𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑻𝒓𝒆𝒔

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Esa noche, después de la cena, Arisa y Bakugo estaban sentados en una lujosa alfombra en los aposentos del rey

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Esa noche, después de la cena, Arisa y Bakugo estaban sentados en una lujosa alfombra en los aposentos del rey. La conversación fluía con facilidad, y Arisa se sintió lo suficientemente relajada como para mencionar algo que le traía recuerdos felices de su hogar.

—Su Majestad, hay algo que me gustaría enseñarle —dijo Arisa con una chispa de emoción en sus ojos.

Bakugo levantó una ceja, intrigado por su tono.

—¿Y qué sería eso, Arisa?

—Un baile de mi pueblo natal. Es una tradición que siempre me hacía feliz. Quizás... podría animarnos un poco después de todo lo que hemos pasado.

Bakugo sonrió, divertido por la propuesta.

—Muy bien, enséñame entonces.

Arisa se levantó con gracia y comenzó a moverse al ritmo de una melodía que solo ella podía escuchar. Sus movimientos eran fluidos y llenos de vida, cada paso una celebración de su cultura y sus raíces. A medida que bailaba, una sonrisa radiante iluminaba su rostro, y sus ojos brillaban con alegría genuina.

Bakugo, sentado en la alfombra, observaba en silencio. Había visto a muchas mujeres bailar, pero nunca había presenciado algo tan auténtico y lleno de pasión. Había algo en la manera en que Arisa se movía, en la felicidad que emanaba de cada giro y cada salto, que despertó en él una sensación desconocida. Era como si una chispa se hubiera encendido en su corazón, una chispa que ninguna otra mujer del harén había logrado encender.

Arisa se detuvo un momento, extendiendo una mano hacia Bakugo.

—Vamos, Su Majestad, intente seguirme.

Bakugo se levantó, algo torpe al principio, pero Arisa lo guió con paciencia, mostrando cada paso con una risa suave. A pesar de su falta de destreza en el baile, Bakugo se dejó llevar, sorprendido por lo fácil que era disfrutar del momento con ella.

Mientras trataba de seguir el ritmo, no pudo evitar reírse junto a Arisa. Su risa era contagiosa, llenando la habitación de una calidez que él no había sentido antes. Por primera vez, Bakugo se sintió realmente conectado con alguien, no como rey y súbdita, sino como dos personas compartiendo un momento de pura felicidad.

Cuando el baile terminó, ambos estaban sin aliento, pero con sonrisas brillantes en sus rostros. Bakugo tomó la mano de Arisa, mirándola a los ojos con una intensidad que la hizo sonrojar.

—Nunca había sentido algo así antes —admitió en voz baja—. Gracias por enseñarme.

Arisa sonrió, su corazón latiendo con fuerza.

—Gracias por dejarme compartirlo con usted, Su Majestad.

En ese momento, ambos supieron que algo había cambiado. Algo más profundo que la simple relación entre un rey y una mujer de su harén. Habían compartido una conexión auténtica, y ninguno de los dos sería el mismo después de esa noche.

Durante tres meses, el harén del rey Bakugo había estado lleno de murmullos y susurros. Cada noche, era Arisa quien era llamada a los aposentos del rey, mientras las otras mujeres del harén permanecían en sus propios cuartos, sus expectativas y esperanzas desmoronándose lentamente. La atmósfera se había vuelto tensa, cargada de celos y resentimiento.

Una tarde, mientras las mujeres se reunían en el jardín del harén, las conversaciones se tornaron más abiertas. Las miradas que antes eran discretas ahora se volvieron afiladas, y los comentarios que solían ser susurros ahora se pronunciaban con una amargura apenas contenida.

—No puedo creer que el rey solo quiera ver a Arisa —dijo una de las mujeres, su voz impregnada de envidia—. ¿Qué tiene ella que no tengamos nosotras?

—Es obvio que tiene algo especial —respondió otra, con una mueca de desdén—. Pero no entiendo qué. Es linda, pero no es para tanto.

—Quizás le ha contado algún cuento triste o se ha inventado alguna historia para ganarse su favor —especuló una tercera, mirando a Arisa con desdén desde la distancia.

Arisa, que estaba sentada en un rincón del jardín, podía sentir las miradas sobre ella. Aunque trataba de mantener la calma y no mostrar que los comentarios la afectaban, cada palabra penetraba profundamente, hiriendo más de lo que quisiera admitir. Había intentado ser amable y amistosa, pero el resentimiento de las demás la había convertido en una paria dentro del harén.

—La vi esta mañana con un vestido nuevo y joyas que nunca había visto antes —comentó otra mujer, su tono lleno de amargura—. Parece que el rey no escatima en regalos para ella.

—Debe ser muy complaciente para mantener su atención tanto tiempo —dijo otra, su voz cargada de insinuaciones.

Arisa se levantó lentamente, incapaz de soportar más las miradas y las palabras envenenadas. Se dirigió hacia su habitación, intentando no mostrar lo afectada que estaba. Cerró la puerta tras de sí y se dejó caer sobre la cama, luchando por contener las lágrimas.

Mientras tanto, en otra parte del palacio, Bakugo terminaba una reunión con sus consejeros. Su mente, aunque ocupada con los asuntos del reino, no podía evitar desviarse hacia Arisa. Había encontrado en ella algo más que una compañera; había encontrado una amiga, una confidente, alguien con quien podía ser él mismo sin el peso de la corona sobre sus hombros.

Esa noche, cuando Arisa fue llamada de nuevo a sus aposentos.

—Arisa, ¿todo está bien? —preguntó Bakugo, su voz suave mientras la observaba con detenimiento.

Arisa dudó por un momento, pero decidió ser honesta.

—Es solo que... las otras mujeres del harén no están muy contentas conmigo. Siento sus celos y resentimientos cada día más intensamente.

Bakugo frunció el ceño, la preocupación evidente en su rostro.

—Lamento que tengas que pasar por eso. No era mi intención causarte problemas. ¿Hay algo que pueda hacer para mejorar la situación?

Arisa sonrió débilmente, apreciando su preocupación.

—Quizás podríamos encontrar una forma de equilibrar las cosas. No quiero ser una fuente de discordia aquí.

Bakugo asintió, pensativo.

—Haré lo que pueda. No quiero que sufras por algo que no puedes controlar.

En ese momento, Arisa sintió con un poco de alivio.

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𝐇𝐚𝐫𝐞𝐦 𝐝𝐞𝐥 𝐑𝐞𝐲 𝐝𝐫𝐚𝐠𝐨𝐧 ->ᵏᵃᵗˢᵘᵏᶤ ᵇᵃᵏᵘᵍᵒ<-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora