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Bajando nuevamente hacia la sala, Conway y Gustabo estaban juntos, aunque con pasos separados. La sala seguía repleta de invitados conversando entre sí, las luces suaves y la música de fondo creando una atmósfera elegante. El omega se sentía diferente, como si todo el mundo hubiera cambiado después de ese beso con Conway. En sus ojos había un brillo especial, una chispa que no estaba antes, y aunque Conway pronto se alejó para atender a uno de sus visitantes importantes, a Gustabo no le importó quedarse solo. Estaba completamente absorto en sus pensamientos, en la sensación de los labios de Conway moviéndose sobre los suyos, el calor de sus caricias, y cómo ambos parecían haber creado su propio mundo, aunque solo fuera por un momento.

Parado en medio de la sala, perdido en sus recuerdos, ni siquiera se dio cuenta de la presencia de Aiden hasta que sintió una presencia familiar a su lado. El hermano de Conway se acercó con una amplia sonrisa, pero había algo más en su expresión. Aiden estaba olfateando, y eso hizo que Gustabo se tensara un poco. El alfa inclinó ligeramente su cabeza, acercándose más al omega, y tomó una respiración profunda, percibiendo el aroma inconfundible que se mezclaba en el aire alrededor de Gustabo: la dulce miel de su propio olor, entrelazada con el penetrante y masculino olor a tabaco que pertenecía a Conway.

—Oh, vaya... —susurró Aiden con una sonrisa traviesa mientras sus ojos se enfocaban en los labios del omega.

Gustabo, al escuchar ese tono de voz, sintió un ligero rubor subir por sus mejillas, sabiendo que no podía ocultar lo obvio. Sus labios estaban hinchados y enrojecidos por el reciente beso, y sus mejillas aún ardían. No podía evitar sentirse expuesto bajo la mirada de Aiden, pero al mismo tiempo, el recuerdo de lo sucedido con Conway lo mantenía en una especie de nube de satisfacción.

Aiden se inclinó un poco más cerca, sus ojos brillando de curiosidad y picardía. —Veo que mi hermano finalmente se ha decidido a probar algo más que trabajo, ¿eh? —bromeó, su tono claramente insinuante mientras miraba directamente a los labios de Gustabo. Luego, con una ligera carcajada, añadió—. Debo decir, te ves adorable con ese color en las mejillas, Gustabo.

El omega, aunque avergonzado, no podía evitar sonrojarse más bajo la atención de Aiden, y aunque las palabras del alfa eran halagadoras, algo en el aire le hacía recordar quién era realmente el dueño de ese aroma que lo rodeaba.

Aiden, con una sonrisa aún más traviesa en sus labios, se acercó lentamente a Gustabo, sin importarle un ápice que su hermano estuviera en la misma sala. Para él, era simplemente una oportunidad para divertirse. Era evidente que veía en Gustabo algo que despertaba su lado más pícaro, y no tenía intención de reprimirse.

—Sabes... —dijo Aiden, su voz suave pero cargada de insinuación—, mi hermano siempre ha sido malo para compartir, pero yo... —hizo una pausa, recorriendo con su mirada el cuerpo de Gustabo, desde su rostro sonrojado hasta sus manos temblorosas— soy de los que creen que las cosas buenas deberían disfrutarse sin restricciones.

—Dime algo... —murmuró Aiden, inclinándose para hablarle casi al oído, su aliento rozando la piel de Gustabo y haciendo que se le erizara la piel—. ¿No te aburres de lo monótono? —Se alejó lo suficiente para mirarlo de nuevo a los ojos, y esa sonrisa pícara se intensificó—. Porque puedo mostrarte un poco de diversión, ¿sabes? Algo... diferente. Algo que mi hermano jamás podría darte.

El corazón de Gustabo latía más rápido, no por atracción, sino por la incomodidad creciente que sentía con la cercanía de Aiden. El alfa no dejaba de observarlo con descaro, sus ojos recorriendo cada detalle del omega. Aiden tomó una de las copas servidas en la mesa cercana y, en un gesto tan atrevido como directo, la levantó hacia los labios de Gustabo, inclinándola ligeramente para que bebiera.

CELOS DE HIERRO (JACKSTABO) OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora