<< Desvanecida en la niebla >>

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La tensión en el auto era palpable, como un silencio denso que se extendía entre los ocupantes. Los momentos se alargaban, y cada segundo parecía durar una eternidad. Finalmente, el vehículo se detuvo frente a una casa que Amber había señalado. Las luces de colores brillaban intensamente desde las ventanas, proyectando destellos vibrantes en el jardín delantero. El sonido de la música resonaba como un estruendo, sacudiendo los cristales de las ventanas y haciendo vibrar el aire a su alrededor.

Vee y Gus, con los ojos abiertos de par en par, parecían emocionados ante la perspectiva de las travesuras que podrían gastar en un lugar tan caótico. La posibilidad de bromear en medio de tantas personas distraídas era una tentación que no podían resistir. Por otro lado, Willow, siempre más reservada, se veía visiblemente incómoda. El ruido ensordecedor y la multitud desbordante no eran de su agrado; ella prefería la serenidad de las plantas, esas compañeras silenciosas que siempre sabían escuchar.

Hunter, con una postura rígida y los brazos cruzados desde que había bajado del auto, observaba la escena con una expresión oscura. Sus ojos destilaban desconfianza y molestia, especialmente cuando su mirada se posaba en Amber, que no dejaba de juguetear con Luz, abrazándola y tocándola de manera sugerente. Aunque esos gestos no cruzaban la línea de lo íntimo, eran suficientes para hacer que la sangre de Hunter hirviera y su semblante se endureciera aún más.

—Bien, ¿qué esperan? Vamos —dijo Amber con una sonrisa radiante, tirando del brazo de Luz con un entusiasmo casi infantil.

El grupo se movió en dirección a la entrada de la casa, siguiendo a Amber, que avanzaba con una seguridad y familiaridad desconcertantes. Al llegar a la puerta, un tipo grande y musculoso, con una expresión seria, los detuvo brevemente. Sin embargo, en cuanto vio a Amber, su rostro se relajó y les permitió pasar sin más preguntas. Una sonrisa cómplice se dibujó en sus labios cuando Amber le dedicó una mirada juguetona.

Dentro de la casa, la música era aún más fuerte, golpeando los oídos con una intensidad que hacía vibrar las paredes y el suelo. Las luces parpadeantes cegaban momentáneamente, creando un ambiente caótico y surrealista. Luz apenas tuvo tiempo de frotarse los ojos cuando sintió que Amber la arrastraba a través de la multitud de cuerpos en movimiento. Las personas bailaban, reían y jugaban a su alrededor, formando una barrera viviente que parecía tragárselas.

Luz tropezaba constantemente, disculpándose con cada persona con la que chocaba mientras trataba de seguir el ritmo de Amber. Finalmente, llegaron a un rincón más despejado, donde un sofá se erguía cerca de la puerta que conducía al patio trasero. Frente a él, una mesa baja estaba rodeada de gente, todos mayores que ellas, hablando en voz alta y bebiendo con una despreocupación alarmante. Cuando Amber y Luz se acercaron, todas las miradas se volvieron hacia ellas, evaluando y juzgando en silencio.

—¡Eeey, Amber, al fin llegas! —exclamó un chico de cabello castaño que estaba sentado en el centro del grupo, abrazando a una chica pelirroja en su regazo.

Los ojos azules de aquel chico, Mark, escanearon a Luz con una intensidad que la hizo sentir como si estuviera bajo un microscopio. Después, su mirada volvió a Amber, con una chispa de interés que a Luz no le gustó nada.

—Perdón, Mark, pero ya sabes, es mejor llegar tarde, es elegante —respondió Amber con una sonrisa de autosuficiencia, provocando risas entre los presentes.

Luz trató de unirse a la risa, pero la incomodidad que sentía era cada vez más difícil de disimular.

—¿Esta es tu novia? Vaya, sí que tienes buenos gustos, chica. De hecho, ambas lo tienen —dijo Mark, riendo abiertamente mientras mostraba su perfecta dentadura blanca.

Entre tiempos~ Lumity Human AuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora