En un rincón oscuro del reino, el sol empezaba a descender tras las montañas, tiñendo el cielo de un naranja profundo. Arisa, una joven campesina de cabello castaño y ojos verdes, se encontraba recogiendo las últimas flores del campo antes de que la noche cayera por completo. El viento soplaba suavemente, pero había un aire de inquietud en el ambiente, como si la naturaleza misma supiera que algo oscuro estaba por suceder.
De repente, Arisa sintió una presencia detrás de ella. Antes de que pudiera girarse, una mano fuerte cubrió su boca y un brazo la rodeó, inmovilizándola. El mundo se volvió negro mientras un paño empapado en una sustancia extraña la hacía perder el conocimiento.
Cuando despertó, Arisa se encontraba en un carro en movimiento, con las manos atadas y la cabeza adolorida. Al abrir los ojos, vio a un grupo de hombres robustos y armados que la miraban con indiferencia. Sus ropas humildes habían sido reemplazadas por un vestido de seda rojo, bordado con dragones dorados. Su corazón latía con fuerza, la desesperación comenzaba a invadir su mente.
Finalmente, el carro se detuvo frente a un imponente castillo, cuyas torres parecían tocar el cielo. La gran fortaleza de piedra negra estaba decorada con estandartes rojos y dorados, el símbolo del dragón era visible por todas partes. La puerta del carro se abrió y dos guardias la arrastraron hacia el interior del castillo.
Arisa fue llevada a una gran sala, iluminada por antorchas y candelabros de oro. En el centro, sobre un trono imponente, se encontraba el rey Bakugo, el temido y respetado rey de los dragones. Su mirada penetrante y arrogante hacía temblar a cualquiera que se atreviera a desafiarlo. Su cabello rubio desordenado y sus ojos rojos ardientes le daban una apariencia aún más intimidante.
—Así que, esta es la nueva adquisición —dijo Bakugo con una sonrisa cruel mientras miraba a Arisa de arriba abajo—. ¿Cuál es tu nombre, chica?
Arisa, aterrada pero decidida a no mostrar debilidad, levantó la mirada y respondió con voz firme:
—Mi nombre es Arisa.
El rey soltó una carcajada.
—Tienes espíritu, eso es bueno. Bienvenida a mi harén, Arisa. Aquí serás tratada como una reina, siempre y cuando obedezcas y cumplas con tus deberes.
Arisa tragó saliva, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que la obediencia sería su única opción para sobrevivir en este lugar desconocido y hostil. Mientras era llevada a sus aposentos, no podía dejar de pensar en su familia y en la vida que había dejado atrás.
Arisa se encontraba en su cuarto, tratando de adaptarse a su nueva vida en el harén del rey Bakugo. Aunque el entorno era lujoso, sentía que no pertenecía a ese lugar. Los días pasaban lentamente, llenos de incertidumbre y miedo. Durante uno de esos días, Arisa decidió explorar los pasillos del harén y conocer a otras chicas que compartían su destino.
Mientras caminaba por los corredores, se encontró con una joven de cabello negro y ojos azules que parecía amigable. La chica sonrió al verla y se acercó.
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𝐇𝐚𝐫𝐞𝐦 𝐝𝐞𝐥 𝐑𝐞𝐲 𝐝𝐫𝐚𝐠𝐨𝐧 ->ᵏᵃᵗˢᵘᵏᶤ ᵇᵃᵏᵘᵍᵒ<-
Fanfiction"En el harem no existe el amor, el amor esclaviza a las personas"