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El reino estaba entrando en una etapa de incertidumbre, y no solo por las tensiones dentro de la Fortaleza Roja. Mientras las luchas internas entre las hermanas Targaryen se intensificaban, una amenaza externa comenzaba a formarse lejos de Desembarco del Rey. Los Peldaños de Piedra, una cadena de islas estratégicas entre Poniente y Essos, se habían convertido en un foco de conflicto debido a las incursiones de piratas y señores de la guerra que perturbaban el comercio marítimo y asaltaban barcos de la Corona y la Casa Velaryon.

Corlys Velaryon, conocido como la Serpiente de Mar, uno de los hombres más poderosos y respetados en la corte, había comenzado a alzar su voz para que el rey tomara medidas. Sin embargo, la respuesta del rey Viserys había sido tibia, optando por la diplomacia en lugar de la fuerza, algo que comenzaba a molestar a muchos en el consejo, incluido Corlys.

El consejo privado estaba reunido una vez más, pero esta vez la discusión giraba en torno a los problemas en los Peldaños de Piedra. Corlys Velaryon estaba de pie, con una expresión severa, mientras señalaba un mapa en la gran mesa de madera.

—Los piratas de Essos han tomado el control de los Peldaños de Piedra y están asaltando nuestras rutas comerciales, — dijo Corlys con su voz firme resonando en la sala. —Si no actuamos ahora, la Casa Velaryon perderá su flota, y el reino sufrirá las consecuencias.—

Viserys, sentado en su trono, frunció el ceño. —No quiero apresurarme a declarar la guerra por unos cuantos piratas. La diplomacia podría resolver este asunto sin necesidad de derramar sangre.—

Corlys apretó los puños. —La diplomacia no significa nada para esos hombres, mi rey. Ellos solo entienden el poder del acero y el fuego. Si no enviamos una fuerza militar, nos verán como débiles.—

Rhaelya, quien había permanecido en silencio hasta ese momento, intervino con un tono firme. —Corlys tiene razón. Los Targaryen gobiernan con dragones, no con promesas vacías. Si no respondemos con fuerza, más facciones se levantarán contra nosotros.—

Viserys la miró, molesto por la insistencia. —No quiero otra guerra en mi reino, Rhaelya. La estabilidad es lo que mantiene unidas las tierras. No podemos estar encadenados al fuego y al acero.—

Rhaelya mantuvo su postura, sus ojos fijos en su padre. —La estabilidad se mantiene mostrando fuerza, no vacilación.—

Rhaenyra, que estaba sentada junto a su padre, intervino, dirigiendo su mirada hacia Corlys. —Si mi padre decide que la diplomacia es la mejor opción, debemos respetar su decisión.—

Corlys, visiblemente frustrado, se cruzó de brazos. —Mi princesa, con el debido respeto, mi flota está en juego, y la riqueza del reino también. No podemos permitir que esos malnacidos tomen el control de nuestras rutas comerciales.—

Fuego y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora