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De camino hacia el coche, la noche quieta y el aire frío del exterior les proporcionaban un respiro del calor y el bullicio del bar. Mientras caminaban, la mano de Freddy rozó accidentalmente la de Isidoro. El más joven apartó la suya rápidamente, sintiendo un pánico irracional ante el contacto inesperado. Llegan a su destino con un Isidoro un tanto tambaleante por el alcohol consumido.

—¿Qué hacemos? ¿Pedimos un taxi?—Intervino el oficial mirando hacia la calle en busca de uno.

Freddy no respondió y le abrió la puerta del copiloto. Isidoro se sube obedientemente, y se sorprende al ver al comisario darse la vuelta y subirse con intenciones de manejar.

Acomodandose en el asiento, el mayor volvió a hablar—No tengo 15 años. No me emborracho con un par de copas como tú.

—¿Sabes que esa excusa es justamente la que nos pasaríamos por los huevos estando de servicio no?—Contestó Isidoro risueño. La situación le divertía por lo imposible que le hubiese parecido en un inicio, sin conocerlo.

Freddy sonrió echó a andar el vehículo a una velocidad más baja de lo solicitada. Isidoro miró de reojo a Freddy, notando cómo su rostro tranquilo reflejaba una sorprendente jovialidad. Jovialidad que el comisario no había sentido hace al menos una década.

Continuó manejando hasta detenerse cerca de un risco alejado con vista al mar. Se bajaron del coche, y el viento frío hizo que Isidoro temblara un poco.

—De verdad, deberías aprender a abrigarte mejor.—Dijo Freddy con un tono de ligera reprimenda, pero sus palabras estaban cargadas de calidez. El sentimiento de protección que despertaba Isidoro en él era desconcertante.

Gentilmente, Freddy se quitó su bufanda y la envolvió alrededor del cuello de Isidoro, protegiéndolo del frío. Isidoro sintió el calor del tejido y el gesto de cuidado, lo que le provocó un ligero sonrojo que esperaba avergonzado que se pudiera atribuir al clima.

Sacó su cajetilla de cigarrillos de su bolsillo y le ofreció uno a su mayor como gesto de intercambio el cuál aceptó. Rápidamente, Isidoro usó su mechero para encender su cigarrillo, protegiendo la llama con su mano. Se acercó instintivante para encender también el de Freddy, y en ese instante, sus rostros quedaron a escasos centímetros.

El humo ascendió lentamente en el aire frío de la noche, mezclándose con el aroma del mar. La brisa llevó consigo un toque salado que acarició sus rostros. La cercanía hizo que el ambiente se sintiera aún más cargado de tensión y posibilidades. Sus miradas se encontraron, y en el reflejo del mechero, los ojos de Freddy brillaban con una intensidad desconocida para Isidoro. El sonido del mar rompiendo contra las rocas acompañaba sus respiraciones, creando una sinfonía íntima. Isidoro notó cómo su propio corazón latía con fuerza, y por un momento, olvidó el frío que le había hecho temblar minutos antes.

Entre el pánico que estaba sintiendo, se hizo gala su habilidad para llenar silencios: —Creo que si es que evito el compromiso es por lo que viví de niño. Por mi padre.

Freddy parpadeó, sorprendido por la confesión repentina. —¿Qué?

—Sí.—Reafirmó Isidoro, su voz más baja y llena de vulnerabilidad.

Freddy inclinó la cabeza, su mirada invitando a Isidoro a continuar. La calidez de la bufanda alrededor de su cuello y el peso del momento lo empujaron a abrirse más de lo que había esperado.

—Mi padre era... duro. No físicamente, o al menos, no al inicio. Soy el único hombre entre tres hermanas y siempre me presionó bastante. Me hacía sentir que no era suficientemente hombre. Para él, ser fuerte significaba no mostrar emociones, que no valía la pena, por lo que claramente tampoco fue un buen marido para mí madre. Era muy distante y estoy muy seguro que la engañó muchísimas veces. Estoy condenado a repetir el ciclo.

Líneas Cruzadas - FredoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora