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Ten: A Beautiful Beach Day.

Bueno, estos últimos dos meses no han sido tan malos. Espero que se note el sarcasmo. Sólo me caí en Educación Física frente a todos y me hice varios raspones, en la rodilla y en las manos, además de que se me quedó una horrible cicatriz en todo el lateral de mi antebrazo derecho. Sí, salió algo de sangre, me dañé con un vidrio.

Pero, esas cosas pasan. Fue doloroso, aunque me reí de mí misma. Claramente me reía para no llorar. Me dolía todo.

En serio tu vida merece ganar un Oscar.

No exageremos, conciencia.

Y habla la más exagerada de todas.

Pues sí.

Después de eso hubo una pequeña lucha entre Alberto y yo, no recuerdo ni por qué. Lo agarré de la camisa y lo empujé hacia adelante. Por poco nos besamos, sin embargo, aparté la cara antes de que eso ocurriera. Que asco besarlo.

En fin. Estos días han sido bastante aburridos. Hace como una semana que estoy de vacaciones. Y adivinen qué.

—Ilea, prepárate que iremos a la playa —ordenó mi madre.

Yo, Ileana Rubí Monserrat, iré a la playa con mi vecino, su madre, mi mamá y mi hermana.

Eso significa una cosa: peligro.

Me enteré hoy mismo. No sé de quién fue la idea, pero creo que es gracias a la madre de Daniel. Hace siglos que no voy a la playa y estoy emocionada sin hacerlo notable.

Pienso en posibles escenarios de mi muerte: me arrastra una ola, muero ahogada, hago el ridículo frente a Dan. De repente se me quitan las ganas de ir a darme un chapuzón. ¿Y si aparece un tiburón?

Ay, por favor. Nada de eso es posible. O al menos sé cómo evitarlo. Agito la cabeza, alejo esos pensamientos y escogo lo que me pondré.

Busco en mi clóset. Una blusa corta y algo ancha de mangas no muy largas con el dibujo de un sol con gafas oscuras y sonriendo, acompañado de un short ajustado, me servirá.

Me coloco frente al espejo. Imagino cómo me quedará el outfit. Me gusta. Sonrío satisfecha.

Encuentro el bikini más tarde. Es de dos piezas, multicolor. No me agrada tantos colorines, pero es el que tengo. Me lo pongo y por encima la blusa y el short.

Me miro al espejo nuevamente. Diosa. Lancé un beso a mi reflejo. Soy hermosa, lo sé.

Eres narcisista, lo sabemos.

Salí de mi habitación y me dirigí al jardín delantero. Esperé allí a que mi hermana y mi mamá terminaran de prepararse. Al menos diez minutos más tarde, ellas dos salieron.

Un rato después llegó la mamá de Dan con él y con otra chica, morena, a la cual me sorprendió ver. Era Sulem. La saludé. Ella miraba todo a su alrededor, un tanto impresionada.

De reojo me fijé en Daniel, no quería que alguien me pillara mirándolo. Él llevaba una camisa playera azul con palmeras y cocos, además de unos pantalones cortos que le llegaban por la rodilla, también de color azul, sólo que más claro. Los primeros botones de su camisa estaban sueltos, dejando ver parte de su pecho. Es tan lindo. Podría caer rendida a sus pies.

THE LAST KISSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora