerte que sus órganos continuaran dentro de su tórax.

<<Por favor, que mi suerte se te haya pegado, tal cual mi magia.>

Ese zarpazo supuraba una extraña sustancia, camuflajeada entre los borbotones de su sangre. La presencia de la maldición opacaba a esa intrusa. No estaba en la lista de prioridades, de momento.

A la sombra del cuervoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora