Capítulo 1 - De perdidos al río

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Juanjo no era un chico de verano. Le encantaba ponerse moreno y lucir piernas pero odiaba con cada célula de su ser el calor. Encima, como no se callaba ni debajo del agua, hacía a todo el mundo conocedor de sus infinitas quejas.

En su pueblo de Zaragoza los veranos eran infumables. De día podía hacer cuarenta grados a la sombra, caminar por la calle al mediodía era considerado deporte de riesgo, y de noche refrescaba tanto que era imposible no terminar resfriado.

Este verano plan era el de siempre, pasarse el día en la piscina de su pueblo, sudando la gota gorda por las tardes mientras jugaba a cartas y trabajando en la cafetería de su tía por las mañanas. Pero, por desgracia y de imprevisto, el plan había cambiado.

Juanjo no era muy enamoradizo. Era un poco gato (o eso decía) y bastante independiente. Siempre que había tenido algo con alguien había sido por el calentón y porque estaba aburrido.

Por eso entenderéis que no le dolieran mucho los cuernos.

Tomás y él se conocían desde pequeños. Habían ido juntos al cole, al instituto, y más tarde fueron a estudiar a la misma universidad en Zaragoza. Cinco meses atrás, en carnavales del pueblo, se habían acabado liando. No le preguntes a Juanjo cómo, porque no se acuerda. Pero les pareció guay seguir quedando y tener una "relación informal". No lo hicieron público pero tampoco se escondían. Osea, que al día siguiente ya lo sabía todo el pueblo.

A una semana de que empezaran las vacaciones de verano, tenían una rutina ya muy establecida, quedaban varios días a la semana, se acostabasn, tenían citas y cenas, salían con los amigos en común...Juanjo suponía que en algún momento, más pronto que tarde, Tomás le pediría de ser novios. No es que estubiera ernamorado pero suponía que era el paso natural de su relación. Más aún si iban a pasarse todo el verano juntos en el pueblo.

Lo que no esperaba el maño era encontrarse a Tomás liándose con una tía. Fue un martes cuando acabó su último examen antes de tiempo. Entró en la habitación de la residencia emocionado porque le había ido genial. Tenía ganas de contárselo a Tomás, salir a tomar una cerveza y celebrarlo. Ni siquiera llamó a la puerta porque nunca lo hacia.

Más que dolerle le dio asco. Y obviamente le dio rabia.

No eran novios, no se lo habían dicho cómo tal. Pero llevaban quedando cinco meses, viéndose todos los días. Juanjo no pensaba que asumir exclusividad fuera una locura.

El maño se marchó de la habitación sin decir nada. No estaba tampoco para montar un numerito cuando no eran novios. Así que se piró a celebrar el fin de curso con sus compañeros de la carrera y brindó por los "cuernos no cuernos" y los "novios no novios". Tomás le envió diez mensajes y le dejó tres llamadas perdidas. Pero a Juanjo se la empezó a sudar bastante. No iba a mendigar por un tío que, en el fondo, tampoco le importaba tanto (aunque le jodía vivo).

El problema llegó cuando le llamó su madre.

- ¿Cómo es eso que Tomás te ha engañado? - preguntó Nieves al teléfono la mañana siguiente.

- Hostia mamá, ¿Cómo te has enterado? Casi lo has sabido tú antes que yo.

- Me lo ha dicho Conchi esta mañana en la farmacia, que se lo ha contado su hija. No me digas que es verdad. ¿Te ha puesto los cuernos?

Juanjo no se podía creer lo rápido que corrían las noticias en su pueblo. Él sólo lo había dicho a sus compañeros de clase. Pero tampoco le extrañaba. Era tóxico vivir en un pueblo dónde no podías ni matar a una mosca sin que veintitrés personas lo comentaran en la peluquería.

Pasarse el verano en el pueblo cada vez resultaba menos apetecible.

Así fue como terminó aceptando un trabajo de dos meses enteros. No tenía que poner los pies en el pueblo hasta el uno de septiembre. Planazo.

No hay verano sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora