La mañana no tardó en llegar. El sol atraviesa las nubes de la mañana, pintándolas de un color rosado y amarillento.
Obito, sentado en el techo de un edificio de tres pisos, mira la ciudad con una expresión aburrida. Su investigación se había extendido por toda la mañana y solo había enviado a un clon al castillo para que los guardias no armaran un alboroto innecesario cuando lo buscaran. Había logrado entender el funcionamiento de la ciudad, además de aprender la localización de algunas tiendas de armas; al menos supuso que lo eran por los carteles que tenían espadas en ellos para llamar la atención.
También había logrado separar a la ciudad en varios sectores: uno donde se reunía la mayoría del poder militar, que estaba cerca del castillo; otro donde era el principal centro de negocio y comercio; y otro donde los nobles tenían sus viviendas de verano. Al parecer, muchos de ellos tenían tierras que se extendían por todo este pequeño país, pero tenían un lugar cuando venían a la capital. El lugar era ostentoso, con grandes jardines, sirvientes moviéndose por todos lados, y en general, un aire de elegancia que a Obito le resultaba incómodo.
Una vez más, él no era el tipo de persona que podía vivir en tales condiciones sin sentirse fuera de lugar.
Se preguntó por qué, de todas las personas que pudieron haberlo invocado, fue la princesa de un país la que lo trajo a este mundo. Aunque, considerando lo que había aprendido, supuso que sería igual con cualquier noble, según lo que había entendido del contexto general de las cosas. Los nobles en este mundo eran tratados como si fueran Hokages. Los "plebeyos", como eran llamados todos aquellos que no tuvieran la capacidad de usar "magia", eran inferiores de alguna manera.
Lo había visto con sus propios ojos: esos nobles reuniéndose y codeándose, mirando hacia abajo a aquellos que les servían el vino en sus copas y les llevaban la comida en sus platos. No todos eran así; Henrietta era una muestra de eso. Pero Obito se preguntó si no hubiera sido ella, si hubiera sido cualquiera de esos otros nobles, no pudo evitar pensar que ninguno de ellos se hubiera mostrado tan desesperado por salvarle la vida como lo había hecho la princesa. Tal vez incluso lo hubieran dejado morir desangrándose debajo de sus pies, y Obito se estremeció un poco cuando una parte de él deseó que ese hubiera sido el caso.
Obito sacudió su cabeza. No pasaba mucho, principalmente porque se obligaba a pensar en otras cosas, pero de vez en cuando un pensamiento como ese se colaba en su parte consciente, y no podía evitar el nudo en su estómago y las ganas de vomitar, aunque no debería hacerlo.
Podía ver cómo las personas comenzaban a moverse y las calles lentamente se avivaban con actividades, pero había una calle en la cual se reunía la mayoría de ellas.
Frunció el ceño cuando los recuerdos de uno de sus clones llegaron a su cabeza, junto con el chakra que estos habían tenido. Uno de sus clones había salido de la capital y se había movido hacia los caminos principales. Había recorrido varias decenas de kilómetros cuando se topó, por casualidad, con un grupo pequeño de bandidos que estaba acampando en un camino.
El clon se tomó un tiempo para confirmar que eran bandidos, y cuando lo hizo no tuvo problemas en noquearlos y tomar la mayoría de sus posesiones, incluidas 106 monedas ; al parecer, ese era el tipo de intercambio monetario en este mundo.
Había obtenido unas dagas oxidadas y una espada desgastada. Había otras cosas, como provisiones que él no necesitaba y que no durarían más de una semana antes de descomponerse. El clon había dejado al grupo de bandidos a las afueras de la muralla de la capital, justo frente a un puesto de guardia, esperando que ellos se hicieran cargo de ellos por su cuenta.
Obito sonrió ligeramente; ahora tenía suficiente dinero para encargar un arma de calidad. Esperaba que la cantidad obtenida de esos bandidos fuera suficiente.
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Obito Uchiha en Zero no Tsukaima
Fiksi PenggemarCansado, Arrepentido y sumido en la miseria Obito Uchiha fracasa una vez más, pero gana una nueva oportunidad.