Para Loreto. Gracias mil veces por la compañía. Eres uno de los regalazos que me ha dado este fandom.
***
Bajó del coche cuando lo aparcó en la zona habilitada para ello que su padre tenía en su casa de campo, y lo primero que vio cuando rodeaba el vehículo para abrir el maletero fue a su hermano con Bruno ya metidos en la piscina que había frente a la casa. Su sobrino sobrevolaba por encima de la cabeza de Andrés mientras este lo sujetaba como si fuera un avión, y sonrió al distinguir aquella risa aguda tan característica del pequeño. Cargó con la mochila que se había preparado con el bikini, toalla y algo de ropa, y con la bandeja de dulces que había comprado en una pastelería cercana a su casa. Se acercó a la zona de la piscina, y su hermano se percató al segundo de su presencia.
— Mira quién viene por ahí —le dijo a su sobrino, que giró la cabeza hacia ella y abrió la boca todo lo que pudo en cuanto la vio.
— ¡Tía Marta! ¡Mira, mira! —la saludó, y le hizo una señal a su padre para que continuase girándolo como estaba haciendo— ¡Soy un helicóptero!
Vaya, se había equivocado de vehículo aéreo.
— ¡Hola, campeón! —lo saludó de vuelta con la misma efusividad— Ya veo, ya —se rio, y miró a su hermano—. A ver si lo vas a marear.
— Tiene más aguante que el que tú y yo teníamos juntos de pequeños —dijo Andrés riéndose—. ¿Eso es para mí? —dijo refiriéndose a la bandeja que llevaba.
— Ya veremos —bromeó—. Voy a saludar a Begoña y a papá.
— Mucha suerte con ello.
— Tía, ¿no vienes a la piscina? —preguntó su sobrino haciendo un puchero.
— Sí, cariño —lo tranquilizó—. Voy a dejar esto en la nevera y a saludar al abuelo y ahora vengo, ¿vale?
— ¡Sí! Que quiero jugar a saltar en la colchoneta —dijo, y ella se encaminó hacia el interior de la casa. Con un poco de suerte, aquel juego de su sobrino le serviría de práctica previa para cierto Grand Prix en el que tenía que participar forzosamente.
Entró en la casa que había habitado durante gran parte de su juventud, y escuchó a su padre charlar con Begoña en la cocina, así que se dirigió hacia allí. Aquel lugar le traía muchos recuerdos cada vez que venía a una de las comidas familiares que a su padre tanto le gustaba organizar. Las fotos que había colgadas en las paredes, donde ella y Andrés parecían ir creciendo junto a sus padres, le transportaban a tantísimos momentos que sería imposible enumerarlos. Siempre le llenaba de nostalgia ver las fotos donde aparecía su madre, sonriendo como solo ella sabía, y con esos ojos azules que tanto le decía todo el mundo que había heredado de ella. Aquella casa era hogar, y le encantaba que fuese así también para su sobrino, porque sabía de sobra cuánto le gustaba al pequeño ir a aquel lugar. A la casa del abuelo Damián y la abuela Catalina, porque Andrés se había preocupado de que, aunque no hubiese podido conocerla, Bruno tuviese muy presente quién era su abuela.
— Buenas —saludó cuando entró a la cocina y vio a su cuñada cortando cebolla mientras su padre estaba apoyado en la encimera tomando una cerveza—. Papá, ¿no te da vergüenza esclavizar a una pobre embarazada? Que lo hagas con tus empleados, bueno, pero con tu nuera... —bromeó solo a medias al tiempo que dejaba la bandeja sobre la isla central, pero a su padre le hizo gracia, a juzgar por la carcajada que soltó.
— Hija, qué gusto verte —la saludó, acercándose a ella para darle un beso en la mejilla—. Y créeme que ha insistido ella.
— Porque tu padre no sabe cortar la cebolla en trozos pequeños, y luego tu hermano que es un bebé se queja de que no le gusta así —aportó su cuñada, a la que había visto hacía solo un par de días, y ella se acercó para saludarla con un abrazo, y una caricia en su vientre abultado, algo que ya había tomado por costumbre cada vez que la veía.
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Tus huellas en mi camino
FanfictionSeguro que has leído la historia mil veces: dos personas que coinciden un verano y, sin pretenderlo, se cambian la vida. Bajo una aparente vida normal, en el interior de Marta yace un deseo de algo más que conformarse con su trabajo y vivir sus días...