CAPÍTULO 08

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Una combinación de una decena de eventos de relaciones públicas que Ferrari había asignado de la noche a la mañana a Carlos y una tonelada de trabajo del que había tenido que encargarse Emma cuando repentinamente todo el mundo parecía haber olvida...

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Una combinación de una decena de eventos de relaciones públicas que Ferrari había asignado de la noche a la mañana a Carlos y una tonelada de trabajo del que había tenido que encargarse Emma cuando repentinamente todo el mundo parecía haber olvidado cómo se hacían las cosas, había hecho absolutamente imposible que ambos se vieran en Japón.

Que ambos no pudieran verse en persona no había sido del todo un impedimento, sin embargo, y de algún modo ambos se habían deslizado en un ritmo cómodo que consistía en ser el chat diario del otro. Intercambiaban mensajes todos los días, y así Emma había llegado a descubrir que, a diferencia de ella, él era un tipo más de cocinar que de hornear, disfrutaba preparar panqueques, amaba las hamburguesas, era una persona de perros y no de gatos, pero aun así su animal preferido era la suricata...

Carlos era una persona absolutamente entrañable, divertido en los momentos más aleatorios, con una tendencia ocasional a decir las cosas más absolutamente tontas solo para hacer reír a los demás, pero también con una intensidad que no podía ser involuntaria, porque incluso solo a través de mensajes, cuando él comenzaba a coquetear con ella, la hacía ruborizar.

Ellos se estaban acercando, y Emma podía reconocerlo perfectamente. Era solo lamentable que no estuvieran siendo vistos en público, porque ella genuinamente sentía que era lo mínimo que podía hacer por el piloto español en compensación por intentar manipularlo.

Faltaba todavía un buen rato para que iniciara la carrera y aún así ella estaba más nerviosa de lo que había estado desde la primera vez que Lance había corrido. Se preguntó si Carlos sentiría la presión en esa medida o ya estaría habituado a ella. Aún si se había habituado con el tiempo, las circunstancias no eran exactamente las mismas ese día en Suzuka, ya que venía de una carrera donde había obtenido un resultado magnífico, y, por lo tanto, con grandes expectativas, y, además, seguía en la incertidumbre sobre dónde estaría corriendo la siguiente temporada.

El teléfono de Emma vibró y ella lo sacó del bolsillo trasero de su pantalón con una velocidad que describiría no solo como impresionante sino también como vergonzosa. No se arrepintió realmente de haberlo hecho cuando vio que se trataba de un mensaje de Carlos, y sonrió.

— ¿Mensaje del príncipe azul? —preguntó Thomas, sentado junto a ella y dando un mordisco a su sándwich de lo que parecía ser atún, pero Emma no podía estar segura.

— ¿Y si te metes en tus propios asuntos? —dijo Emma, mirándolo con fastidio, aunque sin molestia real.

—Soy tu jefe —señaló Thomas, recostándose en su silla—, entonces es mi asunto.

—Estás delirando si crees que eres mi jefe. Tenemos exactamente el mismo puesto y no tienes ninguna autoridad sobre mí —replicó ella, cruzada de brazos antes de regresar la vista a su teléfono—. Ahora deja de molestarme.

Emma abrió la aplicación de mensajería y el mensaje de Carlos tan rápido como pudo.

"¿Qué hace el departamento de logística dos horas antes de una carrera?" escribió Carlos.

MATTER OF TIME, carlos sainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora