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"El niño que ayer se escapó de Bali,
no pasó de las púas de acero.
La madre que ayer se trepó en el lanchón,
con dos crías envueltas en algo de ropa,
es tiempo y amor, disolviéndose al sol,
bolsa gris en las costas de Europa.
Piernas que escapan del cartel,
dedos conscriptos de lava,
tripas resecas subiendo al tren,
sale la Bestia de Chiapas..."

-"Aporofobia, retirada"
Agarrate Catalina-

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Gulf se obliga a seguir avanzando. Sabe que en el momento en el que se detenga ya no será capaz de dar otro paso. Lleva días lejos de todo. Pero sabe que va en la dirección correcta.

 Mira hacia atrás. El desierto llega hasta donde llega la vista. Los coyotes que de noche parecen oírse desde todas direcciones ahora parecen no estar en ningún lado. Gulf se muerde los labios resecos. La última gota de agua fue bebida hace muchas horas. Aún así continúa. Se mira las manos. Se siente incapaz de mover los dedos. Los cortes son tantos y tan profundos que hace mucho dejó de sentir algún dolor.

Se estremece al recordar aquel alto alambrado de púas. Se estremece al recordar las sirenas y las balas que silbaban demasiado cerca. Se estremece al pensar que podría haber sido él y no aquella mujer y su hijo quién hubiera quedado clavado allí muriendo desangrado; muriendo lejos de su tierra y lejos de su sueño. Se estremece cuando el hambre lo asfixia y siente que quizás hubiese preferido quedar clavado allí. 

  Pero con ese último estremecimiento llega también el primer sentimiento de esperanza desde que dos meses antes partió de su pueblo natal. Allí frente a él, el gran río caudaloso se abre en múltiples brazos como si le diera una bienvenida. Gulf sabe que pasando el río encontrará a la bestia. Y mientras se deja caer en sus aguas frías  que limpiarán sus heridas y saciarán su sed, escucha el eco lastimero de algún coyote a lo lejos mezclado con los atisbos de un ruido metálico inconfundible para él, aún cuando nunca antes lo había escuchado. 

   El imponente tren se acerca a toda velocidad. No frenará su camino. Gulf sólo tiene una oportunidad. Saca fuerzas que creía ya no tener y se aferra el primer barandal que encuentra. Los cortes en su mano lo traicionan y siente con horror que no podrá sostenerse el tiempo necesario para colgarse con las piernas. Pero entonces una mano cálida, grande y fuerte se aferra a su muñeca y lo jala hacia arriba. 

   Gulf se deja caer en el techo metálico y duro de la bestia. Cierra los ojos, susurra un gracias desesperado con su último aliento antes de caer inconsciente.

   Un ruido extraño hace que vuelva a abrir los ojos. Entonces Gulf entiende que sólo fue un sueño. Que ya no está arriba de la bestia. Hace un esfuerzo por recordar. Sólo recuerda fragmentos: la mano que lo ayudó a subir, la misma mano que se resbaló después, el intento por aferrarse a ella y la caída de ambos de aquella bestia que aceleró su camino hasta que ya no pudo oirla más. 

Gulf observa todo a su alrededor: una habitación pequeña, un poco de ropa tirada en un rincón, un suave aroma a sopa casera, unas velas a punto de apagarse sobre una mesa desordenada, una ventana que permite ver la oscuridad de la noche cerrada. Y una voz ...

Gulf se levanta del catre tratando de no hacer caso a los dolores y arrastra los pies descalzos hacia una puerta entreabierta.

   — El viernes sin falta le pagaré la renta de esta semana. Se lo prometo.

   — La bestia gay prometiendo...— se burla otra voz—Abuela, ¡no le creas! Si para mañana no te paga, yo mismo me encargo de echarlos a los dos. Y no creas que me como el cuento de que ese que tienes allí adentro es tu primo. Es tán bestia como tú. Aunque no tiene pinta de ser maricón. Tiene pinta de ser uno de esos sucios inmigrantes que vienen por nuestra Patria y nuestros recursos. 

   Un sonido a pasos acercándose pone a Gulf en alerta y corre de vuelta hacia el catre. Recién cuando siente que la puerta se cierra se atreve a mirar. 

   —¡Ya despertaste! Has dormido toda la tarde. ¡Bienvenido ...! 

   Bienvenido ... 

   Esa palabra resuena en el pecho de Gulf de una manera única y desconcertante. Tan desconcertante que sin ser consciente le sonríe de una forma extremadamente dulce a aquel extraño que ahora parece observarlo con unos ojos brillantes llenos de dulzura. Con una dulzura que Gulf jamás había experimentado en sus cortos veinte años...

Bleeding Beast...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora