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A la mañana siguiente, nuevamente ubicado desde lo alto, Freddy comprobó en su reloj de muñeca como Isidoro entraba puntual al hall de comisaría parq marcar el inicio de su jornada laboral.

—¿Dónde lo espero Jefe?— Escuchó la voz del más joven desde la radio.

—Ve para el estacionamiento— Respondió Freddy. Estuvo un par de minutos terminando algunos papeleos, y se dispuso a bajar. Tomó las escaleras, y perdido en sus pensamientos, se sorprendió al encontrarse de frente con dos de sus oficiales hablando entre susorros con una proximidad que cualquiera catalogaría como inapropiado. Vio como su bonimio, le acomodaba delicadamente un rubio mechón tras la oreja a la chica con quien mantenía la conversación, y el comisario intervino aclarandose la garganta.

—Perdón por interrumpirte Isidoriño. Compañera. No sabía que en esta comisaría se les paga... Por jugar a las casitas ¡En las putas escaleras!—Comenzó con un tono peligrosamente suave que terminó en un grito que hizo sobresaltar a la parejita.

Ambos se separaron de golpe. La chica, que ahora identificaba como Ellie, se sonrojó y se dispuso a huir del lugar susurrando un rápido "lo siento", mientras subía las escaleras de dos en dos.

Isidoro por el contrario, le regaló una sonrisa inocente observándole con sus ojos claros a través de las pestañas—Perdón. Estaba haciendo algo de tiempo mientras lo esperaba.—

—Pues agradezco no haberte dado más tiempo, porque sino, quizás con qué escena me hubiese encontrado. Que sea la última vez. Para la próxima, tú y esa pituka se van suspendidos de empleo y sueldo —soltó Freddy con firmeza, para luego terminar de bajar las escaleras.

Llegaron al estacionamiento y subieron al coche patrulla asignado. Freddy tomó el volante, mientras Isidoro se acomodaba en el asiento del copiloto, jugueteando con la radio del coche—Entonces, jefe, ¿cuál es el plan de hoy?—Preguntó Isidoro, intentando romper el hielo—Patrullaje estándar, Navarro. Vamos a ver si puedes seguir las reglas por una vez en tu vida—respondió Freddy sin apartar la vista del camino.

Las primeras horas de patrullaje fueron tensas. Isidoro, acostumbrado a hacer las cosas a su manera, se encontraba constantemente chocado con el protocolo. Al principio, trató de mantener su actitud despreocupada, haciendo comentarios sarcásticos y burlones cada vez que surgía la oportunidad, pero la seriedad de Freddy comenzaba a hacer mella en su habitual despreocupación comenzando a ponerlo nervioso y de mal humor.

Mientras patrullaban, la luz de la tarde empezaba a filtrarse por las ventanas del coche, iluminando el rostro de Freddy de una manera que Isidoro no se había permitido notar antes. Observó la línea de su mandíbula, la cuidada barba, la concentración en sus ojos, y la forma en que sus manos firmes y seguras manejaban el volante. Por primera vez, Isidoro se encontró admirando la apariencia de su comisario. Había una fuerza en él que lo hacía sorprendentemente atractivo, incluso para un heterosexual como él.

De repente, la radio del coche crepitó con una alerta sobre un disturbio cercano. Freddy giró el volante con precisión y aceleró hacia la dirección indicada. Llegaron a un callejón donde un grupo de hombres de apariencia joven y desaliñada parecían estar en una acalorada discusión. Uno de ellos, un tipo grande con un aura peligrosa, dirigió una mirada despectiva hacia Isidoro cuando se acercaron.

—¿Qué tenemos aquí? ¿Un par de picoletos de mierda pensando que pueden meterse en cualquier sitio no?—se burló el hombre, escupiendo al suelo, provocando una mueca de asco en Isidoro.

Freddy, posó una mano sobre el hombro de su compañero para indicarle que tome el mando de la situación.

Isidoro dió unos cuantos pasos hacia adelante y habló en un tono bajo, que trataba de ser apaciguador—Vamos a ver. Primero, tranquilízate, no queremos problemas. Sólo estamos aquí para resolver las cosas sin que nadie...

—Cállate perra ¿¡Tú crees que me importa lo que un simple cadete de mierda pueda decirme!?—Gritó acercandose de forma amenzante empujándolo con una mano en el centro del pecho. Isidoro se tambaleó hacia atrás chocando con un contenedor el cuál sonó estrepitosamente.

Freddy notó inmediatamente como los ojos de su compañero se llenaban de rabia, y apretaba los puños con fuerza, dispuesto a atacar. Lo detuvo sobre la marcha con una mano en su pecho.

—Déjamelo a mi— Le susurró a su compañero colocándose intuitivamente de forma protectora frente a su subordinado—

Freddy avanzó enfrentando al hombre con una calma helada—Ahora hablas con el comisario. Mira, no estamos aquí para perder el tiempo. Tú y tus amigos van a calmarse y dispersarse ahora, o puedo asegurarte que pasarán la noche en una celda.

Sus palabras sólo consiguieron que el tipo comenzará a hablar cada vez más fuerte, a gesticular de forma más agresiva y a insultar con mayor impetu. Freddy, viendo que la situación se estaba saliendo de control, mantuvo la calma y esperó el momento adecuado. Cuando el sujeto estaba momentáneamente distraído en su discurso, Freddy aprovechó para lanzar un rápido gancho que conectó limpiamente con la mandíbula del hombre. El tipo se perdió el equilibrio cayendo hacia atrás sobre el sucio suelo, sujetándose su rostro ensangrentado.

Uno de los sujetos que lo acompañaban se abalanzó sobre él, y Freddy pudo notar un liquido caliente correr por su rostro que lo hizo retroceder. Por el rabillo del ojo, vio como otros dos sujetos se aproximaban rápidamente hacia él, y antes de llevar la mano a su cinturón en busca de su taser, escuchó la voz de su compañero en su espalda.

—¡Deténganse ahora mismo o disparo! —gritó Isidoro, con su reglamentaria en mano.

El resto de los hombres se detuvieron, sorprendidos por la presencia de un arma de fuego. Freddy mantuvo su postura firme, con una mirada dura que dejaba claro que no iba a tolerar más desafíos.

—El próximo que haga algo estúpido se va a arrepentir. Márchense antes de que me canse de ser amable y los empapele—Volvió a hablar Isidoro, apuntándoles.

Uno de los tipos ayudó a su compañero, todavía un tanto aturdido por el golpe, a levantarse del suelo, y se marcharon entre tropiezos del lugar.

Dándole un asentimiento a modo de aprobación, Trucazo comenzó a caminar de vuelta a la seguridad del patrulla con el oficial siguiéndole de cerca. Agitados, al escuchar el "click" del seguro en la puerta, al fin pudieron respirar con tranquilidad.

—Buen trabajo, Navarro. Esa fue una situación complicada y supiste manejarla. Para la próxima, mejor usa el taser. No estaban armados por lo que la norma dice... —Detuvo su plática al ver la expresión de su compañero —¿Qué te pasa?—

Entre risas, Isidoro contestó apuntando su rostro—Parece usted salido de la película de Carrie—

Freddy ajustó el retrovisor y se observó. Sangre caía desde su ceja por el lateral de su rostro. Ahora, sin adrenalina en su sistema, comenzaba a sentir el dolor punzante en la herida ocasionada por el golpe.

Isidoro, a su lado, se desabrochó el cinturón —Joder, venga—Mencionó con una voz quejumbrosa mientras se acomodaba en el asiento de cara a él. Se agarró la manga de la camisa de su uniforme y cuidadosamente se acercó para limpiar su herida. Dando toquecitos, la sangre iba desapareciendo entre siseos de dolor de su superior. Giró su rostro para ver mejor.

El comisario sentía cómo su cara adquiría calor al sentir la proximidad y el escrutinio de los ojos verdes de su compañero. Estaban tan cerca que podía percibir el mentolado del contrario, probablemente debido a la presencia de algún caramelo en su boca. Desde esa posición, Freddy no se atrevió a cuestionar el éxito que poseía con respecto a las mujeres.

—Ahora, por su culpa, me tocará poner la lavadora— Dijo Isidoro rompiendo el silencio. Se observaron a los ojos sin decir nada un par de segundos, hasta que rompió el contacto dejándose caer en su sitio.

—Gracias, Isidoro—Contestó Freddy en una voz más suave que lo habitual.

Manejó de vuelta a la comisaría en busca de su 10-10, sintiendo una conexión inesperada con su compañero, y quizás, algo más.

Líneas Cruzadas - FredoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora