Un viejo pergamino olvidado en una cripta secreta de Antigua contiene una profecía sobre el Dragón de ojos dorados. Habla de un tiempo en el futuro, cuando el caos y la guerra una vez más asolen el reino, y los dragones regresen para reclamar su dom...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El sol se estaba poniendo lentamente sobre el horizonte de King's Landing, tiñendo el cielo con tonos dorados y rojos que reflejaban en las piedras del Red Keep. El bullicio del torneo había comenzado a disminuir, con la mayoría de los nobles y visitantes dispersándose hacia sus aposentos y los campos de justa vacíos de espectadores.
Rhaelya caminaba por los largos pasillos del castillo, cansada pero satisfecha por el evento del día. El torneo había sido un espectáculo grandioso, un despliegue de habilidades y honor en el que se esperaba que su hermano no nacido fuera el centro de atención. Sin embargo, sus pensamientos estaban nublados por una inquietud que no podía sacudirse.
De repente, un tirón en su brazo la sacó de sus pensamientos. Rhaelya se volvió para encontrar a su tío Daemon, cuya expresión era una mezcla de determinación y preocupación. Sin darle tiempo a reaccionar, Daemon la arrastró hacia una habitación cercana, un espacio pequeño y oscuro que parecía alejado del bullicio del torneo.
—Tío Daemon, ¿qué sucede? —preguntó Rhaelya, su voz llena de curiosidad y una pizca de irritación. Daemon cerró la puerta detrás de ellos y se volvió hacia ella con una expresión seria pero afectuosa.
—Rhaelya, en medio del esplendor del torneo, es vital que tengas en cuenta algo más profundo. El futuro de nuestra casa está en juego —Daemon se dejó caer en una silla, mirándola con intensidad.
Rhaelya se acercó a la ventana de la habitación, observando cómo el sol comenzaba a ocultarse tras las colinas. —Lo sé, tío. Este torneo es más que una simple competición. Es una oportunidad para consolidar nuestra posición y demostrar nuestra valía —
Daemon asintió, pero su mirada no se suavizó. —No solo es una cuestión de demostrar valía. Es una cuestión de prepararse para lo que viene. La política y el poder son frágiles, y necesitamos estar preparados para cualquier eventualidad —
Rhaelya se giró hacia él, sintiendo el peso de sus palabras. —¿Qué debo hacer? —
Daemon se levantó y se acercó a ella, colocando una mano en su hombro. —Debes ser astuta y estar atenta a cada señal. Las alianzas, las traiciones, todo cuenta. No subestimes el poder de cada decisión que tomes. —
Rhaelya sintió el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. —Lo entenderé, tío. Haré lo que sea necesario para proteger a nuestra familia. —
Daemon le sonrió con un toque de orgullo en sus ojos. —Eso es lo que quiero escuchar. Siempre puedes contar conmigo. —
Con un gesto de aprobación, Daemon abrió la puerta para ella. Rhaelya salió de la habitación, su mente llena de la conversación y la presión de su posición. El torneo seguía en pleno apogeo, con las celebraciones y los banquetes extendiéndose a lo largo del castillo.