Dos semanas habían pasado ya. Dos semanas en esa mansión. ¿Por qué el tiempo pasaba tan lento?
Un día, mientras Delaney terminaba de limpiar los platos, escuchó una voz algo familiar. Se asomó por el marco de la puerta para ver quien era.
Lady Dimitrescu.
Traía su típico vestido blanco escotado y su sombrero negro ala ancha. Por un momento esos ojos dorados y esos ojos grises cruzaron miradas. La joven volvió a lo que estaba haciendo. Cuando terminó, se dijo a si misma: "Sólo pasas y directo al cuarto, sólo pasas y directo al cuarto."
Salió de la cocina, pasó en frente y saludó: -Lady Dimitrescu.-Dijo con una reverencia y subió a su cuarto. No iba caminando, no, iba corriendo. Se encerró en su cuarto, ¿Qué le pasaba? Sentía que su corazón estaba a punto de salir de su pecho en cualquier momento, tenía que evitar a toda costa ese sentimiento.
Se quedó en su cuarto durante un rato, hasta que la gran mujer se fuera. El tiempo pasaba demasiado lento para su mala suerte, no estaría encerrada todo el tiempo, ¿verdad?
Un toque en la puerta llamó su atención.
-Delaney, Donna quiere que nos acompañes en la sala.-Dijo Angie al otro lado de la puerta.
-¿Ahora?-Preguntó.
-Sí, apresúrate que la gigante no es alguien paciente.
"Mierda..." Pensó, ¿Qué haría ahora? No quería bajar.
-Bien, bajo en un segundo...-Respondió.
Solo se escucharon las pisadas de Angie alejarse, Delaney quería dar una buena impresión, buscó entre sus cosas y sacó un objeto que consideraba de buena suerte. Un collar. Este tenía el escudo de su casa.
Los nervios recorrieron su cuerpo en cuestión de segundos. Bajó las escaleras.
-¡Finalmen...-Angie se quedó callada.
Ahí Delaney lo notó, olvidó la máscara y bajó sin ella.
Angie se levantó de un brinco del regazo de Donna y comenzó a dar brincos al rededor de la joven.
¡Hermosa! ¡Guapa! ¡Mamasota!-Canturreó Angie, Delaney puso sus ojos en blanco y se sentó. Era un milagro que no le diera un infarto en ese momento.
-Y dinos, niña. ¿Cómo fue que paraste con Madre Miranda?-Preguntó finalmente la matriarca luego de un rato de silencio.
-Me encontró en medio de la nieve.-Dijo con simpleza.
-¿Tu edad?
-Veinte años.
Hubo más silencio, quería regresar a su cuarto y no salir durante todo el día.
-Y dinos, ¿por qué ocultabas ese hermoso rostro detrás de esa máscara?-Preguntó con malicia en su tono.
-F-fue orden de Madre Miranda...-Dijo
-En verdad eres bonita, Delaney. Hay que mantenerte cuidada.-Dijo Angie con una risita.
Miranda siempre la mantuvo cuidada desde bebé.
-Gracias, supongo.-Dijo rascando su nuca nerviosa.
-Así que esta es la "hija" de Madre Miranda, que desperdicio.-Murmuró Alcina sabiendo que la joven la escucharía.-¿Cuál es tu rol en esta familia?
La joven comprendió las intenciones de la mayor. Quería sacar información.
-No lo sé.-Respondió secamente.
Luego de unas horas de preguntas incómodas por parte de la mayor, esta finalmente se fue. Parecía que solo había llegado a hacer preguntas.
Otra semana pasó.
Delaney estaba en su habitación recostada en su cama pensando.
-Delaney.-Llamaron al otro lado de la puerta.
-Adelante.-Dijo sentándose en la cama.
Donna entró al cuarto.
-¿Te gustaría acompañarme a la Villa?-Preguntó ladeando la cabeza.
Adorable.
-Le he preguntado a Madre Miranda para que fueras conmigo.
-¿Dijo que sí?-Preguntó la joven con entusiasmo.
-Sí, dijo que llevaras tu máscara puesta.
-¡Bien! En un segundo bajo, sólo me cambio de ropa.
Donna salió del cuarto. Delaney se puso unos pantalones negros y una camisa negra con capucha y claramente y su máscara. Tomó una de sus mejores armas y las guardó en sus bolsillos por seguridad.
Bajó las escaleras lo más rápido que pudo, Donna y Angie la esperaban.
Salieron de la mansión y caminaron hacia la Villa.
El viaje fue tranquilo, claro, Miranda sabía de que su hija estaría fuera con Donna, no mandaría lycans a acecharlas.
Bueno, cinco lycans al rededor no era algo que la preocupara mucho. Normalmente, Miranda enviaba manadas de lycans, al menos así fue la primera vez que Delaney salió sola.
Llegaron a la Villa, de puro milagro la Villa no estaba desierta, estaba más colorida que de costumbre. Pararon en una panadería, una joven de aspecto tétrico las atendió.
Luego de eso, compraron verduras y frutas.
"Son compras." Pensó.
De un momento a otro, es escuchó un estruendo, todos voltearon a ver a un hombre rubio. "¿Y ese? No parece de aquí..."
-Espere un momento aquí.-Dijo la joven a Donna.
Se acercó cuidadosamente al hombre, el hombre parecía estar hablando con el Duque, el mercader de la Villa. Se escondió detrás del carro del Duque para escuchar la conversación de ambos hombres. Pensó que estaba pensando mal hasta que escuchó al Duque decir: "-Su hija puede estar en cualquier parte, puede que incluso en el Castillo Dimitrescu.-"
Delaney sacó su arma, se acercó al rubio y puso la boca del arma contra su nuca. -Ni se te ocurra moverte un centímetro.-Dijo con tono amenazante.
El rubio se quedó callado. El Duque soltó una risa llamando la atención de ambos.
-¡Vaya, vaya, vaya! Pero si es la hija de la Madre Miranda, la dulce Delaney.
-Duque.-Dijo en forma de saludo sin voltear a verlo.-¿Acaso no sabe que no es buena idea dar información de las casas a extranjeros Duque?-Preguntó.
-Claro que sí. Este hombre iba a darme una buena paga por semejante información.-Dijo el Duque con emoción.
-Tu nombre.-Dijo haciendo presión en la nuca del rubio.
-E-Ethan Winters...-Dijo con voz temblorosa.
Winters, ese apellido se le hacía conocido, Miranda había mencionado ese apellido en múltiples ocasiones. Sin previo avisó, golpeó a el rubio en la nuca con el arma dejándolo inconsciente.
-No sea agresiva, Delaney. Sólo busca a su hija.
-Ajá.-Dijo secamente sin tomarle importancia.
La joven comenzó a arrastrar al rubio por el pie hasta llegar de nuevo con la dama.
-¿Y este?-Preguntó Angie.
-Un tal Ethan Winters, creo que nos puede servir para algo, hay que llamar a Madre Miranda.
Delaney compró un lazo y amarró al hombre de las muñecas y pies por si llegaba a despertar en medio del camino.
Cuando llegaron finalmente a la mansión, Delaney informó a Miranda sobre el rubio.
Le pareció extraño que Miranda respondiera con emoción ante la mención del rubio.
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Una Jerarca más.
RastgeleLuego de una de las muchas reuniones en la vieja Aldea liderada por la sacerdotisa Madre Miranda, la sacerdotisa se encuentra a una pobre criatura en medio de la nieve. Criatura que lamentablemente, sería la razón de su perdición años después.