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Toques que queman

Aurora Elizabeth Geithner

«Miraba atentamente la luna desde el patio de la casa de los King, con un insomnio que me llenaba de intranquilidad, me acerque lentamente a la piscina viendo como el agua reflejaba la luz de la luna casi completamente quieta, mire a mi alrededor y fue ahí cuando vi esa forma en la oscuridad.

Tan alto como una pared y tan musculoso, como solo él puede serlo a su edad, la oscuridad se hacía cada vez más opaca conforme se acercaba a mí, gracias a ello puede detallar su cuerpo, sus músculos, su pecho completamente desnudo, sus hombros a penas cubierto por una bata azul turquí con delicados detalles y bordes de un blanco perla, también traía un pantalón de pijama de chándal y los pies descalzos.

—¿Despierta a esta hora? —cuestiono, mientras se detenía a escasos pasos de mí, obligándome a levantar la barbilla y la vista para mirarlo a los ojos.

—Señor King... —su dedo sobre mis labios, acortan mis palabras, y sin notarlo, dejándome sin aliento.

—No hagas ruido —aparto suavemente sus dedos de mí, como si no quisiese alejarse —aquí, donde solo tú y yo estamos, soy Alexander. Entonces ¿Qué es lo que te mantiene despierta? —cuestiona más relajado.

—Ni yo sé que es... —lo mire para luego perderme en sus pectorales, en sus abdominales, en esa piel pálida y completamente perfecta, con algunos lunares casi diminutos que se pierden en la oscuridad.

—¿Te gusta lo que ves? —inquiere haciéndome negar con vergüenza. —Vamos, sigue mirando, las vistas desde aquí tampoco están mal.

Relamí mis labios ante sus palabras recordando que traía puesta una de las cortas y ajustadas pijamas de Lia, mis pezones estaban a la vista y mis muslos también. Sin embargo, ante la cercana y extraña situación, ni siquiera intente cubrirme, solo me quede ahí, de pie... dejando que me observara con detenimiento.

Mi boca se abrió de la impresión cuando el hombre estiro su brazo en mi dirección, logrando que su pulgar acariciara mi pezón, el cual no se tardó para estar completamente erecto, jadeé cuando no pude resistirlo más, me gustaba esa sensación.

Su mirada se oscureció en un abrir y cerrar de ojos, sus ojos no dejaban los míos mientras sus manos se divertían con mis pechos, me aparte bruscamente cuando los ecos de mi conciencia, llegaron a mí de forma tardía diciendo que era un completo error lo que estaba haciendo.

—Esto... no está bien señor King.

—¿Volvemos a lo de señor? —interroga levantando una ceja para luego tomarme por el cuello y acercarme a su cuerpo. —Vamos a arrancarte esa palabra de la boca.

Mis ojos se abrieron de par en par cuando sus labios impactaron con los míos, cuando su lengua colonizo mi boca lentamente intercambiando fluidos, mi moral se desmorono por completo cuando mi boca se abrió más para darle acceso, mientras que mis labios le seguían torpemente el ritmo. Mis manos se fueron a su espalda aferrándome a la tela de su bata, el sueño parecía tan falso que decidí probar si era real o no.

Cerré los ojos dejándome llevar por sus labios, perdida en el engaño de mi propio cuerpo a mi mente, siendo arrastrada al pecado por los toques que él le proporcionaba a mi trasero y cuello, por el cómo tiraba de mi cabello para que abriera más la boca y levantara la barbilla para tratar de recompensar la diferencia de altura y así recibir su lengua. Un segundo basto para que el tomara mis muslos y así separarme del suelo, me envolví en su cintura casi por inercia. «¿Qué carajos estoy haciendo?»

Mientras me besaba, podía sentir el viento acariciando mi cuerpo la temperatura fría erizaba cada parte de mi cuerpo, el cual se encontraba a temperaturas infernales, jadee cuando Alexander me dejo suavemente sobre la silla de sol cerca de la piscina, sus manos recorrieron mi abdomen hasta llegar al borde de encaje del pijama, sus manos acariciaron mis muslos para después entrar y acariciar la delgada y suave tela de mis bragas.

EN LAS SOMBRAS DEL DESEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora