Capítulo 2: Indiferente

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Henrietta tenía sus propias expectativas sobre lo que su familiar llegaría a ser.

Sabía que lo más conveniente, considerando su posición como futura reina, sería un familiar que naturalmente impusiera respeto y demostrara la grandeza de la familia real, una forma fácil de ganar un poco de respeto de los nobles.

Pero, si era sincera consigo misma, le hubiera gustado algo un poco más discreto, como un pequeño canario, que pudiera volar por el cielo de la capital y, a través de la conexión con él, ver las calles y barrios que la realeza nunca tuvo permitido conocer.

O un ratón que pudiera recorrer los callejones, mezclándose con el bullicio de las calles principales.

Incluso consideró otras alternativas.

Pero al final, solo quería un familiar que se quedara a su lado y en quien pudiera confiar en todo momento. A los 17 años, Henrietta era una joven doncella que anhelaba un confidente para sus pensamientos más íntimos. Con su única amiga ocupada con sus propios problemas en la academia de magia, y sin poder confiar en nadie más, había estado guardando esos pensamientos en lo más profundo de su mente.

Pensó que tener a alguien con quien compartirlos, incluso si no obtenía una respuesta, sería suficiente para ella. Un ser que simplemente escuchara, que estuviera allí para ella en sus momentos de soledad y duda.

Sin embargo, sus expectativas fueron completamente destrozadas.

La mayoría de las invocaciones no eran demasiado complicadas; generalmente, solo había un destello de luz y la aparición de un familiar. Pero en esta ocasión, fue ligeramente diferente.

Pasaron dos segundos completos desde que terminó el encantamiento del ritual. Con su varita aún sostenida en el aire, Henrietta esperó, y entonces sintió el estallido del viento. El césped del jardín explotó y el polvo comenzó a extenderse por todas partes, moviéndose como una tormenta furiosa.

En un instante, la capitana de su escuadrón de mosqueteros apareció delante de ella, extendiendo un brazo protectoramente y con la otra mano en la empuñadura de su espada. Aunque sorprendida por el repentino giro de los acontecimientos, la princesa mantuvo la calma. Movió su varita y formó una barrera circular que cubrió tanto a ella como a su capitana, las más cercanas al punto de invocación.

Hubo un estallido. El viento fue absorbido repentinamente, y un punto de color verde se comprimió al tamaño de un guijarro antes de estallar.

Su escudo soportó la explosión sin problemas, y los demás solo sintieron el viento rugiendo y empujándolos ligeramente. Un momento después, solo el polvo que se había producido, y que empezaba a extenderse por el jardín, era prueba de lo que había sucedido.

Henrietta tuvo que entreabrir los ojos solo un poco, porque el polvo aún le dificultaba ver bien.

Entonces lo vio.

Sus pensamientos casi se detuvieron por completo.

En el suelo, en medio de un parche de tierra donde antes había estado el césped verde, había un cuerpo. Vestía una túnica negra y su cabello, también negro, se desparramaba por el suelo, incluso más largo que el de ella.

Era un hombre, o mejor dicho, un adolescente de aproximadamente su misma edad. El joven estaba inconsciente, con los ojos cerrados y una evidente falta de movimiento.

Henrietta se tomó un momento para examinarlo con mayor cuidado. Cuando vio su rostro, llevó una mano a su boca en shock. La mitad de su rostro estaba horriblemente marcada por cicatrices que se extendían desde su barbilla hasta su frente.

Obito Uchiha en Zero no TsukaimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora