Primer encuentro

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Avaricia

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Avaricia

Sí tú, persona cualquiera, le preguntas a Angélica cuando conoció a Antonio, ella te narrará un divertido suceso donde casi le rompe la cara. Con expresiones exageradas, mucho movimiento de manos y el ceño enojado te contará de cuando le presentaron al muchacho de ojos azules, tez clara y pelo castaño. Después te dirá que él básicamente se rio de su cara de enojada, le puso el sobrenombre de Kirby e intentó tocarle la cara, claramente crímenes inolvidables para su orgullo tenaz.

Sin embargo, si le consultas a Antonio de cuando conoció a Angélica, él sencillamente se encogerá de hombros, te mirará con una sonrisa torcida para luego señalarla a ella para que "te cuente como pasó". Pero como yo no soy ninguno de ellos puedo contarte la verdad.

Resulta que Antonio es un avaro. Quizás no en el sentido de gastar dinero, compartir su tiempo u objetos de valor, de hecho, él es bastante desprendido de tales cosas. Pero hay un solo ente, una aparición mágica, una revelación del destino, guardado recelosamente para él y son los momentos que ha vivido con Angélica.

Los atesora en el fondo de su alma, los cuida para rememorarlos en la noche cuando no puede dormir y no planea compartirlos con nadie más. Para él, la chica de mirada desafiante es su mejor descubrimiento, su alegría, su tesoro precioso y el encuentro más inesperado que ha tenido en su vida.

Fue durante los primeros días de llegada al nuevo liceo. Antonio estaba buscando nuevos lugares para poder dormir sin que nadie lo criticase, porque jugar Ragnarok todas las noches le estaba costado bastantes horas de descanso, entonces encaminó sus pasos hacia la biblioteca enorme del colegio.

Grande, luminosa, con enormes ventanales y repleta de muchísimos libros. Para su gran alegría también contaba con enormes cortinas de color rojo que podrían aislarlo de los rayos de sol. Con grandes esperanzas en convertir este lugar en su nuevo espacio para tomar siestas comenzó a buscar un sillón mullido para acomodarse.

Tan solo encontró escritorios de madera bastantes grandes cada cual provisto de su propia lampara, unos cuantos lápices amarrados a la mesa y unas sillas acolchadas. Sonriendo se dispuso a acomodarse en unos de los sitios, cruzando los brazos sobre la madera dispuesto a dormir. Incluso podría aventurar que logró conciliar el sueño unos breves minutos hasta que escuchó lo siguiente.

—¡Lo siento muchísimo! —comentó una voz chillona, seguramente de una niña pequeña, mientras se sentía el ruido de alguien caer al suelo y recoger objetos.

—Descuida no hay problema —una voz bastante vieja se escuchaba contestarle a la chica —nadie suele pasarse por aquí.

—Pero no es excusa para botar estos libros —destilaba muchísima vergüenza cada una de las palabras de la chica —déjeme ponerlos en orden.

Eso bastó para que Antonio alzará la cabeza y la viera.

Bajita, menuda, de cabellos revueltos castaños repletos de ondas

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Bajita, menuda, de cabellos revueltos castaños repletos de ondas. Rostro redondo, de tez morena, labios carnosos de color rojo y mirada amable. Esa cara cruzó por los ojos de Antonio y se quedó para siempre en su corazón. Vio con atención como con gestos torpes la chica trataba de que el bibliotecario no arreglase su desastre, un montón de libros tirados sobre sus pies. El anciano finalmente desistió de ayudarla, retirándose en silencio y dejándola a ella ordenar.

Se arrodilló con cuidado comenzando a hojear los volúmenes con expresión concentrada. La vio enarcar sus cejas, sonreír, abrir la boca, sorprenderse e incluso reprimir una pequeña carcajada. Ella realmente estaba ordenándolos uno por uno y dándose el tiempo de leer una pequeña parte de cada libro. Antonio pensó que debía tener un super poder de lectura porque él sería incapaz de sostener su concentración en más de un libro a la vez.

Finalmente terminó de recoger el desastre dejándolos en primoroso orden en la repisa. Después sacó, con asombro del chico, cuatro libros en su regazo para pedirlos prestados.

Antonio ni siquiera se levantó de su puesto, ni trató de hablarle, ni mucho menos quiso averiguar su curso. Era demasiado vago para hacer cualquiera de esas cosas, pero fue lo primero que atesoró de Angélica sin saberlo. De hecho, lo cuidó tanto que no le mencionó a nadie de su descubrimiento en aquel salón. En los próximos meses donde no sabrá de ella estará buscando sin saber a alguien que le guste tanto leer y, quizás, ronde la biblioteca no precisamente para dormir.

Hasta el día que le presentaron a Angélica donde él confirmó todo lo que pensó sobre ella: era la chica más tierna, adorable y chistosa que conoció alguna vez en su vida. 

Continuará

PD: ¡Hola! unas cosillas antes de decirles que

a) La IA no me quiere dar una Angélica morena sepan disculpar xD

b) ¿Qué les pareció? Antonio es un vago pero romántico a su manera. 

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