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— Necesito ocuparme de tu celo, Gustabo — dijo el alfa bruscamente, cerrando la puerta con un golpe sordo detrás de él.

Gustabo tragó saliva, rápidamente se tapó con la sábana, sintiendo un escalofrío de anticipación y nerviosismo recorrer su columna vertebral. Sabía que Conway era capaz de ser implacable y despiadado cuando se trataba de lo que quería, y esta noche, lo que Conway quería era él.

— Yo... estoy bien, puedo manejarlo solo — murmuró, intentando parecer más seguro de lo que realmente se sentía.

Conway avanzó con pasos lentos pero seguros, su figura imponente acercándose a la cama de Gustabo como un depredador acechante. No había espacio para la negación o la resistencia en su presencia; Gustabo estaba completamente a merced de sus deseos y decisiones.

— No me importa lo que creas que puedes manejar — gruñó el alfa, su voz baja y peligrosa—. Los omegas en celo son impredecibles y necesitan ser controlados. Eso es lo que haré esta noche.

Sin más preámbulos, Conway se sentó al borde de la cama, su mano grande y firme agarrando la muñeca de Gustabo con una fuerza que dejó claro quién estaba en control. El rubio sintió una mezcla de miedo y una punzada de excitación ante el toque dominante de Conway.

— Déjame hacerte sentir bien — dijo Conway con una voz áspera y ronca, sus dedos deslizándose con experiencia por el brazo de Gustabo.

Gustabo inhaló profundamente, sintiendo el calor de la cercanía de Conway, mezclado con el aroma penetrante de su alfa. Cada fibra de su ser estaba tensa con anticipación, sus sentidos agudizados por el deseo abrumador que el celo había avivado en él.

—Tu aroma... es tentador —murmuró Conway, más para sí mismo que para Gustabo, aunque el omega podía escuchar cada palabra claramente.

—¿Qué vas a hacer conmigo, señor Conway? —preguntó Gustabo con voz apenas audible, su mirada suplicante buscando alguna pizca de compasión en los ojos del alfa.

Conway no respondió de inmediato. En cambio, se colocó encima de Gustabo, sus rodillas sobre el colchón y sus manos a los costados de la cabeza del rubio. El aroma del omega llenaba sus sentidos, despertando deseos que había enterrado profundamente bajo capas de control y disciplina.

—Te usaré como corresponde a un omega en celo —respondió Conway enderezandose , su voz ronca y llena de una promesa oscura que hizo que Gustabo se estremeciera.

Gustabo tembló ante la mirada del alfa, sin embargo, percibió unos olores cercanos a la habitación, supo que eran de alfas por lo fuerte que eran.

— L-los alfas... — Intentó articular una oración completa, pero Conway había acercado demasiado su rostro hasta que sus narices tengan contacto.

— Eres mío y nadie más tiene permiso para tocarte — Pronunció Conway con autoridad — Aleja esa sábana — ordenó con voz dura, su mandíbula tensa revelando la frustración y el deseo reprimido bajo su fachada de control.

Gustabo se estremeció ante la brusquedad de las palabras de Conway, pero no se atrevió a desafiarlo. Con manos temblorosas, obedeció lentamente, apartando la sábana que cubría su cuerpo y dejando que Conway lo viera por completo.

Conway lo observó con una intensidad ardiente, su mirada recorriendo cada centímetro de la piel expuesta de Gustabo. No había nada suave en su evaluación; era un examen crudo y directo de su posesión.

— Eres mío — repitió Conway, su voz ahora un murmullo cargado de dominio y un toque de satisfacción.

Gustabo se sintió vulnerable bajo la mirada penetrante de Conway, su cuerpo desnudo expuesto a los ojos implacables del alfa. Sin embargo, en medio de la intensidad palpable que llenaba la habitación, Gustabo también sintió una mezcla de temor y una extraña excitación ante el control absoluto de Conway sobre él.

CELOS DE HIERRO (JACKSTABO) OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora