Octavo encuentro

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POV Antonio

Estoy seguro que tengo los ojos con muchas ojeras. No he podido dormir de la manera en que necesito. Claro, la culpable de mis desvelos ni siquiera se encuentra en el aula, posiblemente viene corriendo tratando de no llegar tarde, despreocupada de los efectos que tiene en mi persona. Casi sin querer me encuentro recordando el último sueño que había tenido con ella.

Era bastante "inocente" comparado con los otros. Angélica, sentada sobre nubes de colores rosas, solo estaba sentada con miles de dulces a su alrededor, de diversos tamaños, colores y sabores. Me sonreía, con un gesto desconocido para mí, estirando sus manos tomando un enorme puñado de estos.

—No sé por dónde comenzar...

Después de esas palabras, el despertador sonó violentamente, sacándome de ese mundo onírico e irreal. Estoy casi seguro que me morí un instante al comprobar que solo estaba soñando. Me descubrí babeando mi almohada, con ganas irresistibles de comerme un caramelo.

Ahora estando en su lugar, me preguntaba de qué sabor le gustarían a ella. ¿Dulces? ¿Muy dulces? ¿Cremosos? ¿Rellenos? ¿Qué hago preguntándome tamañas tonterías? Me recriminé, sintiendo un completo idiota por pensar siempre en ella. En eso estaba cuando apareció, con los ojos medios cerrados, casi en trance. Dejó su mochila en su puesto, saludando a Felipe con bastante pereza en su voz.

—¿Dormiste mal? —le preguntó él

Cómo respuesta tan solo le dedicó una sonrisa apagada. Angélica nunca habla cuando está triste. Lo único que la delata es ese semblante gris, además parpadea más rápido y evita mirar a tus ojos. No sé porque sus amigos no le preguntan nada cuando ella está en ese estado, desaparecen sus gestos erráticos y su interminable hablar.

¿Por qué extraña razón se comportará así? A veces me pregunto si la han dañado demasiado como para tener esa falsa imagen de fortaleza, creada de sonrisas tristes y rostros apagados.

Felipe entonces no le pregunta nada. Tan solo saca un puñado de dulces de su mochila.

—Toma los que quieras.

Angélica los observa con algo de alegría. Un breve chispazo de su personalidad renace cuando ve los caramelos. Cuando la veo tan indefensa, tan niña y sin necesidad de ocultarlo, es cuando me dan más ganas de abrazarla, de protegerla de todo mal. De prometerle que podemos tener el infinito a nuestro lado, que le daré una biblioteca enorme, que compraré todos los libros que ella elabore con sus preciosos dedos... sacudí la cabeza tratando de no seguir mi disparatado hilo de pensamientos.

Se decidió por unos rojos. Los tomó y comenzó a sacarles el papel con mucha paciencia y calma, cosa rara en ella. Apoyó la cara en las manos mientras cerraba los ojos disfrutando de aquel caramelo.

—Solo me gustan de este sabor —le explicó a su amigo —los otros no los soporto por lo empalagosos que son.

Se pone de lado descubriendo que la estoy observando. Su gesto cambió abruptamente, la cara infantil desaparece, surgiendo una risa que pretende ser malvada (francamente lo hace pésimo pero se ve adorable). Subo mi ceja y ella lo toma como un pretexto para empezar una pelea.

—¿Qué pasa idiota? ¿Quieres uno?

Asentí sonriendo lascivamente. Quiero todos los dulces, quiero todo de ella. Quiero su piel, sus dedos, su cabello, sus palabras, sus suspiros... Si supiera lo que realmente estoy afirmando, lo más probable es que saldría corriendo, presa del pánico.

Pero no, como siempre ignora todos mis pensamientos y con calma se sienta a mi lado diciendo:

—Lo siento pero éste es el último —sacó la lengua con el caramelo en su punta y el pulso se me aceleró de manera automática.

Ella se quedó quieta durante unos segundos. Tiempo suficiente como para realmente pensar en sacar ese dulce, rojo, tentador y suculento. La tomaría del cuello con mis dedos, acercándola a mi cuerpo para que no pudiese escapar. Trataría, pero soy más fuerte que ella, así que la dejaría batallar un poco hasta que finalmente tomaría ese dulce...

—¡Es broma tonto! —Se sonríe mucho más alegre que antes. Saca un montón de su bolsillo— lo siento solo tengo rojos... ¿Quieres?

Los sueños despiertos que tuve en unos segundos se acabaron de golpe

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Los sueños despiertos que tuve en unos segundos se acabaron de golpe. El baldazo de agua fría me congeló unos segundos. Así que, sin decirle nada, le arrebaté unos pocos de sus dedos. El contacto con sus dedos me dió una pequeña descarga eléctrica de felicidad.

Estoy jodido, lo sé.

Angélica también se ha quedado callada, sin embargo en su cara hay una enorme sonrisa de satisfacción. Se siente ganadora de una batalla inexistente... pero, la verdad es que ella siempre es vencedora cuando se trata de mí. Solo que aún no se entera.

Al menos, no está tan triste como antes. Y eso vale la pena, al menos para mí.

La morena tan solo se da vuelta para seguir conversando con Felipe de cosas triviales. Me arrojo sobre el asiento esperando dormir unos minutos antes de que empiece la clase.

Al final me rindo y me decido a meter el dulce en mi boca. Algunas pensamientos se escapan mientras saboreo los caramelos de color frambuesa. Sí Angélica solo come estos tipos de dulces, pienso, quizás los besos de ella tienen, al menos, un ligero sabor a fresa. Al igual que el dulce que ahora devoro lentamente.

Y aunque no tuviesen ese sabor, no me molestaría devorarle los labios todo el día.


Continuará

Nota de la autora: Hola a todos! espero que no se enojen por la demora. Trataré de terminar esta historia durante estos meses. Lo que sucede es que me encuentro trabajando con una editorial, por ende, estoy a full con el proyecto que saldrá en físico. 


Gracias por su lectura! :D 

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