3

324 36 7
                                    


Con el paso de los días, una relación estrecha de camaradería se iba formando entre el dúo. Isidoro comenzaba a notar algo más en su compañero. Cada vez se atrevía a observarlo más detenidamente, lo que le permitía descubrir aspectos que no eran evidentes a simple vista. Freddy no solo era un hombre de principios firmes y dedicación absoluta por su trabajo; en sus días libres, mientras Isidoro salía de fiesta o hacía planes con alguna de las chicas de su móvil, Freddy se dedicaba a trabajar en labores administrativas, sin permitirse un momento de descanso. Isidoro pero percibía una tristeza profunda en los ojos del comisario, una melancolía difícil de ignorar. A pesar de sus intentos por pasarla por alto, esa tristeza empezaba a afectarle, haciéndole cada vez más difícil no entrometerse.

El oficial nunca había sido una persona de silencios, todo lo contrario. Por eso, antes de pensarlo muy bien, notó como las palabras se derramaban por su boca.

—¿Alguna vez haz pensado en dejar todo esto?—Preguntó Isidoro interrumpiendo el silencio dentro del patrulla.

Freddy suspiró, manteniendo la vista en la carretera.—Más veces de las que te la imaginas neno. Pero este trabajo es lo único que me queda.

Isidoro sintió un nudo en el estómago ante su respuesta. Mientras lo observaba, experimentó una urgencia por hacer algo, cualquier cosa, para aliviar esa carga en su compañero. Una idea empezó a formarse en su mente, una que lo impulsaba a actuar.

El sonido del móvil del más joven los sacó del ambiente reflexivo en el que estaban inmersos. Freddy lo observó de reojo mientras este procedía a ignorar la llamada, silenciandola.

—¿Sabes que el móvil debe estar en silencio cuando estamos de servicio, verdad? —Regañó el comisario con molestia, pero luego relajó su semblante al notar que su compañero no estaba muy atento a sus palabras.

Isidoro estaba perdido contemplando el atardecer que se veía por la ventana. Los tonos cálidos de la puesta de sol bañaban el paisaje con un resplandor naranja, creando un contraste suave con el azul profundo del cielo vespertino. Freddy observó cómo la luz del atardecer iluminaba el rostro del oficial, revelando una expresión de calma que contrastaba con su usual energía. El mayor desvío la vista al notar cómo la pantalla del móvil se iluminaba nuevamente con una llamada entrante y decidió relajarse.

—Puedes contestar. No hay avisos por ahora—Mencionó destensando sus hombros. No sabía de dónde venía su molestia. No tenía caso regañarlo cuando era primera que ocurría desde que patrullaban juntos.

Isidoro bufó, algo hastiado, y contestó la llamada —¿Quién es? No reconozco tu voz ¿Chloe? A–ah sí. Por su puesto que me acordaba de tí—Isidoro se esforzaba por salvar la conversación, mientras Freddy lo miraba con incredulidad.

—¿Qué quieres? Es que estoy de servicio. Sí, claro que te iba a llamar, pero he estado ocupado. No, no he quedado con nadie. En verdad estoy ocupado—Contestaba Isidoro echándole miraditas avergonzadas a su jefe.

—¿Hoy? No creo que pueda verte hoy, tengo turno de noche ¿Te llamo luego sí?—El oficial finalizó rápidamente la llamada.

—Hoy sales temprano ¿Otra pituka de la que ya te aburriste?— Mencionó Freddy con tono acusador.

—No. Sólo no se me apetece quedar con nadie. Estoy cansando y quiero irme a la cama pronto— Contestó Isidoro restándole importancia, pero sin llegar a convencer a su jefe.

Freddy suspiró con frustración mientras conducía por las calles de la ciudad, sintiendo el peso de palabras pendientes con su compañero. Finalmente, decidió abordar el tema que venía molestando desde un inicio.

—Me impresiona cómo puedes ser tan insensible. No te importa la gente con la que te relacionas. Esas chicas son más que un hoyo para follar ¿No te das cuenta del daño que puedes hacer comportandote como un crío?

Isidoro lo miró con escepticismo ¿Cómo se atrevía a reprenderlo de esa manera? Ni que fuera su padre. Sintiendo cómo la ira comenzaba a burbujear en su interior, respondió —No sabes nada de mí, Freddy. No me conoces así que no me toques los cojones.

—Tienes razón, no te conozco. Pero sé que cuando te enamores vas a quedar como un gilipollas. Te darás cuenta de lo mal que tratas a la gente y de lo mucho que anhelarás estar cerca de alguien que ya no esté para ti, de formar una familia. Pero parece que eso no es algo que te importe lo más mínimo—replicó Freddy apretando los dedos sobre el volante con firmeza.

Isidoro se tensó, sintiendo el peso de las palabras de su superior—¿¡Y qué sabrás tú de amor o de familia!? No eres más que un hombre triste que se esconde en su trabajo ¿También se puede salir de comisaría, sabes? No tienes idea de vivir.

Freddy frunció el ceño con su paciencia al límite—¡Por lo menos yo trato de hacer algo con mi vida! Tú sólo escapas Isidoro. Escapas de cualquier cosa que implique un mínimo de responsabilidad o compromiso. Pero cuando te toque asumir las consecuencias, te acordarás de esto.

La atmósfera en el coche patrulla se volvió insoportablemente tensa. Isidoro, incapaz de contener su enojo, aprovechó un semáforo en rojo para salir del coche, azotando la puerta tras él.

—¡Vete a la mierda me oyes!—Gritó, dándole un golpe a la ventana del patrulla con frustración.

Freddy lo observó alejarse, sintiendo una mezcla de impotencia y preocupación. Rápidamente presionó el botón de su radio y solicitó disponibilidad a la malla para recoger a su compañero. Mientras esperaba la llegada del patrulla, se quedó a una distancia prudente, siempre agurandose de garantizar la seguridad del otro.

Isidoro caminaba rápido, intentando calmar la furia que lo consumía. Las palabras del comisario resonaban en su mente, golpeándolo una y otra vez. Se detuvo en una esquina y encendió un cigarrillo, buscando que el humo le trajera algo de calma. Miró hacia atrás, viendo el coche patrulla a la distancia. Sabía que Freddy lo cuidaba desde lejos y eso lo enfurecía más.

—No necesito que me cuides, puto gilipollas—Masculló al aire luego de dar una calada, aunque sabía que el comisario no podía oírlo.

En el fondo, Freddy sólo deseaba que algún día Isidoro comprendiera la profundidad y el valor de poseer una fuerte conexión con alguien, en lugar de aferrarse a algo fugaz.

Aquí les dejo otro capítulo. No quise dejarlas sin actualización por lo que no lo revisé, cualquier error que encuentren me gritan.

Líneas Cruzadas - FredoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora