𝐅𝐔𝐄𝐆𝐎 𝐘 𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄

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En el apacible y remoto pueblo, la vida transcurría al ritmo pausado del campo. Rodeado de frondosos bosques y arroyos cristalinos, parecía un lugar ajeno a las grandes intrigas de los Siete Reinos. Sin embargo, incluso en este rincón apartado, los ecos de las leyendas y las hazañas de la realeza llegaban como susurros en el viento.

La taberna del pueblo, era el centro neurálgico del pueblo, un lugar donde las noticias se difundían tan rápido como el aroma de la cerveza recién servida. Aquella noche, un murmullo inquieto llenaba el aire, y todos los ojos se dirigían a un rincón oscuro donde se sentaba el anciano Boremund, un hombre de cabello canoso y rostro curtido por los años.

— Dinos más, Boremund — dijo Arwen, el herrero, su voz grave resonando en el espacio cerrado — Háblanos de la famosa Matasangre y lo que hizo a la Casa Targaryen después de la Danza de los Dragones —

Boremund, que había viajado más allá de las colinas de Rocanegra y había visto las ruinas de lo que solía ser la grandeza de los Targaryen con sus propios ojos, levantó la mirada lentamente. Su voz, rasposa y llena de la sabiduría de los años, comenzó a narrar la historia que todos ansiaban escuchar.

— La Matasangre, la llaman — empezó, sus ojos brillando con un fuego apagado — Fue hermana de la princesa Rhaenyra Targaryen. Su nombre resuena como un eco de destrucción y esperanza entre los restos de su casa —

Los aldeanos se inclinaron hacia adelante, sus rostros iluminados por la tenue luz de las velas, ansiosos por captar cada palabra.

— Durante de la Danza de los Dragones, cuando el reino estaba sumido en el caos y la ruina, emergió de las sombras — continuó Boremund. — Muchos creían que la guerra había terminado con la muerte de los hijos de la princesa, pero no contaban con el poder de su hermana, quien había permanecido estado al margen hasta ese momento, ella decidió que el Trono de Hierro debía ser suyo, a cualquier precio. —

Un murmullo de asombro recorrió la taberna, y los rostros de los aldeanos mostraban una mezcla de horror y fascinación. Marianne, la curandera del pueblo, entrelazó sus dedos nerviosamente.

— Pero Boremund, ¿cómo pudo una sola mujer reclamar el trono y enfrentarse a su propia familia? —preguntó Arwen, el herrero, su voz grave, reflejando la incredulidad que sentía.

— ¿Qué hizo entonces? ¿Cómo una sola mujer podría cambiar el destino de una dinastía tan poderosa? — preguntó, su voz temblando con una mezcla de miedo y fascinación.

Boremund suspiró, como si recordara, los días oscuros que había presenciado.

— Ella no era solo una Targaryen — explicó. — Había sido entrenada, habilidades que la mayoría de los mortales ni siquiera podían imaginar, no era una mujer común — respondió. — Desde su juventud, había mostrado una determinación y una ambición que pocos podían igualar. Se refugió en las sombras, esperando el momento oportuno para reclamar lo que creía que era suyo por derecho —

Fuego y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora