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Miriam

La película llegó a su fin, y la música suave de los créditos finales llenaba la habitación. Me sentía completamente relajada, con Pablo acurrucado en mi pecho, su respiración tranquila y constante. Moví mis dedos entre sus mechones de cabello, disfrutando de la calma del momento. Justo cuando pensé que la mañana no podía ser más perfecta, el timbre de la puerta sonó, rompiendo la tranquilidad.

Pablo levantó la cabeza, mirándome con una mezcla de sorpresa y curiosidad.

—¿Esperas a alguien? —preguntó mientras se acomodaba en el sofá.

Negué con la cabeza, levantándome con cuidado para no molestarlo demasiado.

—No, no esperaba a nadie —respondí, dirigiéndome a la puerta.

Abrí la puerta lo suficiente para ver quién estaba allí. Era uno de mis amigos de ojos verdes y sonrisa traviesa. Su expresión cambió rápidamente de curiosidad a una sonrisa de complicidad cuando me vio.

—¡Hola, Miriam! —exclamó, sus ojos brillando con una sonrisa de lado a lado—. ¿Cómo estás?

Sentí un leve rubor subir a mis mejillas y le devolví la sonrisa, tratando de mantener mi tono casual mientras pensaba en cómo manejar la situación.

—Realmente creo que no es un buen momento para hablar, he estado muy ocupada estos días —intenté excusarme.

—¿En serio? Pero deberías descansar un momento, se te van a desgastar los codos de tanto trabajar —respondió, sin dar señales de querer irse.

Desde el sofá, Pablo escuchaba la conversación en la puerta y sentí su creciente incomodidad. La insistencia del chico para poder entrar empezaba a molestarme también, y sabía que Pablo debía estar sintiendo lo mismo. Entonces, él decidió asomarse al pasillo para ver qué ocurría.

—¿Quién es? —preguntó Pablo, tratando de mantener su voz calmada.

Al escuchar su voz, mi amigo se asomó por la puerta y se quedó boquiabierto mientras nos miraba a ambos.

—Buenos días, Pablo Delgado —dijo con una mezcla de sorpresa y diversión en su voz—. Pensaba que si volvías me avisarías, pero ya veo que tenías otros planes —bromeó, pellizcando mis mejillas mientras se reía—. ¿Interrumpo algo? —añadió con una sonrisa pícara.

— ¿Álex? —el rubio se acercó a este para saludarlo con un abrazo amistoso.

Sentí cómo mis mejillas se calentaban y, al mirar a Pablo, vi que él también estaba sonrojado.

Mi excusa de estar ocupada quedó anulada tras la aparición de Pablo en el pasillo. Viendo que no había forma de deshacerse del castaño sin parecer grosera, finalmente me rendí y lo dejé pasar.

Él entró con una sonrisa triunfal y se acomodó en un sillón.

—Entonces, Pablo, ¿cuándo llegaste? ¿Ayer? —preguntó, claramente interesado.

Pablo vaciló, lanzándome una mirada de ayuda antes de responder.

—Sí, llegué ayer por muy tarde —dijo, tratando de sonar casual.

—¿Y por qué no me avisaste? —hizo una pequeña pausa mientras abría sus ojos como platos dándose cuenta—. ¿Y dónde dormiste? —preguntó, su tono más directo.

Sentí mis mejillas arder y supe que Pablo estaba igual de sonrojado. Ambos miramos hacia otro lado, evitando responder directamente.

—Espera, espera, espera... —dijo él, mirándonos a ambos bastante asustado—. ¿Durmieron juntos?

From The Start - Paul ThinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora