š‘Ŗš’‚š’‘š’Šš’•š’–š’š’ š‘¶š’š’„š’†

36 8 1
                                    

Habían pasado meses desde la decisión de Bakugo de casarse con Arisa, y el proceso para oficializarlo había sido lento y frustrante

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Habían pasado meses desde la decisión de Bakugo de casarse con Arisa, y el proceso para oficializarlo había sido lento y frustrante. Las discusiones con los consejeros y los nobles eran agotadoras, y aunque algunos apoyaban su decisión, muchos seguían oponiéndose firmemente. Bakugo se encontraba en su estudio, revisando documentos, su frustración evidente en cada movimiento.

─¡Maldita burocracia! ─gruñó, golpeando la mesa con el puño cerrado.

De repente, la puerta se abrió de golpe y Denki, uno de los guardias, entró apresuradamente.

─¡Bakugo! ─dijo Denki, su respiración entrecortada─. ¡Arisa... ha entrado en parto prematuro!

El mundo de Bakugo se detuvo por un instante. La frustración y la burocracia pasaron a un segundo plano mientras procesaba la información.

─¿Dónde está ella? ─preguntó, levantándose de su asiento con urgencia.

─En sus aposentos. Ya he enviado por la comadrona y los médicos ─respondió Denki.

Sin perder un segundo, Bakugo salió corriendo del estudio, con Denki siguiéndolo de cerca. El trayecto hasta los aposentos de Arisa le pareció interminable, pero finalmente llegó. Al entrar, vio a Arisa en la cama, rodeada de sirvientas y médicos. Su rostro estaba pálido, y el dolor era evidente en sus ojos, pero también había determinación.

─Bakugo... ─murmuró Arisa al verlo, su voz apenas un susurro.

Bakugo se acercó rápidamente, tomando su mano entre las suyas. ─Estoy aquí, Arisa. Todo va a estar bien.

La comadrona, una mujer de mediana edad con expresión serena, se acercó a Bakugo. ─Necesitamos espacio para trabajar, mi rey. Haremos todo lo posible para que ella y el bebé estén bien.

Bakugo asintió, su mirada fija en Arisa. ─Estoy aquí. No te dejaré, pase lo que pase.

Las siguientes horas fueron una mezcla de angustia y esperanza. Bakugo no se movió del lado de Arisa, susurrando palabras de aliento y sosteniéndola cada vez que un nuevo dolor la invadía. Los médicos y la comadrona trabajaban con diligencia, sus rostros serios pero concentrados.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el llanto de un bebé llenó la habitación. Bakugo sintió un nudo en la garganta y miró con desesperación a la comadrona.

Ella sonrió, sosteniendo al recién nacido en sus brazos. ─Es un niño, mi rey. Está débil, pero vivo.

Bakugo sintió una ola de alivio y emoción. Miró a Arisa, su rostro bañado en lágrimas de felicidad y agotamiento.

─Lo logramos, Arisa. Lo logramos.

Arisa sonrió débilmente, sus ojos llenos de amor mientras miraba al pequeño en brazos de la comadrona. ─Nuestro hijo... Es perfecto.

Bakugo se inclinó y besó suavemente la frente de Arisa. ─Tú eres perfecta. Gracias por ser tan fuerte.

La comadrona entregó al bebé a Arisa, y Bakugo observó cómo su hijo se acurrucaba contra ella. En ese momento, todos los problemas y frustraciones parecieron desvanecerse.

Bakugo miró a Denki, que había estado esperando fuera de la habitación, y asintió. ─Gracias, Denki. Has hecho bien.

Denki sonrió y se inclinó. ─Es un honor servirte, Bakugo.

Bakugo volvió su atención a Arisa y su hijo. Por ahora, nada más importaba. Estaban juntos, y eso era lo único que necesitaba.

El pequeño príncipe, aunque frágil, estaba luchando con una fuerza sorprendente, y ambos padres se mantenían constantemente a su lado. La alegría y la preocupación se mezclaban en sus corazones mientras se adaptaban a su nueva vida.

Sin embargo, mientras Arisa descansaba con el bebé en sus brazos, sintió una punzada aguda en su abdomen. La intensidad del dolor aumentó rápidamente, y antes de que pudiera reaccionar, otra contracción la sacudió.

─¿Qué está pasando? ─preguntó, su voz temblando mientras tomaba su mano.

─Creo... creo que hay otro bebé ─jadeó Arisa, su rostro pálido y sudoroso.

El caos se instaló en la habitación mientras las contracciones continuaban, cada una más fuerte que la anterior.

Después de horas de dolor y esfuerzo, finalmente, el llanto de otro bebé llenó la habitación. La comadrona sonrió, sosteniendo a una niña pequeña y saludable en sus brazos.

─Es una niña, majestad ─anunció, entregándola a Bakugo.

Bakugo miró a la pequeña en sus brazos con asombro y amor.

─Arisa, tenemos una niña.

Pero antes de que la alegría pudiera asentarse completamente, Arisa volvió a gritar, otra contracción sacudiéndola.

─¡Hay otro! ─exclamó la comadrona, sus manos rápidamente volviendo a su posición.

La tensión en la habitación se intensificó mientras todos se preparaban para la llegada del tercer bebé. Las horas se sintieron interminables, pero finalmente, un tercer llanto se unió a los otros dos.

La comadrona levantó al último bebé, un niño pequeño pero robusto.

─Es un niño, mi rey. Son trillizos...

Bakugo, con lágrimas en los ojos, tomó al tercer bebé en sus brazos, incapaz de creer lo que estaba sucediendo. Se volvió hacia Arisa, que estaba exhausta pero sonriente, sus ojos llenos de amor y alivio.

─Arisa, lo hiciste. Tres bebés. Tres hermosos bebés. ─dijo, su voz quebrándose por la emoción.

Arisa, apenas capaz de hablar, asintió débilmente.

─No podría haberlo hecho sin ti a mi lado.

Bakugo se inclinó y besó suavemente su frente.

─Tú eres la más fuerte de todos nosotros. Gracias por darme esta familia.

Los médicos y la comadrona trabajaron diligentemente para asegurarse de que tanto Arisa como los bebés estuvieran bien. Finalmente, todos se acomodaron, con Arisa sosteniendo a la niña y Bakugo sosteniendo a los dos niños.

─Son perfectos ─murmuró Arisa, mirando a sus hijos con asombro.

─Sí, lo son ─respondió Bakugo, su voz llena de amor y admiración.

En ese momento, rodeados de sus recién nacidos, Bakugo y Arisa sintieron que, a pesar de todas las dificultades, habían sido bendecidos con un milagro. La familia que siempre habían soñado ahora era una realidad, y nada podría arrebatarles esa felicidad.

 La familia que siempre habían soñado ahora era una realidad, y nada podría arrebatarles esa felicidad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
š‡ššš«šžš¦ ššžš„ š‘šžš² šš«ššš šØš§ ->įµįµƒįµ—Ė¢įµ˜įµį¶¤ įµ‡įµƒįµįµ˜įµįµ’<-Donde viven las historias. DescĆŗbrelo ahora