Capítulo 1: Promesa

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Hoy era el día.

Había estado esperando por este momento desde hace 4 meses. Habían planeado, estudiado y revisado cada minúsculo detalle hasta el cansancio. Fue Zetsu quien se encargó de reunir información y enseñarle cómo evadir la barrera que rodeaba la aldea. Una vez dentro, ya no necesitaba ninguna de esas precauciones.

Solo usó el Kamui para moverse entre los edificios, verificando las rondas que los ninjas hacían y teniendo especial cuidado con los Anbu y Raíz. Especialmente Raíz.

Había observado con detalle las rutinas de todos ellos y había estado entrenando. Cada minuto, cada segundo que tenía disponible, para volverse más fuerte, afilar sus sentidos y dejar atrás su patético ser anterior.

Y, más que nada, para poder sobrevivir a una pelea contra el ninja más fuerte de Konoha y el actual Hokage: Minato Namikaze.

El sol se había ocultado, y el viento era un poco fresco. La luna iluminaba la noche, y las luces de Konoha seguían encendidas. Podía imaginarse a los aldeanos caminando por las calles, comiendo o llegando a sus hogares luego de su ajetreado día. Ninjas saliendo a misiones o regresando de ellas, ninjas descansando o entrenando.

Entrecerró su ojo mientras se encargaba de controlar con una enfermiza precisión su chakra. Tenía que esperar hasta después del parto de Kushina Uzumaki, el momento en que ella no estuviera prestando atención a las firmas de chakra que la rodeaban. Tenía que encontrar el momento exacto.

Cuando Minato estuviera demasiado feliz, cuando Kushina estuviera exhausta, cuando todos estuvieran aliviados de que el sello no se hubiera roto, ese era el momento.

Mientras esperaba por ese momento, había estado viajando alrededor del país de la lluvia, buscando a Nagato Uzumaki para reclutarlo para su plan. Él se negó, no fue una sorpresa. Obito no había esperado mucho y decidió dejarlo solo.

Él tendría que aprender por sí mismo que el mundo no se podía cambiar solo con ideas, sino también con el poder de imponerlas a los demás. Así como lo hizo él mismo, como lo hacen todos en algún momento.

Decidió viajar por el mundo ninja. Sin nada que hacer, realizó algunas expediciones en el territorio de la aldea de la niebla y de las demás aldeas. Lo único que pudo confirmar fue algo que ya sabía: el dolor y la miseria se esparcían por todos lados.

Se dio cuenta de que, en este mundo, él no era el ser humano más miserable de todos; había aquellos que cargaban con más tragedias en su vida. Y Obito los vio morir a todos ellos. La única salida de un mundo como este era la muerte, pero él no podía morir. Si él moría, entonces ¿quién sería el salvador de este mundo maldito?

Aun así, vagó y siguió esperando, entrenando y esperando. Nagato conoció la verdad del mundo. Obito lo vio con sus propios ojos: sus ideales siendo aplastados por la codicia de algunos, sus sueños muriendo junto con su querido amigo.

Al final, todos somos iguales. 

Fue lo que pensó cuando vio a Nagato arrodillado en el suelo, con el cadáver de su amigo a sus pies y las lágrimas brotando de sus ojos. 

Podría haberlos salvado...

Fue lo que pensó por un momento, pero no dejó que ese pensamiento durara mucho. Eso era algo que Obito Uchiha hubiera hecho, pero él estaba muerto. 

Ahora tenía que caminar por este mundo como Madara. Aun así, se dio cuenta de que, en el fondo, sentía pena por ellos. Sentía el mismo dolor que cuando perdió a Rin, cuando se dio cuenta de que este mundo era el infierno.

Obito Uchiha en Zero no TsukaimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora