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Noche de doce horas

Aurora

Después de un mar de preguntas y al final una inyección junto a un par de consejos y un número por si las moscas, el auto de Alexander se detuvo frente a casa, eran pasada las once y todo parecía estar en calma, agradecía por completo que papá tuviese un turno nocturno, esta noche no habría preguntas que no podría contestar, ni mentiras dichas para aparentar.

—¿Me vas a encerrar otra vez en el auto? —interrogue después de varios minutos de silencio e incomodidad.

—Aurora... —me miro haciendo que yo también lo mirase —debo aceptar esto, como un si significativo para este trato informal entre nosotros...

—¿Qué es lo que en realidad quieres saber Alexander? —me mordí el labio tratando de buscar cordura... «ya no me queda mucha» —¿Quieres saber si de ahora en adelante seré tu amante?

—Sí, es exactamente eso lo que quiero saber Aura, necesito que te olvides por completo del "usted" mientras estemos solos, necesito que te entregues a mí, no seremos una pareja, no involucraremos los sentimientos, yo estoy casado...

—¿Sexo casual sin compromisos? —pensé en voz alta mientras miraba la oscuridad de la calle, volteé a verlo segundos después —¿Eso es lo que quieres?

—Exactamente...

—Lo pensare. —Dije sin más escuchando como le quitaba el seguro a mi puerta.

Baje del auto sin mirar atrás para luego correr hasta mi puerta, rebuscando torpemente las llaves entre los bolsillos de la mochila hasta encontrarla, abrir y cerrar de tras de mí. Negué sin creer que yo, estaba considerando aceptar, no podía negarlo. «Me gusta tener sexo con Alexander»

—¿No dormiste nada anoche? —interroga Lia mientras se delinea los labios en el avión.

—Verdad, tienes cara de culo... ¿quieres que te preste mascarillas para las ojeras? —interroga Erika.

Llevábamos más de una hora de vuelo, estábamos a punto de aterrizar, anoche dormí muy poco penando las cosas, pensé que en este viaje podía despejar mi mente, olvidarme de Alexander por completo y pasar un buen rato con mis amigas, pero todo eso se fue al caño cuando Alexander King entro en su jet privado, alegando que nos acompañaría en nombre de su esposa, puesto que los permisos los pidió ella y era conveniente que un adulto fuese responsable de nosotras.

Ahora no solo tenía que pensar en su propuesta sino también soportar que estuviera cerca de mí, respirándome en la nuca.

El aterrizaje del avión fue tranquilo, habían preparado un auto grande que nos llevó al hotel, dentro en el lobby me quede asombrada con la belleza del lugar, las flores, el calor y la hermosa vista del mar en el horizonte, todo era perfecto. Fuimos recibidos por un hombre joven, quien nos ayudó con el equipaje hasta administración.

—Reserva a nombre de Alexander King. —Habla el susodicho presentándose como si fuese cosa de cada día.

Y no me sorprende, él es un hombre de negocios, viaja la mayor parte del año a New York donde tiene la sede principal de su empresa, ya que si no me equivoco —según la versión de Lia— se encuentra el hospital de su madre y por eso, vive lejos de su lugar de trabajo.

—Sí, tenemos dos suites presidenciales y una compartida, —contesta la mujer de unos treinta y tantos que no deja de sonreír ante la presencia de Alexander —¿quiere que llevemos de inmediato el equipaje a su habitación? tenemos un buen servicio de desempacado.

—El equipaje súbanlo, pero no es necesario que desempaquen. —Comenta sin mirar a la mujer mientras rebusca en su cartera y extrae una tarjeta de crédito que jamás había visto, es completamente negra con inscripciones doradas... —Carguen todo a esta tarjeta, incluido los pedidos de estas tres señoritas que me acompañan.

EN LAS SOMBRAS DEL DESEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora