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Placeres que queman

Aurora Elizabeth Geithner Cuesta

—¿Nos vamos? —me extiende su mano para ayudarme a bajar de la camilla, pero ni siquiera intento tomarla, salto cayendo sobre el suelo, siendo abordada por sus brazos, los cuales me impiden el movimiento mientras él me besa -creí que habíamos pasado esta etapa rebelde.

Los siguientes veinte minutos de camino a la casa de los King fueron silenciosos, pero en mi mente existía la controversia en si era o no buena idea estar así, asolas con él. A penas parqueo el auto en el estacionamiento privado de la casa, baje del auto a toda prisa, siendo detenida por el casi al instante.

—Suélteme. —Ordene para cuando mi espalda chocó contra la ventanilla de su auto.

—No. —Negó al instante mientras se acomodaba frente a mí — ¿Por qué no quieres simplemente rendirte?, tú me deseas tanto como yo, lo sé por la forma en la que me miras, por la forma en la que respiras y tratas de evitarme, ¿fue por eso que tardaste tanto tiempo en venir a casa?

—Señor King, deje de decir eso... ambos sabemos que estuvo mal, que no fue lo correcto, usted es el...

Sus labios impactaron con los míos haciendo que cualquier pisca de sentido común desapareciera de mi cuerpo, nublando mi juicio y aceptando su lengua dentro de mi boca como si fuera mi pan de vida, deje de resistirme casi al instante, envolviendo mis brazos en su cuello y dejando que me tomase entre sus brazos.

Los pasos fueron torpes para cuando me fije a donde me llevaba, «el invernadero de su esposa». Jadee cuando me dejo encima de un mesón de mármol, sentí como su cuerpo se juntaba al mío y como ese bulto entre sus piernas crecía cada vez más.

—¿Puedes sentir eso? —interroga alejándose de mi mientras restriega su pantalón contra mi centro -me tienes así, desde que te subiste al auto y tu olor a vainilla impregno todo... ¿Por qué sigues creyendo que esto no debería pasar? —muerde mi cuello suavemente y desciende hasta mi clavícula apartando torpemente lo que traigo puesto.

—Señor... —jadee alto cuando apretó mi cintura con fuerza, pidiendo no, exigiéndome con la mirada que no lo llamase así. —Alexander, por favor...

Jadee su nombre justo después de que sus manos se colaran bajo mi falda y su pulgar jugara con mi clítoris mientras su dedo medio se introducía dolorosamente en mi interior.

—Mira lo sexy que te vez gimiendo mi nombre, jadeando por mi... —besa mi boca callando mis jadeos, mientras yo solo deseo que siga.

Estaba tocando el abismo del infierno con mis pies, su toque quema mi cuerpo, pero aun así quiero saltar a él, como si no existiera nada más, ¿Cómo podía decir algo que no me pertenecía, algo que no debía tomar?...

Negué ante aquellos pensamientos mandando a mi conciencia al demonio, dejándome llevar por la sensación tan placentera, vi como sacaba su dedo de mi interior y se lo llevaba a la boca, saboreándose mis fluidos como si fuese un dulce.

Se separa por unos segundos mientras se deshace de la chaqueta de vestir gris que trae puesta, para luego volver a mí y succionar mis labios, levanta los brazos cuando sus manos van al borde de mi sudadera, olvido mi vergüenza cuando sus ojos recorren mis pechos escondidos detrás de un sujetador blanco, se relame los labios para luego besar el valle entre mis pechos, desabrochando ágilmente mi sujetador.

Jadeo cuando introdujo uno de mis pezones a la boca mientras que el otro lo acaricia con sus dedos, arqueo mi espalda y echo mi cabeza hacia atrás para darle acceso mientras disfruto de sus actos llenos de precisión y brusquedad.

EN LAS SOMBRAS DEL DESEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora